Después de visitar Pompeya nos dirigimos de nuevo al Puerto de Nápoles, para coger un ferry que nos llevará a la isla de Capri, uno de los lugares que más han fascinado de Italia más ha fascinado de Italia, desde los emperadores romanos, a los románticos del siglo XIX y ahora, a los miles de turistas que la visitan. Los griegos colonizaron la bahía de Nápoles y la isla de Capri en el siglo VIII a.C. Pero cuando realmente se hizo importante fue durante el imperio Romano. Cuenta la leyenda que Octavio Augusto desembarcó en Capri en el año 29 a.C., vió entonces una encina vieja y muerta que comenzó a dar señales de vida. El César viendo en ello una señal favorable, independizó la isla de Nápoles, ciudad de la que dependía y la puso bajo la protección directa de Roma. Aquí empezó la bella historia de amor entre los emperadores y la isla. Fue Tiberio el que llegó a vivir en ella de forma permanente dirigiendo los designios del imperio desde su villa imperial.
Llegamos al Puerto de Marina Grande, al norte de la Isla, donde comemos en uno de los muchos restaurantes que hay y tomamos el funicular que nos conduce a una de las dos ciudades, Capri. La otra es Anacapri que está a seis kilómetros por una carretera serpenteante. Capri es una bonita ciudad de calles estrechas con casas blancas y unos paisajes espectaculares. Tiendas de lujo, restaurantes y miradores hacen del lugar un sitio lleno de turistas a todas horas.Un pequeño paseo por esta encantadora isla y de vuelta al Ferry para volver a embarcar camino de otro puerto del mediterráneo.