Capitán de mar y guerra

Publicado el 27 septiembre 2013 por Santiago Tuñez

Las calles de la capital española devuelven aroma de derby. Juegan Real Madrid y Atlético de Madrid en el Santiago Bernabéu. Será su primera lección de honor tras la final de la Copa del Rey jugada en mayo pasado. El Colchonero bebió esa noche el champagne de la gloria y, desde el banco, Cholo Simeone paladeó su tercer título en el club. Ya había degustado la Europa League y la Supercopa de Europa en 2012. Hoy, su equipo es uno de los líderes de la Liga, junto con Barcelona, y se planta firme en el combate por el título. Todo lo contrario a lo que ocurría en diciembre de 2011, cuando se alejó de Racing y llegó a Madrid. Atlético estaba décimo en el torneo local y venía de ser eliminado en la Copa del Rey. No encontraba las coordenadas en las aguas. Simeone se hizo cargo del timón y soltó algo más que decisiones tácticas. Su discurso de liderazgo infló el carácter del plantel. Creció el ánimo. La convicción por animarse a más. Un manual de estilo ganador descrito por el propio Cholo en el libro El efecto Simeone, la motivación como estrategia. Pasen y lean.

El liderazgo dentro de un grupo no se elige. Vos no decidís que querés ser el líder de un equipo. Es el propio equipo el que te sigue porque vos tenés una serie de características que te diferencian del resto. Ese es mi caso. No trato de buscar ese liderazgo dentro de un grupo. Sé que lo tengo. No se puede entrenar, es natural, se da, y no hay que pensarlo más”.”Desde chico ya mostré una gran capacidad para asumir responsabilidades. SIempre era capitán de los equipos en los que jugaba. Puede que estuviera predestinado para ejercer una labor de conducción de grupos, de persona con soluciones para gestionar personas y convencerlas de la benevolencia de mis ideas”.

“A mí no me importa que el hecho de exponerme más que el resto por esa labor de liderazgo dentro del grupo me genere críticas. Soy de los que prefieren dar la cara, atacar los problemas, no callarme y pasar inadvertido. Incluso voy más allá. Me muevo mejor en un entorno con problemas que en otro que se caracterice por la tranquilidad”.

“Es muy importante la labor de seducción del grupo. Hay que cautivarlo con tus palabras, con tus hechos, para llevarlo donde vos quieras, donde creés que es conveniente situarlo. De esta manera, empezás a poner la primera piedra para conseguir posteriormente el éxito. El grupo tiene que estar con vos, tiene que creerte. Si duda de vos o desconfía, las piedras empiezan a aparecer en el camino”.

“Cuando llega a una final, mis jugadores ya saben cuál va a ser mi frase de cabecera. Las finales no se juegan, se ganan. No importa cómo vas a jugar, ni contra quién, porque el rival no lo elegís vos. Lo que se recuerda luego con el paso de los años es quién ganó y nadie retiene en su cabeza si el juego fue lindo o no. En los libros sólo quedará marcado para la posteridad el nombre del campeón”.

“En la vida, y por supuesto en el fútbol no hay que dejar pasar los tiempos. Los problemas hay que afrontarlos cuando aparecen, porque si no lo hacés se convierten en una bola de nieve que va creciendo con el paso de los días. Es un error extendido dejar pasar determinadas situaciones conflictivas con la confianza de que el tiempo lo solucione, y permita continuar como si nada hubiera pasado. Si actuás así, te equivocás, perdés. Los problemas nunca se resuelven solos”.

“Al final, lo que termina atrayendo hacia vos al futbolista es la capacidad que tenés para llegar a él con sus palabras. Debés poner en marcha tu poder de convicción. Si no tenés capacidad, el convencimiento ya da igual”.

“Quiero que los problemas se afronten con naturalidad y no evitándolos, porque luego ya se sabe que es peor. En las concentraciones comen todos juntos y todos se relacionan. Todos se miran a la cara. Ese es el mensaje”.

“Soy de los que defienden que se juega como se entrena. Y un entrenamiento es la mejor versión para que un entrenador compruebe quién quiere jugar y quién no”.