Capítulo 20. Las historias de mi radio

Por Manuel Gonzalez Garcia
Cuando era niño, un día trajeron a mi casa una caja grande con un cristal oscuro en un lateral,  recuerdo de aquel día la preocupación de mis padres por buscar un sitio en la casa donde colocar aquella extraña caja, con los años la caja presidiría el salón, pero en aquel momento en mi casa y en muchas otras, el salón lo presidia otra caja, de la que salían familiares voces que convivían con nosotros en la intimidad del hogar.Aquella caja de voces tenía otras hermanas de menor tamaño que nos acompañaban en otras habitaciones de la casa, por ejemplo cuando jugábamos a los pies de mi madre y de mi abuela que repasaban su costura mientras Elena Francis instruía a las mujeres de la época. Hacia todo tipo de recomendaciones, desde una simple receta de cocina que demandaba alguna oyente en su carta, hasta los cm2 de piel que podía tocar su novio a otra oyente sin que fuese pecado, con los años descubriríamos que Elena Francis era un señor, bastante machista, que con sus guiones colaboraba a mantener el orden cultural establecido por el gobernante de la época.Otro recuerdo radiofónico era el de otra caja prima de la nuestra, esta estaba peluquería donde me cortaban el pelo de niño, aquellos dos barberos eran bastante marujones y si no tenían también la compañía de Elena Francis, tenían las peticiones del oyente donde sonaban todas las tardes las canciones de Antonio Machin , con “Madrecita del alma querida.....” dedicada por algún hijo a su madre , o “Conductor, amigo conductor...” dedicada por algunos hijos y esposa al padre como complemento de aquel “No corras Papa” que se llevaba con las fotos de la familia en el salpicadero del coche.Otro recuerdo atosigante y estresante era oír todas las mañanas un programa en el que combinaban noticias breves con publicidad y con el anuncio de la hora minuto a minuto, era como un reloj vivo que tuvieses detrás de la oreja y que te estuviese recordando que llegabas tarde al cole, para colmo el   programa te frustraba porque narraban un pequeño cuento en tres partes entre el resto de noticias , publicidad y anuncio de la hora, y como tenía que salir para el cole me quedaba sin oír todas las mañanas el desenlace de aquel cuento en su tercera entrega.También eran familiares Perico y Periquín, y los Porretas, en mi caso más los segundos que los primeros, llegábamos mis hermanos y yo a despertarnos a las 9 de la mañana en plenas vacaciones de verano , para escuchar las peripecias de la familia Porretas liderada por el espabilado abuelo alrededor del cual giraban las historias de toda la familia.También era el medio de conocer los chascarrillos del equipo de fútbol de tu ciudad, en los programas locales o en el carrusel deportivo, las tardes de domingo, mientras hacia los deberes y comprobaba según iban terminando los partidos que no me había tocado la quiniela.Muchos partidos los oía radiar, imaginando a los jugadores, ya que aunque ahora podemos ver todos los partidos de la jornada en televisión, entonces solo se podía ver uno o ninguno. Y los resúmenes de los partidos no los podíamos ver hasta el lunes por la noche cuando de todas las ciudades habían llegado los motoristas con las películas de los partidos para hacer el primitivo estudio estadio con su moviola.En cuanto a la política y a la información la radio nos mantuvo al tanto de lo que ocurría en aquellos años de la transición española, que tuvo su mayor protagonismo en aquella noche de los transistores del 23-F , noche en que la radio no cayo mientras la televisión permanecía muda, esta labor informativa también la cumplió la radio en los años 30 y 40 del siglo siendo notaria tanto la guerra civil española como de la segunda guerra mundial.Y ahora adentrándonos ya en la segunda década del siglo XXI aunque ha perdido ya ese lugar de presidencia de los hogares, sigue siendo compañera inseparable de casi todos nosotros.