Cancha (11):

Publicado el 23 mayo 2014 por David David González
En esta ocasión, ilustro este post con una fotografía que apareció hace unos días en Facebook. Desconocía su existencia. Qué tiempos, joder. En la fotografía se me ve junto a Marcos, el hijo del de la imprenta como le llamaba yo, al que cito en este pasaje de mi relato Policías y ladrones
Dentro, a una altura considerable del suelo, una viga de aire servía de puente entre los tejados de las dos bodegas. Sobre esa viga, el hijo del de la imprenta, Marcos, y yo, que éramos los únicos que no teníamos vértigo, imitábamos a los artistas de la cuerda floja, pero sin balancín, haciendo equilibrio con los brazos; así tan pronto caminábamos por la viga a la pata coja que de espaldas, o que de espaldas, a la pata coja y con una venda en los ojos, todo a la vez.
El perro se llamaba, le llamábamos, Tarzán. Y le debo un poema. Me enseñó, y no solo a mí, con su ejemplo, a no rendirme jamás, por muy jodidas que se pusieran las cosas. Sobre este perro, en verdad un amigo, escribí estos pocos versos en mi poema Los envenenadores de perros:
el tarzán,
que se peleaba con todos los pastores alemanes del barrio.mari la del corredor le curaba las heridas y los niñosle bajábamos de nuestras casas las sobras de la comida.

Y ahora, después de este brote sentimental, este viaje en el tiempo hacia el pasado remoto de la calle en la que sigo viviendo, esta, como diría el hermanito Vic, regresión a la infancia, vamos con la peña que ha tenido el detalle de darle cancha a mi poesía:
Las palabras del narrador y poeta Esteban Gutiérrez Gómez sobre El lenguaje de los puños en su:
BACOVICIOUS
Un audio de mi poema:
LA AUTOPISTA
Uno de mis poemas en 
VOCES y MIRADAS
Y unas menciones en este post de
ESCRITO EN EL VIENTO

A todos ellos, como es habitual en mí: Muchas Gracias.