Caperucita Roja, reescribiendo el cuento

Por Candreu
Entre los buenos ratos de esta semana me llevo una conversación con algunos padres de niños de Educación Infantil de un colegio de Barcelona. Una profesora nos contó que los niños de hoy en día han cambiado bastante la forma de reaccionar ante el clásico cuento de Caperucita Roja.
Al parecer, a los niños les mueve menos la moralina y buscan más la coherencia y la sensatez y por eso piensan que la familia de Caperucita Roja no era muy ejemplar. Una madre que tiene a la suya, con tantos años, abandonada en el bosque no parece una madre muy cariñosa. Si además le deja a su hija adentrarse sola en el bosque parece un poco irresponsable. Lo lógico hubiera sido que ella hubiera acompañado a su hija en ese arriesgado viaje. Algunos niños ponen lógica al cuento y entienden que Caperucita pidió y pidió a su madre ir sola a casa de la abuela y su madre le consintió el capricho. A partir de ahí el lobo hace lo que tiene que hacer: recibe toda la información de la tontita Caperucita y se adelanta para comerse a la abuela y luego comerse a la niña a la que no perdonan su despiste de no ser capaz de distinguir al lobo de su abuela por más disfrazado que estuviera. .
Aunque no nos demos cuenta, los niños, con sus lágrimas y enfados, van estudiando y tanteando todo sin cesar, tratando de delimitar hasta dónde puede llegar su libertad y su poder. Los que tenemos niños, hemos experimentado que desde que tienen apenas un año simplemente mirando la cara del padre o de la madre son capaces de discernir si lo que están haciendo tiene su aprobación o desaprobación.

Cuanto más se mima a un niño (ojo, no confundir con se quiere) más indefenso se le deja. Con el paso del tiempo, los hijos verán en negativo el abandono que supone haberles mimado. Cierto es que se les habrá ahorrado sacrificio, pero se les habrá limitado mucho las oportunidades de fortalecer su voluntad. Si diéramos a nuestros hijos todos sus caprichos llegaría un momento en que veríamos que aquel ser maleable y dócil se ha convertido en una fiera independiente imposible de ser domada. Y lo que es peor, él también será consciente de la parte de culpa que tenemos.

Por contra, si educamos a nuestros hijos en el esfuerzo y la exigencia personal, estos siempre nos agradecerán el enorme tesoro que les hemos dejado.