Campanilla

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe

Mi Peter Pan tiene ya 46 años. Posiblemente lo recordaréis por una de mis últimas confesiones. En realidad son treinta y nueve más siete, recién cumplidos. Los siete años son los que tiene Campanilla.

"Ahora había otra luz en la habitación, mil veces más brillante que las lamparillas y en el tiempo que hemos tardado en decirlo, ya ha estado en todos los cajones del cuarto de los niños, buscando la sombra de Peter, ha revuelto el armario y ha sacado todos los bolsillos. En realidad no era una luz: creaba esta luminosidad porque volaba de un lado a otro a gran velocidad, pero cuando se detenía un segundo se veía que era un hada, de apenas un palmo de altura, pero todavía en etapa de crecimiento."

Campanilla y su polvo de hadas. Una tarde, mientras yo estaba en el trabajo, mi pequeña Leia escribió esta nimi redacción sobre mí en uno de sus cuadernos de actividades del cole. Y la Maestra-Jedi me lo envió para que volviera a Nunca Jamás, "en la segunda estrella a la derecha, todo recto hasta el mañana".

"Se llama Jose Mª, es bajo, su pelo es negro, le gusta jugar conmigo y con mi hermano, le gusta estar con su familia. Es muy alegre, es mi padre, le quiero muchísimo, y jugamos a muchísimas cosas: a Diamoniak, Rhino Hero, la Torre Encantada... y dibujar, pintar. Le gusta Star Wars y esas cosas."

Campanilla es ese personaje mágico que hace cosas insospechadas, por amor, o por celos, por impulsos, o por simple placer o por necesidad de hacer felices a los demás. Capaz de hacer las cosas sin pensar, o de decir aquello que deberíamos callar. Es la que se enfada y se irrita cuando los adultos olvidamos Nunca Jamás.
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La sombra de mi Peter Pan y el tic tac del reloj que trae el cocodrilo en su barriga siguen ahí, el tiempo corre. Decía mi amiga Juls que la mejor inversión eran los abrazos que le daba a sus peques. A esa ecuación con valor de ley yo añado más factores -y seguro que ella también-. Sigo jugando al pilla-pilla con mi sombra, aunque tenga que revolver los cajones y armarios. Aunque mi pelo negro ya tenga muchas canas, sigo buscando estar con la familia, y ser muy alegre, sigo jugando a muchísimas cosas, a juegos nuevos y antiguos, sigo dibujando, pintando. Los niños que fuimos también siguen ahí.
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A veces una pequeña luz, de apenas un palmo de altura, es el más potente e infalible de los faros.

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