Caníbal – @relojbarro

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Como dijo Fernando Pessoa “Los viajes son los viajeros”, por lo que este verano, aprovechando que unos amigos me invitaron a pasar el último fin de semana que disfrutaban en un camping, que les había salido muy bien de precio, decidí ir a pasar un finde de “relax”.

Mi amiga me dijo que aparcara fuera para ahorrarme problemas porque eran muy estrictos, lo que no me dijo es que fuera del camping era en el pueblo, a 2kms de carretera y 1,2kms de camino rural. Tras aparcar en las afueras del pueblo, cogí una bolsa con regalos, otra de comida y el saco de dormir, y de excursión bajo un sol de justicia y un aire asfixiante, eso sí, no fui solo, no, me acompañaron docenas de moscas y mosquitos y una avispa con la que fui bailando la mitad del trayecto.

¿Habéis estado en Las ramblas de Barcelona en agosto? Hay menos gente que en un camping barato. No me habían empujado tanto desde que fui a un bufet libre lleno de ancianos.
Me dice al llegar mi amigo que coja su bici y vaya a buscar mi maleta a mi coche para no tener que ir por la noche. Debo aclarar que yo entiendo por deporte ver un partido, de lo que sea, tumbado en un sofá, y a practicarlo subir del parking a casa las escaleras de la planta que los separa. Cuando llevaba como veinte minutos en la bici, empecé a sospechar que algo iba mal por lo que llamé a mi amiga. Al parecer el camping tenía dos salidas.
Cuando llegué por fin, le pedí un ibuprofeno al chaval de recepción. ¿Sabéis cómo se dice ibuprofeno en alemán? Yo tampoco. El recepcionista llevaba en España menos que yo en el camping.

Me levanté por la mañana, despertado por el grácil sonido de un grito espeluznante de una niña. Bueno me levanté, me incorporé vaya, porque tenía unas agujetas en las piernas y un dolor en el hueco ese donde el culo pierde el nombre que flipé.
Me dice mi amiga que mientras ellos van a comprar al pueblo cosas para su casa, me lleve a su hijo a la piscina. ¿Habéis estado alguna vez en una piscina de camping barato? No lo hagáis, nunca. Bajo ningún concepto. Yo que he trabajado con pantones, no sabría ponerle un número al color de ese agua, si acaso no había perdido ya la condición de agua. Casualidades de la vida, creí encontrarme allí con una amiga, la avispa del camino del día anterior y varias de sus amigas, por lo que decidí meterme en ese brebaje. No os lo vais a creer, son piscinas climatizadas, como a unos 42 grados estaría aquella sopa. A los cuatro minutos me empezaron a picar los ojos, a los siete empecé a perder visión.

¿Os ha picado alguna vez un mosquito de camping? No pican, ensartan. Al hijo de la amiga le picaron dos veces en la frente, uno a cada lado, mosquito cabrón sí, pero amante de la simetría, dos picadas perfectas, el Miguel Ángel de los mosquitos. A los cinco minutos le dije al crío que si lo pintaba de rojo sería “Hellboy”, No contaba yo con que lo oirían los demás niños, pero sí. Ahora lo llaman Hellboy.

Cuando volvíamos hacia la caravana, presenciamos una pelea de unas adolescentes de unos quince años; se ve que ambas compartían de novio a un chaval de 18 años del pueblo. Nunca en mi vida había visto a gente tirada en el suelo mordiéndose las piernas ensangrentadas, “Holocausto caníbal” en 3D, ni “Avatar” ni hostias. Suerte que llegaron las madres, que se pusieron a dialogar, después a insultarse y acto y seguido se tiraron al suelo a pelearse y morderse, así las chicas pudieron aprovechar la confusión y escabullirse.

De la fiesta nocturna con orquesta en la piscina mejor no os cuento, solo decir que hubo un momento que una mujer me cogió la mano, al instante llegó el marido con una cerveza y ella al mirarme soltó un grito. Lástima porque era guapa, o al menos lo sería allá por los setenta.

Por la mañana siguiente decidieron que el padre se llevaría a Hellboy a casa en mi coche por un tema de fiebre por infección de mosquitos. Quedamos en que mi amiga y yo llevaríamos la caravana. Una vez preparado todo, montamos en el todoterreno y me dijo la amiga que pusiera los retrovisores adaptados para la caravana, tras lo cual emprendimos camino a casa. Fui feliz. Cuando entramos a la autopista, la amiga me mira blanca y me pregunta que dónde está la caravana. Se conoce que no la enganché a la bola del remolque.

P.D. han pasado ocho días, ya empieza a remitir la conjuntivitis y Hellboy ha perdido los cuernos.

Visita el perfil de @relojbarro