Sección de RUTAS en Curiosón
El recorrido del río
No es fácil ver correr las aguas del río Lobos, si no ha llovido de forma frecuente y abundante, porque la mayor parte del año el río está seco, desde Hontoria del Pinar hasta las proximidades de la mítica ermita soriana de San Bartolomé. Este placentero paseo discurre entre espectaculares farallones que alcanzan alturas superiores a los 200 metros, farallones que con el paso de los siglos evolucionaron y cambiaron el paisaje para dar paso a una diversidad arbórea destacable, como los chopos y sauces que crecen junto a nenúfares, juncos y espadañas, alimento de culebras y víboras, ranas y lagartos.
Un canto divino te acompaña cuando caminas por la orilla del río, es el sonido agradable del agua que conquista y consigue que te aísles de los problemas diarios porque la voz del río que te llena de placer, durante ese fácil recorrido con amplios meandros que invitan a observar el caudal, el paraje y todo aquello que rodea a este cañón, incluida la vegetación y la observación del buitre leonado.
Caminar entre farallones es disfrutar de nuevas sensaciones. Quien camina por el cauce seco del río se siente río, se siente agua, al tiempo que camina y eleva la vista a los cielos del cañón, para ver los caprichos de la naturaleza, acercarse a cuevas, simas y sumideros, además de una amplia variedad de follaje y especies arbóreas. Caminar entre tomillos, espliegos o aliagas, que decoran este árido suelo, es sentir en exclusiva la grandeza de una naturaleza oculta, bella, virgen, que llena tus sentidos de placer. No vas a encontrar ni desniveles ni dificultad alguna en este paseo tan satisfactorio para los sentidos.
El Puente de los Siete Ojos
Se trata de un puente imponente del siglo XVIII, con una longitud de 1000 m, para hacer frente a un cauce fluvial por el que en todo el verano y parte del otoño no discurre una sola gota de agua. Este puente es el punto de partida de la marcha corta, de unos 12 kms. La otra marcha, la más larga, de unos 25 kms, parte de la localidad burgalesa de Hontoria del Pinar y recorre todo el cañón hasta llegar al Puente de los Siete Ojos, con el mismo recorrido que la primera y el mismo final en las inmediaciones de la ermita.
Precisamente este día que fui al Cañón del Río Lobos, encontré el río crecido y con exceso de agua, lo que impide patearlo por su cauce. El paseo se limita a seguir la orilla, hasta que el paso se hace imposible. No se puede cruzar por las grandes piedras y losetas preparadas para alcanzar la otra orilla y seguir el curso del río. Es entonces cuando, si quieres hacer la ruta y seguir el camino, debes subir por empinadas sendas marcadas con hitos de piedras. Hay sendas demasiado ocultas, perdidas y poco transitadas. Difícil empresa cuando vas mentalizado para hacer un recorrido llano, y tienes que salvar un duro ascenso que acelera el corazón. No es fácil la subida, menos mal a las paradas que te permiten volver la vista y contemplar el espectáculo de un Cañón que dominas desde arriba hasta que consigues coronar y pisar en lo más alto de los farallones.
Vistas increíbles desde los farallones
Una vez que asciendes por esas rampas a más de 200 mts. del cauce del río, ya estás en los cielos de esta Reserva Natural que te permite descubrir otro Cañón de Río Lobos, ese que sobrevuelan los buitres leonados. Todo es espectacular desde aquí arriba mientras caminas por parajes vírgenes y te topas con bosques de robles, salpicados de encinas, sabinares divinos, hierbas de todo tipo y olorosos tomillos. Te desvías del cañón y penetras en el bosque, no te puedes descuidar porque en un minuto puedes perder el rastro del grupo, y quedarte aislado sin comunicación y sin rumbo, sin brújula que te lleve, ni teléfono que te auxilie.
Estar allí arriba permite descubrir un paraje divino, que te aísla del mundo y del ruido, solo el sonido del canto de los pájaros se escucha, solo temes a la lluvia, mientras aprecias rastros y destrozos de jabalíes, pasos de corzos, huellas y excrementos de lobos y otros depredadores, pero te sientes tan seguro allá arriba que solo las nubes producen temores. Caminar entre tomillos, espliegos o aliagas, que decoran este árido suelo, es sentir en exclusiva la grandeza de una naturaleza oculta, bella, virgen, que llena tus sentidos de placer.
Por estas cimas y montes perdidos solo transitan y viven jabalíes, zorros, conejos y ardillas que se pasean entre sabinares, cipreses, pinares y robledales y pisan olorosos tomillos, espliegos y aliagas. Es primoroso encontrarte con líquenes y extensas alfombras de musgo y disfrutar de un espectáculo divino que te aproxima a la naturaleza virgen.
Caminar por sendas
Una vez que sales del bosque caminas por sendas que vienen y van y se cruzan, te sientes libre de bosques y follaje. Transitas en busca de un merecido premio al término de este bello paseo, que tiene un fin divino, cual es la visión y el encuentro desde el cielo con la ermita de San Bartolomé y esas imponentes paredes que escoltan el cañón, frente a la ermita, la Cueva Grande y sus pinturas rupestres. Otra gruta es la Cueva de los Candelones, en la que las estalactitas crecen hacia los lados.
Descender entre las rocas hasta los pies de la ermita es disfrutar de un espectáculo de aplauso, mientras sientes que contemplas un paraje único que posee una belleza insuperable. Difícil encontrar mejor final y meta a un recorrido extraordinariamente bello. Parece que la ermita templaria de San Bartolomé y el Cañón de Río Lobos lo hicieron durante la noche para nosotros.
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