Cap. 3 el transito

Publicado el 23 noviembre 2019 por Carlosgu82

CAP. 3 EL TRANSITO

El tránsito, así le llaman al hecho de que alguien se muere y lo llevan a la funeraria.

Así ha sido hoy en el caso de la persona que estaba a mi cargo, cuidándola. Esta semana dejó de existir, dejó de padecer, sufrir o sobrellevar una enfermedad, que como tal no era, sino más bien, eran los años que, como dijo un médico, “es el precio que se paga por vivir tantos años”.

No se puede expresar el dolor que uno siente cuando esa vida deja de existir. Ates del desenlace, minuto a minuto ves el sufrimiento que tiene y que ha tenido para poder llegar a ese punto de su vida, su vida que cambia a no existir.

Durante años ha llevado una vida que no ha sido vida, una existencia de no nada, solamente por estar viva, porque las células se reproducían. Existía gracias a esa vida que corría por sus venas, “quieras o no quieras”, sin tener vida propia, no disfrutando de nada, solamente respiraba y vete a saber que pensaba en estos postreros días.

Su vida se agotó este jueves, sobrellevada por su enfermedad, su cuerpo ya no aguanto más. Dijo adiós sin decir nada, un sonido como de balbuceo salió de su garganta y así acabó del todo.

Cuando miras atrás y visualizas la vida que viste que vivía, sus movimientos, su sonrisa, las fiestas que se hacía en el jardín con amigos, la piscina, los pasteles que le gustaba hacer y esos brazos de gitano de crema pastelera que le salían tan bien, los bailes delante de la cámara de vídeo gozando de la música, bailando pasos aquí y allá, sus lágrimas y sollozos, las penas que le tocaron vivir durante la niñez, y que ella me explicaba, las vivencias de la juventud junto a sus padres y después cuando encontró la compañía que sería de por vida, las explicaciones que hacía junto con las fotos de la familia que podíamos visualizar esas explicaciones y que vivió feliz junto a su marido, luchando, eso sí, como todo ser vivo de esta tierra, sin poder escapar de nada. Tampoco pudo hacer nada cuando se le fue ese compañero que había encontrado y que gozó de él hasta que también se enfermó y murió. Recuerdas todo esto y se te hace una visión turbia, por rabia, por desespero de no poder hacer nada. Por no poder volver hacia atrás y cambiar algo que diese un giro a los acontecimientos actuales. Viste cómo su energía quedaba en nada durante años, mermando poco a poco, años en que estuvo enferma. Era una vida postiza.

Todo empezó con una simple caída y resbaló de un vado, ¡hace ya tantos años!

No pudo disfrutar de la jubilación pues fueron durante esos años en que ocurrió todo.

Cómo, porque, piensas. No puede ser que por una simple caída que otras personas también sufren (fractura de fémur), y que se recuperan, pueda llevar a estar de la manera como ha estado durante tantos años. Si sumamos las 5 operaciones, el dolor ininterrumpido, la soledad de no poder moverse, ni siquiera para ir al médico. Estar confinada en casa por no poder bajar ni las escaleras, (pues es una escalera de difícil acceso), todo esto hace que una vida que sea amarga, sin ilusión.

Durante todo este tiempo la estuve cuidando, a su lado, soportando su enfermedad, cuidando de cada parte de su cuerpo, vigilando las heridas existentes y las nuevas que le salían. Uno no se puede hacer el cargo hasta que lo vive.

Mi vida giró en torno a la suya durante todo este tiempo que ella estuvo confinada al interior de la vivienda  y después en la cama, sin poder salir ni levantarse de ella.

Yo no podía hacer vida propia, vigilándola. Y cuando sí salía, era para resolver asuntos urgentes, tanto los de ella como los míos, pero nada más. Eso sí, dejándola al cuidado de una persona, pues necesitaba constantemente de otros para coger y usar cualquier cosa que necesitase, fuese de la cama que estuviese “a tiro de piedra”, junto a ella, o lejos en la mesita de noche, pues ni siquiera atinaba a encontrarlo, o necesitando la comida, los masajes en las piernas, manos y brazos, las atenciones de un cuidado especial por ser una persona delicada. En cuanto se le cogía con un poquito más de “fuerza” le salían en los brazos unos cardenales y moratones que eran lo peor que se puede ver en la piel, negros como el azabache. Luego, si le volvían a coger por el mismo lugar, (como ocurrió en los hospitales que estuvo ingresada recientemente, y las cuidadoras extras que tuvo en casa), se le rompía la piel y se le formaban unas heridas en los brazos que daban pena. Luego había que curárselo y en los hospitales se esmeraban en hacerlo, parecía que esas heridas eran muy importantes, (más valía que hubiesen tenido muchísimo cuidado en no provocarlas).

Con todo lo que me he quejado durante todos estos años de su enfermedad, por no poder salir y hacer mi vida, la desesperación de estar confinada a una casa sin poder salir, y lo que a mi punto de vista es más importante, buscar trabajo con el cual formar mi vida y mi sustento, ahora, en estos momentos que yo ya preveía en los cuales pasaría que ella se iría y me dejaría, que no podría volver a tener mis años de más juventud, donde la fortaleza gana respecto a otras cosas y puedes enfrentarte a esta pena que tengo ahora mismo dentro de mí y que ningún consuelo me lo quita porque las palabras de consuelo que me han dado se las lleva el viento y los problemas que no pude solucionar mientras ella estaba viva siguen estando aquí, aun así sigo diciendo

“ POSDATA: TE QUIERO MAMÁ”