Vuelven a sonar campanas de huelga general para el mes de enero, en respuesta a la decisión del Goberno Zapathatcher de retrasar la edad de jubilación a los 67 años de edad. En realidad, son muchas las razones que justifican una convocatoria de huelga general, pero tengo la convicción de que nada ni nadie hará cambiar de opinión al PSOE. Ayer mismo escuché a su nuevo secretario de Organización, Marcelino Iglesias, asegurar que la reforma del sistema de penisones no sólo es progresista, sino que también es socialista. La manipulación y la tergiversación de las palabras y los conceptos alcanza tal nivel que pronto llegará el día en el que nos quieran hacer creer que la monarquía vela por la república, las armas son la mejor garantía para la paz y los mercados son tan bienintencionados que priman la justicia social sobre los beneficios y la acumulación de capital. Y así seguirán hasta el absurdo. La banca, la patronal y el Fondo Monetario Internacional terminarán por ser los reyes magos, Angela Merkel la Virgen María y Zapatero el niño Jesús en el pesebre.
Una huelga general no basta para acabar con tanto abuso, tanto atropello y tanta mentira. Es necesaria una revolución. Las centrales sindicales deben ser mucho más rotundas, abandonar la tibieza ante el Gobierno Zapathatcher y actuar con contundencia ante su sumisión y entrega a la derecha. Las ciudadanas y ciudadanos, por nuestra parte, tenemos que salir a las calles, denunciar en voz alta la hipocresía del PSOE y desenmascarar a quienes les apoyan, entre ellos el PNV, y sobre todo hemos de castigarles con nuestro desafecto en las urnas cuando llegue el momento. No me cansaré de repetirlo. Hay que pensar en rojo y votar Izquierda Unida, y hay que hacerlo en bloque, cerrando filas y sumando adhesiones. Al PSOE que le voten la banca y la patronal. Al fin y al cabo, sólo defienden sus derechos. Al resto, que nos jodan.