Capítulo VII
“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca,
voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si
por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta
cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar,
hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que
mi mano elige y te dibuja en la cara...”
CORTAZAR, Rayuela, Cap. VII.Cuando leas esto, vas a estar sentada en la estación, esperando el tren. No preguntes como lo sé, aunque me juego la tinta que llevo escrita que no me equivoco. Porque no trato de alarmarte, pero hay veces que la realidad es tan finita e imperceptible, que aunque no te hayas dado cuenta, todo lo que está a tu alrededor no es verdad. Depende de donde lo mires... quizás, todo lo que viviste antes fue mentira. Es una situación rara, difícil de comprender, hasta que lo asimilás. Pero aunque te imagines que, si vos estás sentada en la estación, esperando el tren, vaya a aparecer yo como por arte de magia, estás confundida. No voy a aparecer porque ya estoy contigo. Fue muy duro el traslado, pero aún no es tarde para darme cuenta que todo lo anterior fue en vano. Una mirada dice más que mil palabras, y ver detenidamente tus ojos, fue una contestación clara, que mostró cuán inútil fue mi hablar. Pero había una fuerza superior, algo inexplicable, que anulaba mi razonamiento, y me empujaba una y otra vez hacia vos, una escena que se transformaba en una tortura dantesca, sangrar y volver a sangrar por dentro.Ahora debo admitir que es distinto, porque estoy con vos, sin que te des cuenta, satisfecho aunque algo intranquilo, porque no sé que me depara el destino cuando mi cuerpo gire, o vos lo hagas girar, tus dedos controlándome, como antes lo hacían tus ojos. Pero igual me llena la vida de expectativas, porque solo así lo imposible puede suceder. Es caminar bajo otro aire y otro sol. Estás sentada en la estación, esperando el tren, pero quizás percibas que pasaron delante de vos la Maga y Erdosain. Puede que no los conozcas, pero si sucede, tendré esperanzas. Sabré que estoy más cerca tuyo, a menos de un capítulo de distancia. ¿Nunca pensaste en algunos momentos, que toda tu vida ya está escrita? ¿qué por más que sientas que hay otro camino, no tenés posibilidad de transitarlo? Eso puede ser porque, en efecto, no tenés escapatoria. Hubo otros tiempos en lo cuales los dioses estaban más cerca de los humanos, e incluso a veces interferían de manera directa y arbitraria. Quizás tu vida está siendo leída por Zeus en este preciso instante... “Ella estaba sentada en la estación, esperando el tren...” ¿Será posible?Sin embargo, no sos igual a todas. Y eso quizás sea alarmante o estimulante. Estuve enhebrando diversas teorías sobre tu origen, e incluso llegué a pensar que no pertenecías a este mundo. No obstante, buscaba el modo de acercarme a vos. Y no sé en qué momento fui absorbido por tu aliento, pero no pude permanecer porque tu historia estaba escrita, el mejor fruto caído del árbol del deseo y la sabiduría tenía dueño. Y la ansiedad me detiene, trato de estirar mi destino porque si fracaso no tendré otra oportunidad... Estás sentada en la estación, esperando el tren. Zeus te está leyendo.Transitaste varios capítulos, pero no lo notaste. A decir verdad, el único que los contaba era yo, porque esperaba la vuelta de página que nos uniera, sea en el capítulo dos, diez o en el epílogo. Pero todavía falta, y es inútil esperar que se de en tu historia. Cada día que pasaba, me hundía cada vez más y no eras capaz de tenderme la mano. Capaz no querías, o no podías. O el que se opuso era Zeus. Me sumergí en la incertidumbre buscando otra alternativa. Cuando quise especular con algún encuentro nuestro en las tertulias de los Amundsen, no viniste. Quizás porque ya estabas acá en el capítulo VII de mi vida, sentada en la estación, esperando el tren. Zeus te está leyendo. Y yo se que me estás mirando, alternándome con tu reloj, enfadada por la demora. Falta menos para que llegues a tu casa, espero que viajes sentada. Ojalá, debés estar pensando automáticamente, como un consuelo inútil por la hora que es, y fácilmente se transforme en batalla campal, en atropellos desmedidos. “Mi reino por un asiento”, gritará una vieja, apenas se abra la puerta del tren, y se agarre de los pelos con otra señora que le disputará el lugar. La lucha por la supervivencia. Y en ese momento pensarás que ahí tendría que intervenir Zeus, el hijo de Cronos, a apartar las bestias de tu camino. A esta altura, me encuentro tenso, tengo poca letra. Capítulo VII, preludio del Capítulo VIII. El destino tiembla en el aire, llegan a tus oídos restos de un susurro titubeante que dice “es mi última oportunidad”. Estás sentada en la estación, esperando el tren. Leyendo el final del capítulo siete, murmurando cada palabra para concentrarte, tus labios se mojan, entremezclan con el suspiro de un final. Una brisa te desnuda la frente, despeja tus cabellos que obstruían tu rostro serio y concentrado leyendo, acaricia tu boca, inevitable sentís como un beso prohibido no pide permiso. No tenía alternativa, era ahora o nunca, en el capítulo VIII no hay más que nada. Pasan la Maga y Erdosain. Zeus te está leyendo.