Carambola a tres bandas

Publicado el 04 octubre 2020 por Manuelsegura @manuelsegura

En la década de los ochenta, y hasta mediados de los noventa, la izquierda fue reina y señora en los gobiernos de la Región de Murcia. Las convocatorias electorales suponían una victoria tras otra de los socialistas que, cuando lo precisaban, siempre contaban con el respaldo del PCE -y luego IU- para alcanzar mayorías en los ayuntamientos. En el Ejecutivo regional, los sucesivos mandatos de Andrés Hernández Ros, Carlos Collado y María Antonia Martínez contaron con respaldo parlamentario más que suficiente. Fue en 1995 cuando su estrella comenzó a declinar en favor del PP, una formación que había cosechado derrota tras derrota en las urnas y que incluso, cuando sus votos pudieron sumarse a los del CDS para desbancar a los socialistas, ambos partidos fueron incapaces de entenderse, como ocurriera en el Ayuntamiento de Murcia en 1987.

Y es que aquella Alianza Popular, que liderara Juan Ramón Calero, sufrió continuas derrotas electorales desde las primeras elecciones autonómicas en 1983. En mayo de ese año, el PSOE obtuvo 26 escaños por 16 los populares,si bien es cierto que en esa ocasión Calero no fue su cabeza de cartel. Los socialistas alcanzaron entonces más del 52% de los sufragios. En 1987 tan solo bajaron un escaño y obtuvieron casi el 44% de votos. Y en 1991, fueron 24 los diputados con el 45% de las papeletas.

El vuelco electoral de 1995, motivado por las luchas intestinas en el PSRM y el viento favorable que ya soplaba hacia la derecha, que al año siguiente alcanzaría el Gobierno de España, propició un espectacular cambio de papeles, con 26 escaños para el PP (52% del voto), convirtiendo a Ramón Luis Valcárcel en el primer presidente de la Comunidad Autónoma por esa formación política. Desde entonces, los populares han ganado sistemáticamente los comicios, alcanzando cifras sonrojantes de respaldo de cara sus oponentes, con más del 60% en algunos casos. Eso ocurrió hasta 2019, en que los socialistas obtuvieron 17 escaños frente a 16 del PP, si bien por una escasa diferencia de votos: apenas 800. Aquella victoria de la candidatura encabezada por Diego Conesa, junto a que Ciudadanos había cosechado media docena de diputados, que con los socialistas sumaban los 23 que les otorgaba la mayoría, hizo creer en la posibilidad de un cambio de gobierno en la Región, tras 24 años de omnipresencia del PP. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La dirección nacional de Ciudadanos obligó a su grupo a pactar con los populares, cuando el cuerpo les pedía posiblemente otra cosa a muchos de sus dirigentes murcianos. Pero quien manda, manda. Y más, en un partido donde parece que, como en el Imperio Romano, para nada cuenta la opinión de las provincias.

Lo cierto es que aquel contratiempo sigue pasando hoy factura al PSRM, que no ha sabido o no ha podido encontrar su sitio en el Parlamento regional como firme y tenaz oposición, remitiéndose a ofertar pactos y acuerdos, la mayor parte infructuosos. Pero todo apunta a que los movimientos que ahora se detectan en la formación naranja pueden provocar reflejos en el seno del socialismo murciano, ya que un cambio de estrategia, primero en el Congreso de los Diputados, respaldando los Presupuestos, y luego en la Comunidad de Madrid, retirando el apoyo al PP, podría trastocar el tablero político. Habrá que estar muy atentos a lo que ocurra en las próximas semanas porque todo es posible. Por serlo, hasta que una jugada de billar a tres bandas origine una inesperada carambola. Aunque no debemos de olvidar que en este juego tienen un papel fundamental los diamantes, esos puntos de referencia colocados estratégicamente para dirigir la bola, controlando en todo momento su trayectoria.

[eldiario.esMurcia 4-10-2020]