Capítulos 47 y 48 (Un cadáver exquisito)

Publicado el 21 abril 2019 por Carlosgu82

Capítulo 47.- Por 50 pesetas… nombres que empiezan por…

Jacinto también era el protagonista de los pensamientos de Pedro Bareta. Era su íntimo enemigo. Una mosca cojonera en su mente. Y eso que Pedro no sabía que se la estaba pegando con su mujer, que si no, se iba a montar una buena. Claro que para buena monta la que él hacía con Tita cuando eran novios. “¡Ay, qué tiempos!” suspiraba para sus adentros Pedro, arrancando su monovolumen en dirección a… a… “¿A dónde voy? ¿Dónde estarán los niños? Tita no me coge el teléfono; pasa de mí totalmente. ¿Sabrá lo del incendio del chalet? Buena se va a poner. Porque mira que le gusta este sitio. Claro, tiene cerca a su amiguita Tati, a sus compinches del coro rociero, que estoy seguro que lo de los ensayos son una tapadera para irse al bingo “La Bola Loca” de Cercedilla y ponerse bien de Marie Brizard. Además a ella le cae bien Jacinto. No lo comprendo. De hecho fue ella la que me contó que había justo un chalet en venta al lado del que tenía mi jefe, que eso me iba a beneficiar en mi trabajo. “Tener como amigo a tu jefe solo puede reportarte beneficios. Anda tonto, hazme caso. Vamos a verlo. Verás cómo te gusta el sitio. En la Urbanización El Chaparral. El descanso de los triunfadores. Con vistas a la Cruz de los Caídos. Una inversión de futuro. Ya verás”, le repetía machaconamente. “¡Ja! Pero ¿dónde estarán los niños? Tati… Tati lo tiene que saber. ¿Donde está el puto móvil? Tan pequeño… tan pequeño… coño que se pierde… ahhh aquí esta. Guía. La T. Tadeo, Tancredo, Tarsicio, Tata, Tate, Tati. Aquí está. Llamar”.

Piticlín, piticlín, piticlín, piticlín…

– Diga… contestó Tati con esa voz que parecía Luis Aragonés.

– Hola Tati, soy Pedro, el marido de Violeta.

– Hombre, pocopito, ya era hora de que dieras señales de vida. ¿Qué, has estado  poniendo  un  enema a domicilio? Como es tu negocio…

Pedro pensó: “Pero que mal follá está esta mujer”, aunque se aguantó las ganas de decírselo.

Capítulo 48.- Dr. Wilson, Dr. Wilson…

La investigación que se estaba llevando a cabo en el cuartel de la Guardia Civil había llegado a un punto muerto, justo cuando se supo que el muerto no era tal, sino que aún vivía, aunque estaba en estado crítico y no podía hablar.

– No la poemos acusar dasesinato, poque entavia no laspichao -se oía decir al sargento chusquero Bermúdez.

– Pus podemus matarlu y asuntu arreglau -replicaba el cabo primero pelota, Garrunchi.

– No seáis brutos –les interrumpió el sargento Miñambres- algo se le habrá ocurridu a Peláez.

La máxima lumbrera policial, el guardia primera José Peláez, alias el Tarta (porque era tartamudo), tenía, efectivamente, una sugerencia: traer al Dr. Robert Wilson (Estados Unidos), máxima autoridad en cirugía gastrointestinal, para que intentase salvar la vida de Toribio y que este pudiese hablar. Así lo hicieron y, aprovechando que Wilson estaba en Madrid para asistir a un congreso, fueron a buscarlo de inmediato el sargento Miñambres, el guardia primero José Peláez y un chófer.

– Pa pa, pa pa… -comenzó a decir Peláez.

– ¡Qué yo no soy su padre, Peláez! -gritó Miñambres.

– Di digo que me me deje ha hablar con él pa pa para explicarle todo.

– Pues no sé cómo le va a entender si tartamudea tantu -aseveró Miñambres.

Sin embargo, misterios de la vida, Peláez no tartamudeaba cuando hablaba en inglés, y además era él único que sabía inglés en todo  el  cuartel.  Los  demás,  lo  único  que sabían era rascarse las ingles.

Una vez interceptaron al Dr. Wilson en el hotel donde se hospedaba y, tras un rápido saludo, lo introdujeron directamente en el coche policial, y por el camino le fueron explicando las cosas, Peláez en inglés y Miñambres utilizando el diccionario internacional de manos y brazos (auténtico diccionario multilingüe de los españoles). Según iban camino del hospital, Peláez le explicó la situación y nada más llegar, el equipo médico habitual le había montado una reunión (incluidos diversos canapés de tortilla de patatas, choricitos, aceitunas, etc. junto a unas copitas de vino de Rioja) para analizar la maltrecha situación del esófago y estómago de Toribio. Wilson les preguntó por el análisis toxicológico y volviéndose al auditorio, dijo en tono solemne: “It’s time to work” (que significa algo así como “la tortilla y el tintorro están muy buenos, tanto como la enfermera Fernández, pero es hora de que empecemos a trabajar y cuanto antes mejor”, lo que demuestra que la medicina norteamericana no tiene tanta riqueza de vocabulario como la española, que cuando besa es que besa de verdad).