Canapé Palestina o por qué todos somos Gaza

Publicado el 22 julio 2014 por Jaime López Fernández @jaimeindig

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“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada” ‘Ana Karenina’Leon Tolstói
Todas las guerras se parecen. Impasibles frente al televisor, como mirando con un ojo a través de un agujero por el que se contempla cuanto pasa sin implicar tan siquiera la mirada entera, todas las  guerras se parecen. Las guerras en oriente siempre son de una polvorienta y tórrida luz clara, que transmite sequedad en la piel y esparto en la boca. Da igual dónde transcurran: Irak, Irán, Afganistán, Siria, el Líbano…Palestina; ese calor traspasa y los soldados, cuando lo son, siempre van uniformados de caqui y envueltos en polvo, y los que no lo son, civiles militarizados o no, o simplemente víctimas, siempre muestran desgarro en la mirada y la miseria impregnando desde la piel hasta el mismo corazón del alma. Todas las guerras se parecen, sí, pero cada víctima percibe la desgracia que le acontece de manera individual y muy especial. Como cada país. Como Palestina.
Mientras escribo estas líneas, Israel ya ha asesinado en Palestina a más de 200 personas y termina de matar a 4 niños que jugaban al fútbol en la playa. Los israelíes han bombardeado desde un barco el lugar donde se encontraban. Los niños han corrido y esquivado el primer disparo, pero el segundo ya no. Un día de playa bajo la sombra abrasadora de la guerra. Debían ser objetivos terroristas. Un sanguinario David contra 4 diminutos Goliat. Fin del partido. El equipo ha sido derrotado.
Palestina lo conforman dos territorios (además de Jerusalén Este): la franja de Gaza, una región de 365km2 (100km2 más pequeña que Andorra) y Cisjordania, con 5655km2 (1000km2 menos que la provincia de Castellón); dos espacios mínimos que encierran entre fronteras levantadas con muros infames, a casi 4’5 millones de personas. Hay más palestinos, pero el resto, 5’6 millones, son refugiados dispersos por el mundo, sobre todo en los países árabes vecinos. Palestina es la tierra de sus antepasados (no solo los judíos tienen historia), pero se vieron forzados a huir de ella por la presión salvaje e inclemente de los israelíes. Para los que se han quedado, el día a día es una humillación constante que transcurre en condiciones de indignidad impuesta. Todos cuanto allí viven son terroristas potenciales a ojos de un Israel invasor. No tienen derecho a llamarse país, tan sólo cuentan con un incipiente y precario estado que gestiona parte de los Territorios Palestinos Ocupados, que la ONU reconoce como tal, al estar bajo un régimen de ocupación militar, a los que Israel denomina Territorios Disputados, desde que los ocupara por la fuerza e ilegalmente, tras la Guerra de los 6 días, en 1967. La perversión lingüística y moral por su parte es tal que llega a ser vomitivo. Es increíble que una región con resonancias bíblicas tan profundas, donde la “misericordia”, la “indulgencia” y el “hermanamiento” deberían ser la base de las relaciones entre los pueblos, sea todo lo contrario, sobre todo cuando se actúa en nombre de dios.
Yahvé aseguró a Abraham una Tierra Prometida, la Tierra de Israel; de eso hace más de 35 siglos. Y definitivamente, en 1948, los israelíes se establecen como nación ahí, donde consideraban su patria, en la región de Palestina, apartando a cuantos allí había y limitándolos a un espacio impuesto, reductos de su propio suelo, con el beneplácito de las grandes potencias y los decadentes imperios coloniales. Poco importaba que allí vivieran antes, que aquella fuera su tierra. Yahvé se la había prometido a Israel. Yahvé y los otros dioses más mundanos, que organizaron el territorio, como tantas otras veces, sin tener en cuenta las peculiaridades y la historia de los pueblos.
Una mítica promesa de hace miles de años y una guerra de 6 días han sido suficientes para justificar el sufrimiento de todo un pueblo y legitimar al invasor con el vergonzoso silencio de occidente o la tibieza de su repulsa en el mejor de los casos. Matanzas y humillaciones, para quedarse lo que no es suyo; muros de vergüenza para asfixiar al débil…por derecho divino; porque Yahvé nos ama.
Poco respeto suscita un estado que tiene como único mérito que legitime sus actos una promesa de Dios. Netanyahu conduce a su pueblo como Moisés siglos atrás lo hizo por el desierto. Hacia la Tierra Prometida. Sea de quien sea. Pese a quien pese. Exhibe las Tablas de la Ley, su ley, y deja caer todo su poder sobre las cabezas de quienes osan desafiarle y reclaman a gritos su sitio. Abre sus carnes como aquel separaba las aguas; levanta muros asfixiantes que impiden ver el horizonte; bombardea sus casas indiscriminadamente… y zanja partidos infantiles a cañonazos. Yahvé es Grande. E Israel aún más.
Esta receta es para vosotros, palestinos de dentro y de fuera; para vosotros y para todos aquellos que con vosotros contemplan y comprenden el sufrimiento y la injusticia a la que os veis abocados: Canapé Palestina. Ojalá que el hummus sobre el que descasa  fuera vuestra amada tierra. La vuestra. Ojalá los muros que os encierran, como los de este tentempié, se pudieran comer. Ojalá que la sangre que se os derrama fuera el pimiento que contiene, y como el jamón que le acompaña, la combinación perfecta para que el futuro os deje un maravilloso sabor de boca.
Suerte. Todos somos Gaza.
NECESITARÁS (para 4 personas)
  • 16 sardinas limpias, abiertas y sin espina.
  • 8 pimientos del piquillo de lata.
  • 8 lonchitas de jamón serrano.
  • 8 cucharadas de hummus de berenjena.
  • Sal y pimienta.
  • Una cucharada de harina.
  • Aceite de oliva virgen extra para freír.

ELABORACIÓN
  1. Salpimienta las sardinas y tamiza sobre ellas con un colador un poco de harina. Fríelas en aceite caliente, pásalas por papel absorbente para quitarles el aceite sobrante y reserva.
  2. Pasa por la sartén aún caliente las lonchas de jamón lo justo para que la grasa se transparente.
  3. Emplatado: coloca en el plato una cucharadita de hummus de berenjena y sobre el mismo y en este orden una sardina, una loncha de jamón, un pimiento del piquillo y otra sardina. Culmina con otra cucharadita de hummus. Sirve 2 por comensal.
Umm, un bocado de contrastes que te sorprenderá.
NOTA


  • El hummus es opcional. La combinación sardina, jamón y pimiento funciona a las mil maravillas por sí misma.
  • El jamón de pato sustituye muy dignamente al jamón serrano y acentúa los matices del canapé con sus notas ahumadas, una opción recomendable para quienes los preceptos religiosos le impiden comer el primero.
  • Puedes utilizar también boquerones (escógelos grandecitos) o caballa; en este caso, límpiala muy bien de espinas y extrae dos lomos.  Con una por persona es suficiente. 
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Teardrop, Massive AttackPara la degustación: Throw me a line, Iameve
VINO RECOMENDADO
Enterizo joven. Tinto13. DO Utiel-Requena.
DÓNDE COMER
Junto a ti, allí donde más seguro te encuentres, más allá de las balas asesinas, donde los chiquillos puedan reír y gritar sin freno y jugar tranquilos sobre la arena sin tener que pensar en nada más.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
¿Te parece poco ejercicio acabar el partido entre colegas?