En tiempos de crisis, uno puede ver cómo le cae encima una tromba de problemas y reveses, y no saber cómo protegerse con un paraguas… que ya no es suficiente gracias a eso que se llama globalización. Quizá sea entonces el momento de acudir a los musicales para recuperar el buen ánimo, porque cantar ayuda a llevar las penas con alegría… aunque esté cayendo un chaparrón. Esa es una de las experiencias que se sacan de “Cantando bajo la lluvia”, del que ahora celebramos su sesenta aniversario y que se nos regala como uno de los mejores musicales de la Historia. En la película de Stanley Donen y Gene Kelly se mezcla romance, drama y comedia… y supone también un acercamiento al mundo del cine que aprendió a hablar y a cantar, con los problemas de sincronización de sonido, los primeros doblajes defectuosos y los primeros pasos de un musical que había nacido hacía veinticinco años de “El cantor de Jazz”, a partir del espectáculo de variedades. El star system y sus egos alimentados por las revistas del corazón, los especialistas y los derechos a figurar en los títulos de crédito, la mímica y el vaudeville junto al teatro como aparente rival, las difíciles relaciones entre productor y director… todo tiene cabida en “Cantando bajo la lluvia”, siempre bajo el paraguas del buen humor y de la alegría de vivir.
Son muchos los números musicales que están en la memoria de todos y que suponen un verdadero recorrido por el género. Magnífica es la coreografía y no faltan ingeniosos diálogos, mientras llama la atención la discreción, libertad y elegancia con que se mueve la cámara… como si fuera un bailarín más. La ligereza y donaire de Gene Kelly sólo es comparable a la gracia y desparpajo de Donald O’Connor (bien podría ser uno de los hermanos Marx con sus chistes y gestos), o a la dulzura y sencillez de Debbie Reynolds. Pero lo más destacable es esa unidad de tono que alienta toda la película y que hace que respiremos optimismo y alegría aunque estemos bajo un chorro que desciende por una bajante, que gocemos con el chapoteo en una calle inundada de agua y no nos demos cuenta de que estamos empapados, que no se haga excesivamente costoso ponerle buena cara a una pesada y vanidosa como Lina… porque en el fondo es buena chica. Ayudan los colores vivos y el tono pastel de la paleta fotográfica, los decorados de fondos luminosos o el vistoso vestuario… que hacen que una puesta en escena artificiosa y de estudio parezca fresca y natural.
En un santiamén, nos encontramos en el cielo al que hemos volado con nuestra imaginación, de la misma manera que Gene Kelly se ve bailando con Cyd Charisse en esa escena moderna, auténtico derroche visual y colorista… para descubrir que la felicidad está en ser fiel a uno mismo y en no venderse al éxito, en sonreír al llegar a Broadway (metáfora del lugar reservado a cada uno) y en dejar los problemas a la puerta… como el americano del mencionado número musical. Es la alegría con que nos hemos levantado para celebrar el “Good morning” recorriendo todas las habitaciones de la casa y dando brincos por encima de los sofás, y también la capacidad para convertir una tragedia como es el desastre del preestreno de la comedia “El caballero duelista” en una oportunidad para crecer convirtiéndolo en el musical “El caballero danzarín”. Es, a su vez, el sentido de justicia que lleva a dar a cada uno lo suyo, y dejar en evidencia a una Lina a quien se le han subido los humos hasta convertirse en el hazmerreír de todos, mientras la discreta Kathy es incorporada al firmamento de las estrellas.
Ahora que parece que hemos vuelto a descubrir el cine mudo con “The artist” y que la industria del cine se debate entre la quiebra y la revolución del 3D, quizá sea el momento de volver a ver “Cantando bajo la lluvia” y descubrir que nada importa si se tiene lo fundamental. En su simplicidad y esquematismo, en su ingenuidad y frescura americana, celebramos el cumpleaños de una película que respira “dignidad, siempre dignidad” (lema del propio Don) y también sentido positivo y constructivo. Es la lección que nos deja este entrañable trío de amigos que supieron poner al mal tiempo, buena cara, cada uno a su manera: vemos a O’Connor hacer una exhibición de humor con el maniquí de trapo en “Make ‘em laugh” (única partitura escrita ex profeso), a Debbie Reynolds rebosar vitalismo en “Good morning”, y a Gene Kelly alcanzar el éxtasis en “Singin’ in the Rain”. Quizá sea un bálsamo artificioso para escapar a la crisis, pero nos dan la necesaria chispa para la vida y la esperanza de que pronto amainará el temporal.
&En las imágenes: Fotogramas de “Cantando bajo la lluvia” © 1952 Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Todos los derechos reservados.
Publicado el 9 mayo, 2012 | Categoría: 10/10, Años 50, Filmoteca, Hollywood, Musical
Etiquetas: Cantando bajo la lluvia, Cyd Charisse, Debbie Reynolds, Donald O’Connor, El cantor de Jazz, Gene Kelly, Stanley Donen, The Artist