Capitulo 6. Ausencia en el Horizonte

Publicado el 18 agosto 2023 por Johnny Zuri @johnnyzuri

Capitulo 6. Ausencia en el Horizonte

Las tardes en Xerxes eran una mezcla surrealista de tonos anaranjados y violetas, con destellos rojizos que aparecían y desaparecían en el firmamento. El paisaje, aunque extraño y alienígena, tenía su propia belleza serena que Aidan había llegado a apreciar con el tiempo. Esa tarde, Aidan había elegido un promontorio cercano a la pequeña base de aterrizaje desde donde podía tener una vista perfecta de la llegada de Elara.

Llevaba ya más de una hora esperando. Con cada minuto que pasaba, la ansiedad crecía en su pecho. Era raro que Elara se retrasara sin avisar. La tecnología les permitía mantenerse en contacto incluso a distancias interplanetarias, pero ese día, el silencio era su única respuesta.

Aidan se frotó los ojos, cansados de escrutar el vasto espacio en busca de algún indicio de la pequeña nave de Elara. Volvió a comprobar su comunicador por enésima vez, pero seguía sin recibir ningún mensaje de ella. La soledad, un sentimiento con el que estaba demasiado familiarizado, comenzó a acecharle nuevamente.

Las sombras se alargaban y el crepúsculo se cernía sobre el paisaje. A pesar del frío, Aidan decidió esperar un poco más, alimentando la esperanza de que quizás hubo un retraso o alguna complicación menor. Sin embargo, cuando la oscuridad se apoderó completamente del horizonte y las primeras estrellas comenzaron a brillar, tuvo que aceptar la cruda realidad: Elara no vendría esa noche.

Con el corazón pesado y la mente llena de preocupaciones, regresó a su refugio. Todo lo que había descubierto en los documentos regresó a su mente, sumiéndole en un mar de paranoias y teorías. ¿Y si Elara había sido descubierta? ¿Qué si aquellos poderosos detrás del maquiavélico plan se habían enterado de sus encuentros y de lo que había descubierto?

Pero otra parte de él, la que había aprendido a amar y confiar en Elara, se resistía a creer que algo malo le hubiera pasado. Quizás había alguna explicación lógica, quizás solo era un contratiempo temporal.

A pesar de todo, esa noche Aidan apenas pudo dormir. Se revolvía en su cama, atormentado por la incertidumbre y el miedo. Cada sonido le ponía en alerta, esperando que en cualquier momento, la puerta se abriera y Elara entrara con su sonrisa radiante, riéndose de sus preocupaciones.

Pero el amanecer llegó, y con él, la realidad de que algo estaba terriblemente mal.

Búsqueda entre estrellas

Con el tiempo, las instalaciones que una vez le dieron refugio y comodidad comenzaron a parecerle una prisión. Los días se fusionaron en una monotonía perpetua, donde la única diferencia entre ellos era la profundidad creciente de la desesperación de Aidan.

Paseaba por el planeta, visitando los rincones que una vez compartieron, como si esperara que en uno de esos lugares encontrara una pista, un rastro, cualquier señal de Elara. Incluso regresó a la compuerta subterránea, pensando que tal vez había algo más allí que pudiera ayudarle. Pero la sala de máquinas seguía siendo un enigma.

Cada noche, lanzaba mensajes al espacio, esperando alguna respuesta, algún indicio de que Elara estaba bien. Pero siempre era recibido por el mismo silencio ensordecedor del vacío.

Una tarde, mientras caminaba por el borde de uno de los muchos cañones de Xerxes, se detuvo para mirar al espacio. Las estrellas brillaban con una intensidad que nunca había notado antes, cada una de ellas un mundo distante y misterioso. Fue en ese momento que una idea comenzó a formarse en su mente: si Elara no regresaba, él iría en su búsqueda.

Aidan se dedicó a su nuevo propósito con una determinación feroz. Comenzó por revisar y restaurar una de las naves que habían quedado abandonadas después del accidente. La tecnología estaba más allá de su comprensión inicial, pero con el tiempo, y con la ayuda de los registros y manuales que encontró, comenzó a entender lo básico.

Meses pasaron mientras reconstruía la nave, reparando sus sistemas y preparándola para un viaje espacial. Cada tornillo que ajustaba, cada cable que conectaba estaba imbuido de su esperanza y deseo de reunirse con Elara.

Finalmente, el día llegó. La nave, aunque un poco peor por el desgaste, estaba lista para despegar. Aidan se detuvo un momento antes de abordar, mirando hacia atrás al planeta que había sido su hogar y prisión durante tantos años. No sabía qué le esperaba allá afuera, pero estaba listo para enfrentarlo.

Con un rugido, los motores cobraron vida y la nave se elevó, dejando atrás a Xerxes y adentrándose en la inmensidad del espacio. Aidan no sabía hacia dónde se dirigía exactamente, pero su corazón le decía que, de alguna manera, encontraría a Elara. Porque la conexión que compartían no podía ser rota, ni por la distancia ni por las conspiraciones de poderosos.

Mientras la nave se alejaba, en la pantalla de navegación, un punto parpadeaba con insistencia: un mensaje, una señal. Alguien, en algún lugar del espacio, estaba intentando comunicarse con él. Y Aidan, con esperanza renovada, ajustó su curso para seguir esa señal, con la esperanza de que lo llevara de regreso a su amor perdido.