Yo no quiero, no.
No lo permita aquel dios,
que yo me pierda entre brumas
de promesas de bienestar.
Que yo me ablande en los humos
¡ay! de la comodidad.
Yo soy poeta y aspiro
a mejorar mi papel
en este amargo mundo;
hoy me tengo que marchar.
Dejo mi hogar soleado
y me lanzo hacia la mar.
Si la fortuna responde
a la apuesta de un hombre:
sólo te pido mi amor
no me dejes tú de hablar.
Sólo te pido mi amor
no me permitas cambiar.
Quiero yo ser el vocero
que denuncia al cruel bandido;
al que somete al igual
pasándose por su amigo;
al que somete al igual
con carta de impunidad.
No lo permitas, te digo,
que yo me cambie mi amor,
en pago de un buen cobijo,
del oro y su resplandor.
A cambio de palmaditas
que nunca os olvide yo.