Cardiopatías y ejercicio físico

Por Vivaconproposito

Cardiopatías y ejercicio físico

Hoy en día es bien conocido que la enfermedad coronaria es la primera causa de muerte a nivel mundial entre hombres y mujeres que se encuentran en los 40 y 59 años,  además de ser también la primera causa de incapacidad física en la población de los adultos mayores. Los pacientes que presentan una cardiopatía en cualquiera de sus formas clínicas pueden tener una limitación en su capacidad de ejercicio, principalmente por la presentación de angina, trastornos del ritmo cardiaco o la disnea.

Las enfermedades coronarias se caracterizan por un aporte limitado de oxígeno al corazón y su principal causa es la aterosclerosis coronaria, que se produce por la fijación de ateromas (formación de placas de grasa) en las paredes vasculares reduciendo la luz del vaso; provocando pérdida de elasticidad en las paredes de las arterias y un aumento de la presión arterial que propician manifestaciones clínicas que van desde la angina de pecho al infarto de miocardio y la muerte repentina.

Sin embargo y a pesar de las consecuencias para la salud que tienen estas enfermedades la realización de ejercicio físico programado y adaptado a cada paciente, es un medio que ha mostrado mejorías en la capacidad física, refuerzo del estado psicológico, aumento en el umbral de presentación de angina y arritmias, así como en la normalización de la vida social, laboral y sexual, reduciendo así la mortalidad de los pacientes.

La prescripción del ejercicio en pacientes con enfermedad coronaria no debe realizarse sin un reconocimiento médico en el que se tenga en cuenta la estratificación global del riesgo, incluyendo el tratamiento farmacológico que sigue el mismo. La modalidad de ejercicio para estos pacientes abarca ejercicios dinámicos, con repetición frecuente de movimientos de baja resistencia que implican grandes masas musculares, como caminar, correr, nadar, remar o montar en bicicleta; en donde la presión arterial sistólica aumenta ligeramente, pero no así las presiones arteriales diastólica y media, logrando producir un aumento de la tolerancia cardiovascular que permite mejorar la capacidad para realizar actividades de la vida diaria. Para la práctica de este tipo de actividades necesariamente el paciente debe haber sobrellevado con éxito las dos primeras fases que caracterizan un programa de rehabilitación cardiaca, donde el objetivo va dirigido en prevenir el desacondicionamiento físico y sus respectivas consecuencias (tromboembolismo, hipotensión) al mismo tiempo que se incrementa la capacidad funcional para realizar actividades cotidianas que le permitan reinsertarse a la sociedad según sus posibilidades; cuando el paciente ya es capaz de realizar pequeños paseos, la aplicación de una prueba de esfuerzo submáxima antes o después del alta hospitalaria permite valorar la situación clínica del mismo de manera que se pueda establecer su riesgo y a la vez corregir el tratamiento si fuese preciso, hasta ese momento el enfermo tras sufrir un evento cardiaco puede ingresar a la tercera fase del programa de rehabilitación ( entre la 8º semana y el 6º mes) que permita obtener los beneficios del entrenamiento de resistencia aeróbica y la modificación en la educación de los factores de riesgo y del estilo de vida; luego del 6º mes, la continuación del programa (Fase IV: permanente) apunta a la reducción de la mortalidad y mejoría en la calidad de vida.

Es muy importante tener presente que por las alteraciones fisiológicas del organismo ya sea por el deterioro provocado por la enfermedad o por la medicación, todos los componentes del programa de ejercicio deben estar bien planificados acorde con las características del paciente; así pues es recomendable iniciar con una frecuencia semanal de 2 o 3 veces de manera alternada, el tiempo no debe superar al empezar los 20 o 30 minutos, idealmente deberá ser realizado en intervalos y conforme vayan evidenciándose mejorías realizarlo de manera continua, la intensidad de trabajo estará sujeta a los resultados alcanzados en la prueba de esfuerzo y al porcentaje de trabajo asignado para cada paciente así como de la tabla de esfuerzo percibido de Borg ya que la influencia farmacológica normalmente tiende a disminuir el funcionamiento cardiaco entre 15 a 20 pulsaciones, por lo tanto es vital controlar el esfuerzo que realiza el paciente con el fin de que este no se sobreesfuerce, en términos generales los estudios e instituciones científicas  recomiendan una intensidad que puede oscilar entre el 40% al 70% según la prueba de esfuerzo, por último el descanso debe manejarse entre 2, 3 o más minutos hasta que de nuevo haya una estabilización fisiológica. Luego de 8 o 12 semanas de trabajo en que el paciente a logrado alcanzar una mejoría estable en su condición se pueden adicionar trabajos contraresistencia que fortalezcan de manera local los diferentes grupos musculares a manera de incrementar la fuerza, resistencia muscular y densidad ósea.

Las consideraciones para con este tipo de ejercicio van dirigidas hacia la complejidad de los ejercicios que se realicen (debe ser baja), la técnica a la hora de realizarlos y lo más importante del tipo de contracción muscular que se emplee (lo ideal son las isotónicas e isocinéticas) y que busquen mantener estable tanto la presión arterial como la frecuencia cardiaca. De 2 a 3 días es la frecuencia semanal recomendada, mientras que la cantidad de ejercicios es variable según cada caso, no obstante un total de 8 a 10 es lo recomendado, para iniciar 1 o 2 series, en cuanto a la intensidad por medio de pruebas de esfuerzo percibido o sub máximas entre los 12RM o 15RM que representarían una intensidad aproximada entre el 70% al 60% de 1RM, el descanso debe manejarse de 1 a 3 minutos o más según los indicadores del paciente.

Como especialistas se debe ser muy cuidadoso y cuando hayan casos en que el paciente no se encuentre estable en sus manifestaciones y síntomas clínicos por ningún motivo se deben someter a algún tipo de esfuerzo físico hasta que por medio de la medicación de las pruebas de control se logre determinar que es apto para iniciar o continuar con la prescripción de ejercicio físico e independiente del tipo de ejercicio que se ejecute en el momento cuidar de los pequeños detalles que marcan grandes diferencias, la respiración (no valsalva), color de la piel, aspecto del paciente, entre otras.

Para finalizar, señalar que en lo referente a la prescripción del ejercicio no existe ni existirá una verdad absoluta, más allá de la literatura debe imperar el ingenio y creatividad basado en el conocimiento y que sumado a la experiencia serán los pilares que un futuro permitirán a muchas personas que sufren enfermedades de tipo cardiaco u otras asociadas mejorar su condición para el disfrute óptimo y una mejor calidad de su vida.

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