Una cápsula del tiempo es un recipiente hermético construido con el fin de guardar mensajes y objetos destinados a las generaciones futuras. Si bien se las denomina de esta manera desde 1937, el concepto es muy antiguo y existen pruebas de cápsulas de este tipo que datan de la época de los primeros asentamientos humanos en Mesopotamia. En todo el mundo -se estima- existen más de 10.000 de estos objetos. Pero, ¿lograrán perdurar en el tiempo y ser abiertas por sus destinatarios?
Desde hace siglos, la humanidad ha preparado y preservado celosamente mensajes para el futuro. Las llamadas “cápsulas del tiempo” no son otra cosa que recipientes herméticos en los que las personas de una época almacenan mensajes y objetos con la esperanza de que sean recuperados por otras en el futuro. Algunas se entierran, otras se colocan en monumentos e incluso algunas se lanzan al espacio. El plazo previsto para su apertura puede ser tan corto como una o dos décadas o tan largo como 50.000 años. Y, a pesar de lo que pueda parecer, no se trata de una práctica reciente. De hecho, el Poema de Gilgamesh, considerada la primera obra literaria de la humanidad, posee instrucciones para encontrar una caja de cobre oculta entre los cimientos de las murallas de Uruk. También se sabe de la existencia de otras cápsulas del tiempo creadas hace unos 5000 años, con forma de cofre y escondidas en el interior de los muros de las ciudades mesopotámicas. Uno de los primeros mensajes guardados especialmente para el futuro que se conocen data del siglo VII antes de Cristo. Su autor fue un rey de Asiria, quien enterró inscripciones cuneiformes hechas sobre piedra en los cimientos de sus principales construcciones. Una de ellas dice algo así como “tenía monumentos de bronce e inscripciones de arcilla cocida, los deposité en los fundamentos y los dejé para tiempos futuros.” También suele ocurrir que la casualidad o una catástrofe natural como la erupción de un volcán hace que se generen cápsulas del tiempo de forma accidental. Algo así ocurrió con las ruinas de la antigua ciudad de Pompeya.
De acuerdo con el historiador William Jarvis, considerado un experto en cápsulas del tiempo, la inmensa mayoría de estos artefactos contienen elementos de muy poco valor para los historiadores futuros. En general, dice Jarvis, se las rellena con “basura inútil” sin usar, cosas que aportan muy poca información sobre la gente de la época. Las “cápsulas del tiempo naturales”, en cambio, tales como las ruinas de Pompeya, contienen una gran cantidad y diversidad de objetos de uso cotidiano, comida en las chimeneas e incluso restos de personas atrapadas en las cenizas volcánicas que muestran cómo vivían. En ese sentido, las cápsulas del tiempo naturales son mucho más ilustrativas que las artificiales. Si bien la inclusión de material abundante en forma de bits (fotografías, vídeos, etc.) es una forma de paliar esta situación, lo cierto es que su corta vida útil -el deterioro de los medios de almacenamiento electromagnéticos se puede medir en décadas, mientras que la cápsula puede durar siglos- y la mencionada obsolescencia de la tecnología hacen que estos datos difícilmente sean recuperados.
Fuente: http://www.neoteo.com/capsulas-del-tiempo-mensajes-al-futuro.neo Añadir