Cualquier lector nacido entre mediados de los sesenta y los setenta se va a encontrar en estas páginas un buen puñado de situaciones que le resultarán familiares, tanto escolares como domésticas, sobre todo si se crio en un ambiente humilde de clase media baja, o lo que es lo mismo, el más habitual en una época en la que desde El Pardo trataban de que nos aprendiésemos bien aquel nuevo concepto del desarrollismo.
Zaragoza era una ciudad como otra cualquiera, y Ángel Gracia, haciendo gala de una segunda persona extraordinaria, con la dificultad que su uso conlleva, nos coloca delante un fresco no sólo social, sino también humano, porque no en vano todos hemos ido intentando formar nuestra personalidad al transitar por las aulas, aunque allí también fuéramos capaces de alternar nuestras mejores intenciones con nuestros vicios más inconfesables.
La voz del Gafarras, su mente, también erosionada aunque se empeñe en disfrazarla de cronista, no dejan indiferente a ningún lector, y seguro que a unos cuantos les traerán una tonelada de recuerdos.
Campo rojo. Ángel Gracia.Editorial Candaya. Barcelona 2014. 225 págs.