El Ministro de miseria Luis Caputo enumeró un plan de diez puntos que se convertirá en sentencia para la industria nacional y la obra pública. Eso redundará en una caída brutal del consumo, agravado por la liberación de precios no solo en productos sino en transporte.
No tiene sentido perder un minuto explicar que todas las medidas que anunciaron solo traerán más inflación, pobreza, desempleo, recesión y desigualdad, como cada vez que se aplicaron. Partamos de la base que arrancó el discurso diciendo que estábamos ante la herencia más pesada de la historia el tipo que hace poco más de 5 años emitió un bono a 100 años. De ahí para abajo, imaginate el resto.
Javier Milei hizo algo inédito en la historia de las democracias formales: durante su primer discurso como presidente anunció a sus simpatizantes que serán ellos quienes paguen la terapia de shock en que consiste su plan económico, mientras los beneficios irán para la iniciativa privada. El mandatario ultraderechista recurrió a la infame frase de la destructora del Estado de bienestar británico, Margaret Thatcher: no hay alternativa (“there is no alternative”), dijo, para confirmar que llevará a cabo un ajuste fiscal de 5 por ciento del producto interno bruto, todo el cual será absorbido por el Estado a través de recortes brutales a los programas sociales y en multitud de ramas del gobierno. El monto equivale al gasto gubernamental de cinco meses, lo cual significa que de un día para el otro desaparecerán cuatro de cada 10 pesos del presupuesto.
(...) Cuando Argentina despierte del embrujo demagógico se encontrará con que sus bienes fueron regalados a saqueadores locales y foráneos; el crecimiento macroeconómico (si es que llega a haberlo) se consiguió empobreciendo a nueve décimas partes de la población, el mandatario, su entorno y quienes ya ostentaban las mayores fortunas se enriquecieron de manera fabulosa, las clases medias que votaron cegadas por el odio a un comunismo inexistente asistieron a una caída dramática de su calidad de vida porque deberán pagar servicios básicos que antes eran provistos por el Estado a los precios exorbitados que fijen los privados, y el margen de maniobra para salir de este infierno se habrá reducido a cero porque se dinamitaron todos los instrumentos para pilotar el país.
Ni media palabra destinada a hablar de producción y trabajo. Y si alguien la esperaba pecaba de ingenuo. Porque el plan -si así puede llamarse- apunta justamente en sentido contrario: frenar o hacer caer la actividad económica, lo cual generará suspensiones y despidos, destrozar el ya bajo poder adquisitivo de los salarios mediante una salvaje devaluación que irá automáticamente a precios, y así bajar la inflación a largo plazo, según dicen los manuales de la más rancia ortodoxia económica liberal, pero vaya a saber porqué, eso jamás se cumplió en la realidad; al menos en Argentina. La libre importación será letal para la industria local. En los sectores metalmecánico y electrónico hay 2,5 millones de trabajadores, los que se calcula que perderán su trabajo en no más de dos años. No tengo pruebas pero tampoco tengo dudas.
La sensación que quedó es que el Plan Motosierra no es un plan, sino un archipiélago de medidas fiscales aisladas que rodean a una isla grande, la devaluación –a priori, luce gigante–, territorios sin mapa que acrecientan la sensación corrosiva de la improvisación ante una crisis de grandes proporciones.
Hacen un mega ajuste para reducir el déficit fiscal, y por otro lado aumentan los servicios de la deuda en las cuentas públicas devaluando el tipo de cambio oficial más de un 100 %. Debe ser por eso que dicen que Toto Caputo es un mago de las finanzas. Esto es el triunfo del sector financiero sobre el trabajo y la producción.
Una mezcla de fanatismo ideológico, improvisación, revancha de clase que afectará el corazón cultural, social y económica de nuestra Patria. Y no sé quien será peor, el hijo de puta que lo votó para que hiciera lo que dijo que iba a hacer, o el ingenuo que lo votó porque no creía que lo fuera a hacer. Si ese es tu caso... ponete las pilas ya mismo, organizate con tus compañeros, fijate cual es el sindicato que te protege, que pronto todo va a ser muy, muy malo.
Y ahora todos los argentinos de bien repitan conmigo el mantra Caníbal: "soy casta, pagaré el ajuste, amo al líder, soy libre".