Capítulo XXXII: K

Por Seles
Toqué el timbre de la puerta de Victoria. Tardaba un poco en abrir, y supuse que estaría hablando con sus padres.Sus padres… ¡Joder! ¿Y si me abría su madre y sabía todo lo que había pasado? Seguramente cogería la escoba y me echaría a patadas (que no es para menos).Recé en mi fuero interno para que fuera Vic, y algo en mi interior me dijo que seguramente sería ella.Cuando me abrió con los ojos rojos y la cara algo hinchada, mi corazón se rompió en mil pedazos y se esparcieron por todo mi cuerpo, recordándome en cada cifra de mi piel todo lo que le había hecho a mi amiga. ¿¡Cómo pude ser tan bocazas!? Ahora ella se sentía fatal por mi culpa, y encima la había hecho llorar. Es que no podía haber metido la pata de de un modo tan descomunal.Me rasqué levemente la cabeza, desviando la mirada, sin saber qué decir. Tenía que hacer algo, puesto que no podía, de ningún modo, permitir que mi comportamiento infantil le afectara a ella de tal manera.-Esto… Vic… Yo venía a… a pedirte perdón.La miré a los ojos, y pude ver en ellos un atisbo de soledad e incredulidad. Le había afectado muchísimo la discusión, eso lo tenía ya bastante claro. Lo bueno es que había empezado como quería, disculpándome, pero temía que la cosa se fuera de mis manos como pasó anteriormente.-… Perdóname tú, K, no había captado que… bueno, que ya no querías volver a verme.-No es eso, Vic. –Di un paso adelante, casi sin darme cuenta. Lo que quería ahora mismo es ir junto a ella y darle un fuerte abrazo, pero temía que eso le disgustara aun más.Sus ojos se cerraron, conteniendo las lágrimas, y ese gesto hizo que me doliera el pecho. ¿Cómo he podido ser tan cruel con ella? Por mucho que me atacara, ella es más sensible que yo, le afectan más las cosas de la amistad, y yo solo he sido una bestia desalmada que no se ha dado cuenta de la metedura de pata que había tenido.No pude evitarlo, me acerqué mucho a ella, y al ver que no había indicios de rechazo o de retirada, la rodeé con mis brazos, apoyando mi cabeza en su hombro.Oí su sollozo, y sentí la humedad de sus lágrimas en mi camiseta. No quise interrumpirla, puesto que pensé que lo que necesitaba era llorar para luego sentirse mejor. Una vez vi que se calmaba, me separé de ella.-¿Por qué… me has abrazado? –Me miró sin comprender, como si estuviera perdida.-Dios, pequeñaja, ya deberías de saber por qué te abrazo, y por qué me comporto como un idiota cada vez que te veo. –No podía mantener los brazos quietos. Los balanceaba una y otra vez, mientras que ella me observaba. –Todo el mundo sabe que soy así porque… porque…Desvié la mirada, azorado. Ahora era el momento clave de decir la cosa más cursi y sincera de mi vida. Sin embargo, de mis labios no salían las palabras que quería decir.Hubo un tenso silencio, del cual no sabía cuánto tiempo duró, puesto que se me hizo eterno, muy eterno.Finalmente, resoplé, y justo cuando iba a decirlo, la contemplé, asimilando lo que iba a decir.Sin embargo, no fui yo quien dio el primer paso.Ella me abrazó con fuerza, como si fuera ese instante el momento de la despedida. Sentí su dolor y su decisión en aquel abrazo, y yo parpadeé, perplejo, sin saber exactamente qué decir.-Yo no sé qué te pasa, ¡no sé por qué eres tan cruel conmigo! –Clavó sus ojos en los míos, aferrándose a mí como si fuera su propia alma a punto de huir. –Yo sólo sé que te quiero.Exactamente eso quería decirle yo. Esas palabras eran las que yo quería haberle dicho cuando ella se me adelantó. Esa era la valentía que debería de haber tenido en cuanto me abrió la puerta.Sonreí levemente. Al final el débil e infantil iba a ser yo, si ya lo estaba viendo.-Yo también te quiero. –Dije correspondiendo a su abrazo. –Joder, claro que te quiero, con locura.Ella se movió un poco, y aflojé el abrazo. Sus labios se acercaron a los míos, pero yo me aparté, sonrojado.-¿Qué… qué ibas a…?-Tranquilo, no te voy a besar si no quieres. –Ladeó la cabeza, y se apartó de mí.Sonreí sin poder evitarlo, y agarré su brazo. Creo que fui algo brusco, pero en esos momentos no me importaba demasiado.Hice que se volviera para que viera mi rostro sonriente y feliz. En el segundo que la pillé aturdida por ello, asentí.-No es que no quiera besarte, sino que ya diste un paso tú, no voy a hacer que lo hagas todo tú sola.Y, velozmente, antes de poder obtener respuesta alguna, mis labios acariciaron los suyos con ternura, hasta que al final acabamos abrazados, profundizando más el beso que le había dado y ella me estaba correspondiendo. Sentí cómo mi estómago me daba dolores, como si hubiera un batallón de insectos moviéndose en él. Esa sensación me gustaba, me hacía sentir bien, feliz.Deseaba con toda mi alma que ella sintiera en esos momentos lo mismo que yo, esa sensación de amor y cariño, y también, irremediablemente, deseo.Me separé de ella, y desviamos los dos a la vez la cabeza. Nos reímos por lo bajo, un tanto avergonzados. Después de todo, ni siquiera éramos novios oficiales ni nada. Cualquiera diría que esto es un juego de niños.-Sé que no debería pedírtelo, pero… quédate conmigo. –Susurró ella.-Oh, no, lo siento pero… quiero concentrarme en lo que voy a estudiar. Todos dicen que mi bachillerato es simple o fácil, y quiero demostrar que no lo es, y ser el mejor.A Vic no le sentó bien aquello, pero, ¿qué podía hacer? Si salía en esos momentos con ella oficialmente, no dejaría de pensar en ella. Estaría llamándola todos los días, y sería capaz de dejarlo todo por ella. Oh, sí que sería capaz. Me conozco mejor que nadie, y sé que, una vez caiga en las redes de la chica que quiero, sería muy difícil salir de ellas.-Pero… si quieres, podemos hacer una cosa. –Sonreí. –Todas las semanas te mandaré un mensaje, o te llamaré como mucho media hora, no más. –Ella asintió, complacida. –Necesito estar concentrado en mis estudios, aparte, creo que vivir con mi primo va a ser complicado, así que, sobre todo al principio, necesitaré estar concentrado en estudiar y demás.-Ah, ¿al final te vas con tu primo?Asentí.-Y ya estoy inscrito en un cursillo de verano de tres meses. Me van a dar un título por haber estado allí, y esas cosas que se hacen.Sonreí. Lo que quería estudiar era complicado, trabajoso, y necesitaba trabajo diario. Lo que iba a hacer era bachiller de bellas artes, y me iba a apuntar a uno de los institutos con más prestigios del país. No estaba tampoco demasiado lejos de la ciudad en la que vivía, y creo que justamente por eso necesitaba centrarme más en los estudios, y pensar menos en las personas.-Bueno, pues entonces… será mejor que vayas preparándote, ¿no?Asentí con cierta lentitud.-Y… por favor, Vic. –Se me quedó mirando, con una media sonrisa. –No vuelvas a llorar por mí, ¿vale? Sabes que, en el fondo, no merezco mucho la pena.Ella se rió, y su risa era como cristalina. Me gustaba que se riera de aquella forma tan jovial e infantil. Me hacía sentir bien.-Algo me dice que voy a llorar mucho más, pero bueno, lo hecho, hecho está.Desvié la mirada hacia la puerta, y me encogí de hombros.-Tal vez, a mi regreso, tenga ya un buen trabajo, y un título en el brazo. De ser así, te pediré algo muy importante.Vic enarcó una ceja, sorprendida. No iba a adelantarle nada más, puesto que no podía decirle gran cosa.-Y… ¿no me lo vas a decir? –Negué con la cabeza ante su pregunta. -¿Ni una pequeña e insignificante pista?Negué de nuevo con la cabeza, y sonreí ante su gesto de desagrado. No podía prometerle nada ahora.-Bueno, me voy ya. Me fui de casa corriendo para pedirte perdón y arreglar las cosas, y mientras me iba mi padre me estaba gritando cosas como: “¿¡Ya vas a irte de casa sin maletas, mal hijo!?” y cosas así.Victoria asintió. Ambos conocíamos a mi padre, que era un hombre bastante impulsivo y con muy mal carácter. A veces era pacífico, y manso, y otras veces, la mayoría diría yo, es muy bestia hablando, y grita en ochenta por ciento de las veces que abre la boca.Di media vuelta, abriendo la puerta no sin cierta lentitud. Antes de volver a cerrarla, le guiñé un ojo a Vic, y ésta sonrió, algo nerviosa.Cerré la puerta y comencé a caminar de regreso a casa, dubitativo.Estaba dispuesto a irme esa misma noche, y creo que ella no intentaría alocadamente volver a mi casa para seguir hablando. Había zanjado el tema tal y como debería haber sido hace tiempo. Creo que ya, por fin, estaba aprendiendo que debía apreciar más la amistad por mi bien. Me había encariñado tanto con aquella chica que no volvería a ver dentro de bastante tiempo que… escucharla llorar hizo que mi corazón se nublara de pena, sintiéndose vacío y extraño.Alcé un poco la vista. Tal vez, a mi regreso, haya aprendido muchas cosas para poder hacerla feliz.