Aprueban una ley y luego piden que se aplique flojito, no vaya a ser. Y yo me pregunto, si su reforma laboral no es útil en los términos especificados, ¿por qué la aprueban? Si este gobierno ni siquiera se fía de sí mismo a la hora de legislar, ¿cómo pretende convencer a nadie de que son útiles? Ellos mismos reconocen su inutilidad al evidenciar que cuando saltan escollos, son los primeros en achantarse.
La ministra con cara de pan sabe muy bien lo que implica el plan de IAG (que acaba de lanzar una OPA para quedarse con el 100% de Vueling) para Iberia. Sabe, como todos sabemos, que habrá huelgas, y que las huelgas en los aeropuertos dan muy malas portadas. Quizás por eso trata de avanzar con el pie izquierdo situándose al mismo tiempo en el gobierno que aprueba la reforma laboral y entre quienes piensan que la reforma va demasiado lejos. Un imposible metafísico que pone de manifiesto que a algunos el puesto de ministro les queda grande.
La última reforma laboral fue presentada con varios objetivos. Los principales: restar poder a los convenios y reducir costes laborales. Precisamente los (malos) gestores de Iberia se basan en esto para recuperar su empresa (si una empresa pierde un millón de euros al día, sólo se arregla con un bazooka, piensan ellos). Ahora llega la Báñez y dice que eso no está del todo bien, que lo suyo es negociar y ser flexibles y amorosos. Pues no haber aprobado esa reforma, lista. Que no se puede estar al plato y a las tajadas.
Anda, hazle un favor a tu peluquera y márchate a tu casa, cara de pan.