Si por alguien lo voy a sentir es por Clarita, la pequeña de la casa, que siempre me observa con su carita embobada.
Cinco menos cuarto y estoy listo; en poco más de quince minutos me libero. Ya están todos preparados en el salón para tomar el té. ¡Cómo aborrezco ese olor! La maquinaria del tiempo ha comenzado ya su cuenta atrás…»
Cinco en punto de la tarde. El pajarito del reloj de cuco saltó de su casita lanzándose al vacío y estampándose brutalmente contra el suelo. En el salón prosiguieron tomando su té como si nada. “Comparemos otro. El viejo cuco daba problemas”.
Entretanto, Clarita comenzaba a muequear un inicio de llanto.
Texto: María Sergia Martín González