Unas garras de metal se cierran sobre sus dedos. El corazón de Raúl recorre un rápido camino hasta su garganta. Se siente un niño en una pesadilla. Intenta gritar, pero sólo emerge de él un sonido ratonil. El bulto se yergue frente a él, y de pronto no es la abuela, es una descomunal figura acorazada, un buque salido de otros tiempos que le aprieta contra sí casi con pasión. La mano que le ha apresado se cierra sobre su boca. Un olor a sangre, a sudor rancio y añejo, insulta sus fosas nasales. Raúl se encuentra mirando dos ojos prístinos, lúcidos y a la vez desesperados, dos puñales del tono azul claro de las mañanas en alta mar.
"El Baile de los Secretos" de Jesús Cañadas