Canadá ha sido el libro con el que he cerrado el año. Un título de la editorial Anagrama y que ha sido elegido como uno de los libros del año. La novel podemos encuadrarla en esa especie de subgénero conocido como novela de iniciación. Nos muestra la vida de un adolescente inmediatamente posterior al hecho de que sus padres atraquen un banco y sean detenidos. Este hecho marca sin duda la vida del protagonista y de su hermana, amabas truncadas de manera irreparable.
Si hay algo que en esta novela me ha marcado es la absoluta dependencia de los menores, en las sociedades occidentales sobre todo, del comportamiento de sus padres. En qué manera influye el crimen de unos padres sobres sus hijos, sobre el presente de éstos y sobre el futuro. Cómo influye para bien y para mal, la familia en que se ha crecido, es algo que a veces nos pasa inadvertido cuando juzgamos la trayectoria vital o profesional de alguien. Por eso creo que el cualificar a alguien como "un hombre hecho a sí mismo" sólo cobra enteramente de sentido cuando nos encontramos con alguien desgarrado de su entorno familiar, al que la vida pone en situaciones impropias e imposibles de imaginar en el devenir común de los mortales. Y ése es Dell, el personaje principal de Canadá, al que sus padres sacan de ese devenir normal de un adolescente, para colocarlo en un lugar donde nunca tenía que haber sido puesto.
El desarraigo a un país, a un lugar, o la forma en que un nuevo destino puede redimirnos también aparece en esta novela de pocos hechos y muchas palabras. Eso es uno de los fuertes de la novel, la manera de narrar de Richard Ford, en primera persona, acercándonos cada vez más al protagonista que se sincera con nosotros compartiendo el asombro, la crudeza y lo perdido que se hallaba en un tiempo en el que le correspondía vivir los desencuentros de un instituto americano cualquiera.