No ha habido sorpresas y la UE sigue sin atreverse a hacerse con un liderazgo climático vacante por la renuncia de los grandes emisores de gases de efecto invernadero, como EEUU y China.
Obama ya defraudó en Copenhague y, pese al toque de atención del vertido de BP en el Golfo, el desplazamiento de éste del prime time informativo (aunque sus efectos siguen estando ahí) le ha hecho volver a la corrección política. "Bastantes frentes tengo ya", debe pensar el bueno de Barack. Y más ante las elecciones que se celebran hoy mismo, en las que la subida de unos republicanos bien untados en petróleo puede ser otro factor negativo.
En fin, la UE mantiene la postura de seguir con un compromiso de reducción de emisiones del 20% en 2020 (respecto a 1990), y llegar hasta el 30% sólo según las consecuencias que esto pueda tener y si los otros países desarrollados hacen lo mismo. Pero no empujará para conseguirlo, con lo que se "dejaría pasar" la Cumbre de Cancún.
Esto fue expuesto de otra forma, más clara, por el Consejo Europeo de los días 28-29: "es importante que la Conferencia de Cancún constituya un paso intermedio significativo, basado en el Protocolo de Kyoto, que facilite la creación de un marco general mundial jurídicamente vinculante y que incorpore las orientaciones políticas aportadas por el Acuerdo de Copenhague".
Es decir, buenas palabras pero ningún compromiso a corto plazo, cuando es cada vez más urgente elaborar un sustituto del Protocolo de Kyoto (ese "marco general mundial jurídicamente vinculante" del que se habla) el cual, recordemos, establece unos compromisos de reducción, pero sólo hasta 2012.
Zapatero lo resumió: para la UE, Cancún será sólo "un paso más".