Horrorizado recorro los puentes, comprobando que esta moda que nos muestra al amor como un candado se extiende como una plaga bíblica. Dese una vuelta y descubrirá que no es una exageración mía. Iker Jiménez debería estudiar este fenómeno con profusión y profesión, ya que no me cabe duda que se trata de un asunto que debemos englobar en la ciencia ficción. O incluso en la perversión. Un amor a base de candado, y la llave se lanza a las profundidades del agua, claro, para que nadie pueda abrirlo en el futuro. Eres mía, eres mío, y la hipoteca la pagamos a medias, faltaría decir. En modo pelos de punta me hallo, de verdad. Y luego nos extrañamos de ciertos comportamientos y actitudes, cuando previamente sonreímos y hasta participamos en esta supuesta entronización del amor subyugado, a la fuerza, bajo llave, unidos los amantes por un candado. En estas elucubraciones mías, retomemos a Iker Jiménez de nuevo, imagino a los integrantes de muchas de las parejas que se encomendaron a los poderes del candado sintiendo paz, alivio, descanso, liberación incluso, después de que los operarios parisinos acabaran con el mágico y acerado símbolo de su unión. Y hasta me imagino a más de una y uno, con traje de neopreno, zambulléndose en las profundidades del Sena. Y hasta en las del Guadalquivir. El Día de Córdoba
Horrorizado recorro los puentes, comprobando que esta moda que nos muestra al amor como un candado se extiende como una plaga bíblica. Dese una vuelta y descubrirá que no es una exageración mía. Iker Jiménez debería estudiar este fenómeno con profusión y profesión, ya que no me cabe duda que se trata de un asunto que debemos englobar en la ciencia ficción. O incluso en la perversión. Un amor a base de candado, y la llave se lanza a las profundidades del agua, claro, para que nadie pueda abrirlo en el futuro. Eres mía, eres mío, y la hipoteca la pagamos a medias, faltaría decir. En modo pelos de punta me hallo, de verdad. Y luego nos extrañamos de ciertos comportamientos y actitudes, cuando previamente sonreímos y hasta participamos en esta supuesta entronización del amor subyugado, a la fuerza, bajo llave, unidos los amantes por un candado. En estas elucubraciones mías, retomemos a Iker Jiménez de nuevo, imagino a los integrantes de muchas de las parejas que se encomendaron a los poderes del candado sintiendo paz, alivio, descanso, liberación incluso, después de que los operarios parisinos acabaran con el mágico y acerado símbolo de su unión. Y hasta me imagino a más de una y uno, con traje de neopreno, zambulléndose en las profundidades del Sena. Y hasta en las del Guadalquivir. El Día de Córdoba