Caminaba por un pasillo oscuro. Me resultaba ciertamente familiar, puesto que sentía que había estado ahí antes, en algún momento de mi vida.Cada vez iba más y más lenta, puesto que las piernas me pesaban un tanto. ¿Cuánto tiempo llevaba andando? ¿Horas? ¿Incluso días? No sabía con certeza cuánto tiempo llevaba deambulando por aquel lugar inhóspito y con tan poca vida. Quería volver a casa junto a mis seres queridos, pero no sabía cómo volver.Escuché un ruido extraño. Di media vuelta y empecé a analizarlo en voz alta.-Es un sonido metálico, como si se hubiera caído un cubierto al suelo.No entendía el motivo por el cual hablaba así. Mi voz era neutra, como si no tuviera vida. Mi cuerpo empezó a moverse sólo, sin que yo le ordenase nada. Quise parar, pero no pude hacerlo.Mi mano abrió con delicadeza una puerta blanca que estaba a mi izquierda. El pomo tenía un tacto suave, y me fijé por ello que era de cristal. Cuando la puerta ya estaba abierta, me adentré en ella, insegura. Escuché cómo se cerraba la entrada de aquella habitación de un portazo. Mi cuerpo no tembló, pero por dentro sentía un miedo irracional.Tenía que tranquilizarme.Di un paso, y luego me fijé en lo que tenía en el horizonte. El cuarto era pequeño, y había una persona en su interior.Estaba tumbada, mirando el techo. Tenía las manos puestas en la cabeza, a modo de almohada, y parecía bastante despreocupado. Miré hacia mis lados y no vi nada. Estábamos solos él y yo.-Perdone… -Musité.Giró su cabeza hacia mí, y solté un grito, horrorizada.No tenía rostro.Se levantó de un salto, y se quedó mirándome. Mi cuerpo retrocedió, pero no fue porque yo se lo ordenara; estaba totalmente asustada.El peinado que llevaba me resultaba familiar, aunque no podía pensar mucho. A medida que se iba acercando, yo iba retrocediendo sin poder evitarlo, hasta que al final choqué contra la puerta.No podía retroceder más.La persona sin cara apoyó sus manos en la puerta, por encima de mis hombros. Quería decirle algo. Quería empujarlo y escapar para que no me hiciera daño, pero mi cuerpo no obedecía lo que mi cerebro pensaba. ¿Qué estaba pasando aquí?De pronto algo se difuminó en el semblante de aquella persona, que aparentaba ser un hombre por el físico: Era una boca.No apareció de golpe. Fue apareciendo lentamente, como si se estuviera formando o incluso dibujando. Fue algo muy extraño.Sus labios me sonrieron, y algo en mi interior se sintió sobrecogida por aquella sonrisa. Era fría e inexpresiva, como si quisiera meterme en la cabeza que todo iba bien.Pero estaba claro que eso era mentira.Luego, poco a poco y de la misma forma, apareció su nariz. Mi cabeza se movió de arriba abajo, aunque yo no quería, pero gracias a eso pude apreciar una cosa.Y, por primera vez en todo aquel loco viaje, mi cuerpo reaccionó como yo quería.-¿K? –Susurré mientras le acariciaba el rostro. -¿Eres tú?-No podrás escapar de mí, Vic. –Dijo aquel cuerpo masculino, y por la voz supe ya con certeza que era él.-Pero… por favor K… Sácame de aquí. –Sollocé.Me sentía prisionera de aquel lugar, como si yo estuviera enjaulada. No podía moverme por mí misma, ni podía hacer absolutamente nada por mí misma. Solo tuve un atisbo de lucidez hace unos momentos, pero fue muy poco tiempo. Algo me tenía atada de pies y manos.Me fijé en los labios de K. Seguían sonriendo, y eso no me tranquilizó ni una pizca.Sentí una especie de calambre en mi cuerpo. Me había quedado petrificada ahí mismo. Ya no sabía qué decir ni qué hacer.De pronto, se difuminó otra cosa en el rostro de mi amigo. Poco a poco se iba viendo la nariz, y en ambos lados… sus ojos.Y en ellos vi algo relejado que no me gustaba.Mi cara, mi cuello, mi pelo… todo. Todo estaba de un blanco mármol. Y por mi semblante no se hallaba ni una pizca de sentimiento.Es como si me hubiera vuelto de piedra. Como una escultura.-Ya eres mía… -Susurró mientras se apartaba un poco.Justo cuando paró de retroceder, unas cadenas aparecieron en sus manos. Me las colocó en el cuello, rodeándolo, y, de pronto apretó.Cayeron trozos de mi cuerpo al suelo, estaba desapareciendo.Quise gritar, pero… pero… pero…
-No quiero… K… no me mates…Abrí los ojos. Mi corazón latía a mil por hora, y estaba sudando. Ahora me daba cuenta de que todo aquello no había sido más que una pesadilla cruel y estúpida.Me levanté de la cama y miré la hora. Eran ocho de la mañana. No tenía ganas de moverme de mi cama, y como no tenía ya que ir al instituto decidí descansar hoy. Igualmente ya llegaría tarde.Las notas las tenemos que recoger mañana, y yo temía que fueran malas. Seguramente hoy algunos profesores dirían las notas a los que fueron como una especie de premio por asistencia, pero yo prefería quedarme en casa y esperar a que pasara el día.Aparte, seguramente K no habrá ido al instituto, es propenso a faltar en los días en los cuales no explican nada de nada.Me senté en mi cama porque estaba harta de estar tumbada. Apoyé la cabeza en la pared y me quedé mirando a mi ordenador, que lo tenía frente a mí.Hace unos días que ya estaba arreglado, y tenía conexión a Internet. Pensé en conectarme y mirar algo a ver, pero no se me ocurría nada que hacer.Yo no era de las típicas chicas que se hacían páginas como Facebook, tuenti, fotolog y esas cosas, porque lo creo y al día siguiente lo abandono. Aparte, lo veo una tontería absurda y me expongo a demasiados riesgos inútiles.Miré mi mesita de noche y me fijé en que tenía ahí un libro que me lo estaba leyendo. Pensé en ponerme a leer un rato hasta que la mañana pasara, pero, sinceramente, no tenía muchas ganas.Aparte, mi mente estaba volando en otro sitio.Hoy era el día perfecto para llamar a K y pedirle perdón por mi comportamiento, y mostrarle mi cariño. No quería ser una niña inmadura y escapar de mis responsabilidades, o de mis problemas. Tenía que solucionar la riña que habíamos tenido sí o sí.Pensé en llamarlo ahora, pero me parecía precipitado. Él seguramente se levantaría sobre las once y media o doce, y si quería arreglar las cosas lo mejor sería no pillarle con malas pulgas, ni furioso ni nada.Cerré los ojos y seguí en mi mundo un rato. Por un instante había dejado hasta de pensar que estaba despierta, y seguí soñando e imaginando cosas en mi mente.Una de las cosas que pensé fue en cómo sería nuestra reconciliación. Podría ser en plan película, acabar abrazados y Dios sabe que más. Aunque tampoco podía descartar la posibilidad de que él se resistiese a hablar conmigo, y prefiriera seguir así toda la vida.Pero dudaba de que eso fuera posible. No creo que sea tan mezquino y cabezota. Aparte, la que se iba a ir arrastrando a él era yo, así que, aunque sea por consideración, debía escucharme.Me moví y me puse sentada en un borde de la cama. Me puse las zapatillas que estaban justo debajo de mis pies y cogí el móvil. Ya eran las nueve de la mañana, y entre que desayunaba y me duchaba y demás, ya serían por lo menos las una (sí, tardo mucho en hacer todo eso). Así que debía apresurarme para estar lista para llamar y citarme en cualquier momento con K, porque las cosas tenían que solucionarse.Me dolería mucho si él se fuera y ambos estuviéramos enfadados el uno con el otro. No sería justo, y… aparte, antes de que se vaya, tenía que dejarle clara una cosa: A pesar de todo, mis sentimientos no iban a cambiar nunca. Nunca.