Antes, mucho antes de que me mudase a vivir a Madrid y empezara a interesarme por sus historia ya había escuchado varias veces aquello de que los mejores productos de la mar se degustaban, paradójicamente, en la capital, a cientos de kilómetros de cualquier atisbo de playa. Hoy toca conocer al verdadero culpable y promotor de esta cantinela, el Mercado Central de Pescados y Mariscos.
Este emblemático lugar estuvo activo desde el año 1934 hasta 1982 a orillas de la Puerta de Toledo. Hasta él llegaban kilos y kilos de mercancías a primerísima hora. De estilo racionalista y obra del arquitecto Francisco Javier Ferrero, se levantó en el mismo terreno donde años antes se había ubicado el matadero municipal. (Otro día prometo hacer un reportaje sobre el edificio en sí ya que lo que he podido ver me ha parecido realmente interesante).
La frenética actividad que siempre se desarrollaba en su interior y en torno a él, junto al enorme volumen de pescado que movía le hizo ganarse a pulso el sobrenombre de “el puerto más grande de España”. Su ya apagada vida nos dejó imágenes que ahora observamos con ligera extrañeza como la captura en la que nos detenemos hoy. Tomada en 1959 en ella podemos ver como un operario carga y descarga cajas de pescado ante la solícita mirada de la Puerta de Toledo.
Al toparme con esta imagen me sorprendió ver a ese hombre desarrollando dicha acción frente a uno de los antiguos accesos de la ciudad así que inmediatamente me puse a investigar. La foto me puso tras la pista del extinto Mercado Central de Pescados y Mariscos del cual no tenía conocimiento hasta ahora. De nuevo una rutinaria estampa me servía en bandeja otro secreto. Una ayuda de incalculable valor para conocer un poquito más sobre el pasado, no tan lejano, de esta ciudad.