Caravaggio, el genio sin casilla.

Publicado el 14 junio 2010 por Fujur
Hoy en día existen dos temas incómodos por antonomasia: el sionismo y la homosexualidad. ¿Qué decir si tratamos la prohibición de desfilar en el Día del Orgullo Gay, en Madrid, a la delegación de Israel? No por pudor político, ni miedo a expresarme, dejo este tema a un lado, pues es la punta de un iceberg inabarcable en este sólo artículo. Me atreveré, muy por encima en esta ocasión, del segundo de los temas “tabú”: la homosexualidad. En ciertas zonas de la calle Urgell, y circundantes, de Barcelona, así como en el conocido barrio de Chueca de Madrid se está dando una contingencia, cuanto menos digna de análisis. Son los “barrios gay” de las dos grandes ciudades de España, centros turísticos para los miembros de la comunidad homosexual, donde habitan muchos de ellos, a la vez que se ofrece una variada oferta de ocio relacionada con el “ambiente”. La ambigüedad y oscurantismo que encierra todo lo referente a la homosexualidad es uno de los objetos para el estudio sociológico más sugerentes en la actualidad. Entrando de lleno en el terreno de lo fangoso, donde uno corre el peligro de no saber expresarse bien, diré que los “barrios gay” me recuerdan, aunque sólo sea levemente, a los célebres guetos judíos. Lugares en los que abunda una comunidad, de alguna forma “diferente”, e incluso “controvertida”, respecto a los miembros estándar de la sociedad. Sinceramente, a veces me da la sensación de que la “fundación” de barrios mayoritariamente homosexuales no hace más que acentuar lo “particular-especial”, en algo que debe ser “natural”: la libertad de orientación sexual. Algo así sucede con los desfiles del día del Orgullo Gay, desde todo punto de vista, a mi ver, un grito hacia la diferencia, hacia la “especialidad” dentro de una sociedad en la que, para algunos, tiene sentido “desfilar”, mostrarse con total sobreiluminación, y en no pocas ocasiones, caricaturización de lo que debiera ser legítimo y natural. Y es que desde una óptica “estándar”, heterosexual (me resisto a decir “normal”, por sus connotaciones peyorativas), me produce cierto rechazo algunos de los estereotipos que acompañan a “lo homosexual”. Pongamos un ejemplo claro. Una de mis mayores aficiones es el arte, la pintura para ser más exactos. Dentro de los diferentes estilos, movimientos pictóricos, me ha llamado siempre la atención el Barroco, muy especialmente las obras de los pintores flamencos, y cómo no, de los genios patrios: Velázquez, Ribera o Zurbarán. Dentro de mis pintores favoritos destaca Caravaggio, el genial pintor italiano, creador del “tenebrismo”, así como de algunas de las pinturas más realistas de cuantas se puedan contemplar en museo alguno. Muy especialmente me gusta su cuadro: “El amor victorioso”, por la sutileza de la representación del joven Cupido. Me chocó mucho leer en un libro sobre las pinturas más influyentes de la Historia, promovido por la Fundación BBVA, que el brazo derecho del ángel (ver primera imagen) había hecho correr “ríos de tinta”. Obviamente, y no sólo por joven maldad, pensé que se refería a una eventual condición sexual del pintor, a la vez que del modelo que sirvió para el retrato. No es que me sorprenda o preocupe su eventual condición sexual, es algo accesorio, pero sí que me sorprendió que, una vez más, a un gran genio del arte se le incluya en el amplio campo de la homosexualidad, junto a Da Vinci, Michelangelo o Shakespeare. ¿Acaso la “heterosexualidad” es contraria al sentimiento, es contradictoria con la sensibilidad hacia el arte? Me resisto a creer que una eventual condición homosexual fuera uno de los factores clave para el genio de Caravaggio. Hoy en día, perdonen la expresión, la homosexualidad parece predisponer hacia el arte, ¿no es sólo un tópico más? Caravaggio fue ante todo alguien singular. Frecuentó los peores barrios de Roma, acompañado siempre de bohemios amigos, en ocasiones violentos, y de prostitutas. Michelangelo Merisi, nombre oficial del pintor, era capaz de extraer una idea de la realidad y hacerla aparecer en lo utópico de un cuadro de temática religiosa. Así, Caravaggio fue capaz de poner la cara de una prostituta, muerta en injustas circunstancias, a la Virgen María, según afirman autorizados críticos en relación con el cuadro: “La muerte de la Virgen” (a la derecha), conservado en el museo del Louvre (cuadro que fue rechazado por la Iglesia, quien lo encargara, y que fascinó a Rubens, otro de los grandes genios de la pintura universal). Según recoge Helen Langdon, quizá la más autorizada biógrafa del genio barroco, el tópico de la homosexualidad de Caravaggio fue iniciado por el viajero inglés Richard Symonds (quien visitara el Palazzo Giustiniani allá por los años 1649-1650), al que tilda de “turista inglés, convencido de que la sodomía era una de las prácticas predilectas de los italianos”. El chico que le sirve de modelo difícilmente puede identificarse con Cecco del Caravaggio (su discípulo predilecto), sigue la autora, por evidentes razones de edad. Sea por lo que sea, la sexualidad de Caravaggio es un misterio, como buena parte de toda su vida privada (el por qué de su vida atormentada, el por qué de su eventual asesinato a manos de los caballeros de la Orden de Malta...), sin embargo, ¿podemos decir que sólo por su arte debió serlo? ¿Orientación sexual y habilidad artística tienen alguna relación, acaso la tienen con la sensibilidad? Por mi parte creo que no, sería cuestión, de una vez por todas, de fomentar la cultura y a sus creadores, no centrarnos en políticas bobas sobre orientación sexual, cuando lo que debe caracterizar a la misma es, precisamente, su "naturalidad".