CARLOS DI FULVIO
A la memoria del Brigadier General José María Paz
(Doce capítulos de historia)
PRÓLOGO
Este consabido canto que todas las historias cuentan de trecho en trecho, entre una cantidad innumerable de sucesos y de fechas, entre millares de nombres que amontonan los pueblos, entre los hombres que por ellos cruzaron de a pie o de a caballo, con un norte de sables y de lanzas; con una esperanza primero - la Independencia -, y después por motivos revolucionarios. Este grupo de canciones fáciles que vienen del tiempo más difícil de la Patria; cuando el país incuba el egoísmo para diseminarlo luego entre sus hijos como un mal irremediable...
Estos versos, que tal vez no tengan cura porque también fueron contagiados por esa pica de microbio que existe entre unitarios y federales, entre la lanza y el sable, entre el militar y el caudillo, entre las vacas y el hambre, entre la anarquía y el orden; y hasta por la pequeña diferencia que existe entre el bien y el mal.
Este canto, levanta su monumento por el hombre que era don José María Paz, "a quien conoció en un lugar muy remoto y al que con menos le ha visto hacer más". Por ese hombre que nació en la ciudad de Córdoba el 9 de setiembre del año 1791, y que al tener ya uso de razón eligió una de las dos únicas carreras posibles.
Entre el Clero y el Militarismo, eligió las armas, porque entre armas se alzaba el alma del país.
Más de una vez, por disgustos, quiso abandonarlas, pero, aferrado al hueso de su ideal con médula unitaria, fue ganando, junto a las batallas, el alto grado de grave General.
EL CIELO DEL CORDOBÉS
(cielito)
relato:
La patria era muchacha y mayo revolución.
Su afecto fueron las armas y su esperanza nación.
(se cortó hasta el apellido en la primera ocasión)
Su padre era porteño, José de Paz y Durán.
Su madre fue cordobesa, doña Tiburcia Haedo Roldán.
José María su nombre. Su apodo, el "Manco" Paz.
canto:
Su cielo era un cielo blanco,
su cielo era cordobés.
Su cielo siempre fue manso
hasta el ochocientos diez.
En mil ochocientos once,
tropas que vienen del sur,
le pintan un cielo bronce
allá en el Alto Perú.
Su cielo allá en Vilcapugio
junto a Belgrano lo vio.
Casi lo topa la muerte,
la suerte a pie lo dejó.
El cielo de Chuquisaca
cuenta "mamita" Rondeau,
enderezando la tropa
a sable limpio lo vio.
Su cielo era un cielo blanco,
su cielo era cordobés.
Su cielo siempre fue manso
hasta el ochocientos diez.
HERIDO Y EN RETIRADA
(chacarera)
relato:
Su fundamento fue el sable, fue la pluma y fue el bastón.
De milico a gobernante sólo había un escritor, tal vez por eso fue pobre la suerte que le tocó.
Sobre su brazo derecho recién graduado a Mayor, de plomo fue la jineta que el destino le colgó.
Y así fue que en Venta y Media su sobrenombre encontró.
canto:
Caravana de la muerte
camina rumbo a Chayanta,
malhaya la mala suerte
le hace un nudo en la garganta.
La lluvia cayó de punta
justo en la media mañana,
mandaban las prostitutas
y en las montañas nevaba.
Hubo que cruzar arroyos
entre medio de quebradas,
alguno encontraba apoyo
ahogados otros quedaban.
Molinos de Huancurí,
allí pasaron la noche.
Quemaron hasta un atril
muertos de frío los pobres.
A la mañana siguiente
tal vez por la mojadura,
su brazo derecho ardiente
dolíale como nunca.
Llegaron al pueblo de Arque
allí se quedó ocho días.
Tampoco pudo curarse
y abandonó la partida.
Su amigo Diego Balcarce
fue quien construyó unas andas,
cuatro indios le dieron alce
llevándolo a Cochabamba.
El veinticinco de noviembre
batalla de Sipe-Sipe,
mandaba la mala suerte
menos mal que vos no fuistes.
CONTRA CAUDILLOS
(milongón)
(Comienzo de la Guerra Civil)
relato:
Enero de 1819, combate de La Herradura.
Allí comprueba Paz la famosa táctica
de la infantería de Artigas.
"Ésta consistía en unos hombres armados de fusil
y bayoneta que venían montados habitualmente,
y que sólo echaban pie en tierra
en ciertas circunstancias de combate.
Cuando estaban desmontados nunca
formaban en orden unido y siempre iban
dispersos como cazadores; formaban parejas
y para ello hacían servir sus amistades
y relaciones personales, de modo que
tenían ese vínculo más para protegerse
mutuamente y no abandonarse en el conflicto.
Esta era parte de la táctica de Artigas,
con la que había triunfado de los ejércitos
de Buenos Aires y que, a juicio de aquellos
caudillos, era el último esfuerzo del ingenio humano.
canto:
De a caballo y en parejas
el gauchaje se extendía.
Eran las mañas de Artigas
puro coraje y destreza,
en un ojo la certeza
del balazo les reía
cuando seguros ponían
las patas sobre la tierra,
o en una loca pirueta
montaban si los corrían.
Esa rara infantería
mezcla de gaucho con potro
desorientaban al otro
bando de artillería.
Gentecitas que seguían
la causa de la milicia,
no les bastó la pericia
que otorgó la independencia.
Hacía falta la ciencia
del "Manco" José María.
Y así fue que lo mandaron
de Córdoba a La Herradura.
Allí quedaron en tumbas
montoneros que pelearon,
y que fueron degollados
por sus propios compañeros
que en retirada partieron
rumbo a Villa del Rosario.
Les debió doler las manos
pero lo mismo lo hicieron.
Retumba el tumbo
de tanto tiempo
de tumbo y tumba
de tumba abierta.
Y en tantos tumbos
que el tiempo tumba,
tumbaron tantas
tumbas sin ton.
LA VÍSPERA
(tercetos)
relato:
Nuevamente a sus pies, está Córdoba.
parado en los Altos Mataderos
le seguirá oteando el rastro a Quiroga.
Aunque es de noche, sabe el paradero...
allá lejos, denuncia La Tablada
hileras de fogones por senderos.
El pozo de la ciudad bostezaba
el último bostezo perezoso
contagiando las bocas de las armas,
que se recostaban sobre los fosos
alargados de todas las esquinas
por velar un descanso generoso.
Quiroga dispone una arremetida...
por la calle ancha que da al convento
de San Francisco salió la partida.
Fue derecho a suicidarse en el fuego
de toda la fusilería unitaria
aferrada al borde del parapeto.
Antes de llegar no más, resbalaban.
La muerte, como una víbora herida
en forma de hombre se contorsionaba.
Tiritando quedaba en las esquinas
tratando de reptar hacia su cueva
con el último esfuerzo de la vida.
Sobre el Pucará, el General queda
observando ventajas del camino
posible para arremeter sus fuerzas.
Se decidió hacerlo por el río,
el que bordeando la "chacra de Arisa"
le ofrecía el paso preciso.
............................
Al aclarar, ganaba la cornisa.
Por los ojos del rocío miraba
duplicadas las tropas enemigas.
Está al frente del campo de batalla.
Va a la cabeza de sus tres columnas.
Un clarín estremece "La Tablada".
EL TRIUNFO DE LA TABLADA
(marcha y poema)
relato:
Al Noroeste, Córdoba abre un llano: La Tablada.
Las noches caen redondas sobre su legua cuadrada.
El río, arrastra sus aguas agazapado en las sombras
donde se asombran las hondas grietas de las hondonadas.
Un monte de árboles altos, eriza en la parte norte
el reino de los pájaros con funerarios colores...
... estremecido horizonte donde el puma deja el rastro
y se bebe hasta el ocaso en un charco color cobre.
El llano de La Tablada está pálido de luna...
Abajo, los topos cavan el cimiento de las tumbas.
Un helado viento zumba en la oreja dilatada
de toda la caballada que va en galopes de espumas.
Las cargas se sucedieron una a una como rayos
de un temporal sin remedio.
Paralelos fusilazos enrielaron de a pedazos
la adquisición del terreno, que fue pagado con cuero
y sangre de los soldados.
El enemigo arrollado se replegó a la reserva.
Allí estaba Quiroga... el nervio del ejército...
lo más grande de la tropa. Más que un hombre.
Tigre y medio.
Andaba en el entrevero de a caballo "meta y ponga"
dando el coraje a su tropa, gritando a los cuatro vientos:
- El que vuelva es hombre muerto. No lo quiero
de mi lado!!! -
... Mientras gritó resistieron,
cuando habló, replegaron.
............................
El reino de los pájaros destronado por el miedo
dejó su trono al incendio de las armas y volaron.
............................
Como tantas en el llano la noche cayó redonda.
El monte de árboles altos lo cobijaba a Quiroga.
Su gente ya estaba pronta volviendo caras al campo
cuando un atronado canto cantaba sobre las copas.
Quien cantaba era la boca de toda la artillería unitaria,
que era poca... doscientas plazas serían.
- General José María...
(dice entre dientes Quiroga)
de su gloria a mi derrota hay un trecho todavía... -
... Pero el trecho fue una pena.
Coraceros y Dragones removieron las arenas.
Avanzaron los cañones.
El pasto, como los hombres, yacía sobre la tierra
donde las moscas de fiesta querezaron escuadrones.
............................
Su barba fue coronada por lloviznas de pólvora.
Una mueca desolada se le estiraba en la sombra
desgarbada de la boca.
Por su suerte en La Tablada.
Por su gente masacrada.
Y por tantas otras cosas.
Paz, ganaba la batalla.
Su espada se alzó en victoria.
LA CHAYA DEL TIGRE
(chaya)
canto:
Si Quiroga perdió en La Tablada
no es cobardía porque sabía
defenderse con una muralla
de hombres que ardían de valentía.
Lo hemos visto luchar
con su lanza infernal
y su barba de diablo.
Lo hemos visto pasar
de a caballo y rugir
como un tigre cebado.
Si Facundo salió en retirada
sin un peligro fue por descuido.
Fue buscando tropa reanimada
rumbo a La Rioja su domicilio.
Se ocupó en fusilar
a la gente capaz
de reírse en su cara.
Y a otros hizo marchar
sin fijarse en la edad
que los viejos cargaban.
Si La Rioja quedó despoblada
sólo en tres días fue tiranía.
Y si el pueblo callado marchaba
por ironía fue cobardía.
Lo hemos visto matar
y también rematar
al dueño de los bienes.
Lo hemos visto jugar
y por qué no trampear
si la suerte no viene.
Y si al año siguiente Quiroga
es fugitivo desde Oncativo,
con lo que le queda de tropa
lo busca a Rosas quien le da abrigo.
Lo hemos visto correr
de a caballo y volver
la cara con espanto.
Y es que da miedo pensar
que lo puede alcanzar
con su espada aquel "Manco".
LA BOLEADA
(marcha lenta)
canto:
Marchaba por un camino
derecho rumbo al peligro.
Paisano viejo el "baqueano"
el sendero equivocó.
Flameaban los trapos blancos
los mismos que usa su bando.
¡Caramba!, son federales...
¡Qué tremenda confusión!
Regresó sobre sus pasos
con un galope tendido,
lo siguió el gaucho Zeballos
y ya todo terminó.
Boleadoras pampas,
bolearon su suerte.
Gusto a pasto,
susto a muerte,
el "manco" cayó.
Adiós General,
¡adiós!...
MIL OCHO TREINTA Y CUATRO
1834
(malambo-candombe)
relato:
En 1834, se afila el cuchillo federal.
La garganta de los unitarios está lista,
de oreja a oreja es la sonrisa que le exigirán.
La orden es tan fría como el que la dicta:
Resistan o no resistan, la orden se cumple igual.
canto:
Violón y violín,
violín y violón.
Viva Juan Manuel
El Restaurador.
Perros unitarios
ladraba el clamor.
Muera el "Manco" Paz
se alzaba la voz
de los federales.
Violín y violón.
Cansado de guerra y sangre
mi pueblo busca la paz.
Ya todos son federales
algunos por miedo y pan.
Violón y violín...
En mil ocho treinta y cuatro
se pone rojo hasta el sol.
Todos reclaman la sangre
del unitario traidor.
Violón y violín...
ROMANZA CAUTIVA
(romanza y poema)
relato:
En su apretada pupila por el peso del encierro
se le notaba el desvelo como un tajo de cuchillo.
Llega el año treinta y cinco, marzo, día treinta y uno.
Un haz de luz, como el humo, invadiendo los rincones
sepulta los sinsabores del cuarto año en presidio.
- ¿Qué será de ti, bien mío?... ¿Qué será de ti, pequeña
Margarita, que te llegas a sobrellevar mi vida?...
Sobrina, mi dulce niña, esposa hoy de mi suerte...
¿Que tal vez sea la muerte nuestro regalo de bodas?...
Yo sé que nada te asombra por eso estás a mi lado.
Ella tiene veintiún años, es Margarita Weild Paz.
Su rostro, tiene bondad y pureza como el niño.
Él, como el acero. ¡Frío! Calculador de batallas.
Señor don Juan de la espada, nada sabe de amoríos,
que se casa en el presidio por tener templada el alma.
¡Qué luna tan herrumbrada golpeó esa noche en los vidrios
de aquel austero edificio, la Aduana de Santa Fe!
¡Señores!... ¡Luna de miel!... (vaya con tanta dulzura).
Aunque a él le sobra ternura para aguantar eso también,
se abraza con el desdén y en el sueño se derrumba.
En su oído, le retumba el adiós de la escalera,
que delata en su madera bajo el peso de los tacos
poniendo en el piso alto el anuncio del que llega,
o aquél que triste se aleja con tintineos de grillos.
- No me olvido de los indios que marcharon al degüello.
¡Qué destino tan de perro escuálido! ¡Tan sin nombre!,
tuvieron aquellos hombres, indios pobres por demás.
¡Cómo no se iba a extrañar de contar con su garganta!...
Mas, cuando las amenazas de Cullen se pregonaban
de boca en boca y golpeaban la puerta del calabozo.
Catedral de su desposo. El hogar de su familia.
La pena de su alegría. La mayor parte del todo.
Cada cual tiene su modo de albergar las esperanzas.
- ¿Libertad es lo que falta?, encerrados duraremos.
Pero, hummm... con que mi sueño se nos cumpla.
Margarita.
CAAGUAZÚ
(canción)
relato:
Pero los sueños muy rara vez se cumple,
menos para este hombre a quien el destino
le deparó tan mala suerte.
En el ámbito caudillo hay una baja y una suba:
la muerte de Juan Facundo Quiroga
y el segundo gobierno de Rosas.
Fue entonces cuando Paz baja por primera vez
las escaleras de la Aduana.
En abril de 1839 lo trasladan a Buenos Aires
después de haber cumplido el encierro de Luján.
No por eso cambia su horizonte.
Sigue llevando sobre sus ojos la oscuridad del calabozo.
Tiene entonces la ciudad por cárcel.
Un año más tarde, rompe su cadena disparándole al soborno.
En Corrientes lo recibe el mes de agosto
y lo radica en Villa Nueva.
Organizar un ejército sin hombres,
¡hummm... tamaña tarea!
En tres meses lo logra. El 28 de noviembre de 1841
en Caaguazú lo prueba.
canto:
La sombra de toda la noche,
borrón de soldados,
cruza por el paso de Caaguazú.
Nadando tras de los caballos
con la ropa al hombro
delata que es hondo el: hui pu ju ju jú.
En tanto, las ropas de Echagüe
duermen el cansancio
que les diera el manco el día anterior;
brilla en los ojos de los correntinos
el coraje antiguo
de pupila azul.
Un alarido en los clarines.
La carcajada en los tambores.
Cierran un ojo a los fusiles,
y abre la boca de los cañones.
Caaguazú, Paso del Corrientes,
en la colmilluda boca del caimán,
puso la alegría de la artillería
como si ella fuera fuego artificial.
La aurora casi desvelada
levantó su cresta
como una protesta de rojo color.
Y el monte, se paró de un salto
como un buen aliado
poniendo al reparo los ojos del sol.
La tregua terminó de pronto
cuando en los esteros
consiguió su anhelo el General Paz.
Tembló en la sangre de los federales
el miedo de Echagüe, desastre final.
Un alarido en los clarines.
La carcajada en los cañones.
Cierran un ojo a los fusiles
y abre la boca de los cañones.
Caaguazú, Paso del Corrientes
en la colmilluda boca del caimán,
puso la alegría de la artillería
como si ella fuera fuego artificial.
EL EXILIO
(canción fronteriza)
canto:
- ¿De qué vale la gloria y
cinco batallas ganadas?...
- De nada vale tu espada
envainada en el Brasil.
Aquí estoy en el Brasil
disfrutando la pobreza.
Chacarero nunca fui
pero aún me sobran fuerzas.
De lo mucho que perdí
a mi esposa Margarita
y el derecho de mi vida
que es volver a mi país.
Qué vida tan confundida
José María chacarero.
De nada vale tu espada
envainada en el destierro.
¿De qué me vale la mano
con cinco dedos perdidos?...
Aguántate en el exilio
no tienes a qué venir.
Agradezco a mi país
el apoyo que me ha dado.
Ya más no puedo pedir,
me dio un puesto en el arado.
De lo poco que perdí
entre fariña y porotos
sólo fue en provecho de otros
unitarios en Brasil.
Que venían a escuchar
Que bla blá... que bla blá...
Los recuerdos de la guerra.
¡Qué gran pena tuvo el "Manco"
tan difícil de contar!
CANTO MONUMENTO
(letanías)
relato:
El General Paz regresa a su patria después
de los acontecimientos de Monte Caseros.
Con la brillante defensa obtenida en el Sitio
de Buenos Aires envaina para siempre
el brillo de su espada.
El 22 de octubre de 1854 la muerte se lo lleva
a la región gloriosa de los héroes. Sobre su
ataúd hay un adiós de plumas blancas para
unitarios y federales.
canto:
Era la patria una muchacha
sola y sin dueño. Pero el empeño
de gobernarla y acapararla
hizo que un día José María
se alzara en armas junto a las almas
por los caudillos que eran padrillos
de pura sangre y puro valor.
Nadie creía, José María,
que en Venta y Media todo fue pena.
Sobre tu codo entraba un plomo.
nadie decía, José María,
que era una bala bien destinada.
Era un espanto saberte manco.
Tu monumento fue un brazo muerto
y tu esperanza, Constitución.
Fue encarcelado por unitario.
Los federales no son culpables.
Era la vida tan confundida,
era el porteño rey de los sueños
y el provinciano sólo un hermano
de la desgracia y no de la gracia.
Tus intenciones fueron razones
que nunca oyeron en la ciudad.
Ser unitario era un pecado
y su consuelo era el degüello.
Todos bailaban la condenada
danza del frío bajo el cuchillo
de la mazorca, y la voz ronca
del que moría te estremecía.
Hasta tus huesos iba el reflejo
y hasta la gloria tu sinsabor.
Gloria, gloria,
gloria a José María,
gloria al Manco Paz.