Si bien es cierto que los ecosistemas costeros y marinos comprenden sólo el 0.05 % de la biomasa vegetal, almacenan en la tierra una cantidad importante de carbono ya que son de los sumideros más intensos del planeta. Históricamente los ecosistemas costeros, por ejemplo, han sido desprestigiados y llamados injustamente “suampos” o “pantanos insalubres” lo que ha dado luz verde a su sistemática destrucción. A diferencia de la captura y almacenamiento en tierra del carbono (donde el carbono podría estar encerrado por décadas o siglos) el que se almacena en los océanos perdura por milenios.
Bien lo afirma el reporte del programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente “de todo el carbono verde capturado anualmente en el mundo, que es el carbono capturado por el proceso de fotosíntesis, más o menos el 55% es capturado por ecosistemas marinos” (Falkow-ski et al., 2004; Arrigo, 2005; González, et al., 2008; Bowler, 2009; Simon et al., 2009).
El objetivo de visualizar el carbono azul y darle por separado este nombre es el de poder resaltar la importancia de estos ecosistemas costeros y marinos, ya que a la luz de múltiples foros internacionales sobre carbono y cumbres climáticas el papel de los océanos ha sido muchas veces minimizado o invisibilizado. Rescatando su papel en el cambio climático se pueden realizar proyectos de conservación de humedales, protección de océanos y de sus diferentes ecosistemas y servicios ambientales.