A Ciudad Bolívar, desde Caracas, se puede llegar en avión, autobús o carro particular. Mi opción fue llegar en avión y seguro me habré perdido mucho de la vía, pero quería pasar el día en la ciudad, aprovechando que era a la mañana siguiente cuando comenzaría la travesía por Canaima. El Hotel Laja Real está puesto ahí, al frente del aeropuerto Tomás de Heres, como para que la única preocupación que tenga el viajero sea la de cruzar la calle. Sus instalaciones son sencillas, bonitas, y es justo lo que se necesita de un hotel cuando se va de paso: que sea limpio, seguro y cómodo.
Aunque tenía ganas de pasear, ese día lo puedo resumir así: llovío toda la tarde y vi mucha televisión.
El tiempo de espera se pasa más rápido de lo previsto. En pocos minutos se está en la pista, al lado de una avioneta que sólo da cabida para cinco pasajeros y el piloto que, perdonen que lo diga, me sorprendió su capacidad de ignorarnos por completo. Si Dios hubiera querido agitar la mano para ver la hora, seguramente nos habría dado una buena sacudida, pero el vuelo transcurrió tranquilo, con el sol cerquita, con sabanas, con tepuyes y, ya al llegar, con una laguna que desde arriba parece una niña linda, pero con mal caracter.
Al bajarnos de la avioneta ya somos tres los que hablamos como si nos conociéramos desde hace varios días. Las artesanías se me meten por los ojos, las pulseritas de colores me coquetean y antes de darme tiempo a elegir, ya estamos rumbo al campamento con Tony, nuestro guía pemón, señalando el camino.
Tony es importante en esta historia. Fue quien nos cuidó todo el viaje, quien me llevó de la mano después de una caída, quien me dio a probar la comida típica de los pemones, quien me contaba el nombre de los tepuyes y se reía porque caminaba muy lento.
Lo importante es saber por dónde comenzar. Si tienes la intención de viajar a Canaima, el
Salto El Sapo
Salto Ángel o La Gran Sabana, como primer paso puedes revisar La Gran Sabana. Allí está un listado bastante completo sobre los operadores turísticos de la zona. Lo demás es tener ganas de descubrir todo lo que naturaleza nos va mostrando a su paso. No se ve igual que en las fotos, siempre es mejor.
Lo que pasó en este viaje, lo cuento en mi crónica publicada por la revista National Geographic Traveler Latinoamérica y la puedes leer aquí: Canaima: a un salto del cielo