Carga mental

Por Soniavaliente @soniavaliente_

Supone que la siguiente fórmula, les deja fríos: CT=AxTPS/60 Ya les avanza que no es la de la felicidad. Es, más bien, la pauta de la presión. La definición gráfica de la Carga de Trabajo (CdT) que una persona puede resistir para alcanzar su nivel de producción óptimo. Donde A es el número, pongamos por caso, de clientes por hora; el TPS, el Tiempo Promedio de Servicio en el que deberá hacerlo y los 60 son los minutos. Es decir, le saldrá el tiempo que puede dedicar a cada paciente, proyecto, mail o reunión. En un mundo perfecto.

En ese modelo, en cambio, no se habla de la carga mental, ese concepto que les arrebata la alegría de buena mañana. Y les hace bufar. Todo el rato. Porque esa formulación se creó en los tiempos de la producción en cadena. Y en los tiempos del Ford T no había móviles, ni mails, ni reuniones eternas, ni interrupciones incendiarias. Que una parece George Clooney en Urgencias.

A principios del siglo pasado, cada cual apretaba su tornillo tan ricamente alienado y no tenía esa sensación de frustración, de agobio, cual Sísifo, de no acabar nunca con lo encomendado.

Lo ve en todas partes. Lo escucha a su alrededor. Todo el mundo está exhausto. Desbordado. En el metro, en las cenas con amigos en el poco tiempo libre que les queda. Imposible cuadrar agendas para salir una noche de toriles a emborracharse, dice, a bailar.

Escuchó hablar del concepto de carga mental referido a las mujeres. Porque, además en casa, una no deja de maquinar: si quedan suficientes kiwis, crema solar para el fin de semana o esa lama del parqué nuevo que parece que baila. Pero volviendo al terreno laboral para hacer más liviana la carga intervienen tantas cosas… Como la edad, el nivel de aprendizaje, el estado de fatiga, y la actitud. Y, algo fundamental –añade ella- cuánto queda para las vacaciones. Buf.