No entremos otra vez en esta farsa,
no hablemos más.
Sencillamente
no tenés al hombre que amé
en la camisa,
no tenés al hombre que amé
en los pantalones,
y tampoco te podés poner
en sus zapatos.
Recordame con el vestido lila
o con el vestido rojo
con flores amarillas.
Recordá cuando yo tenía sed
de las cosas hermosas
que ofrecías.
De la paz,
de las transformaciones.
Pero no pensemos en encontrar
una rendija para volver a mirarnos.
Nos quedamos bailando, solos,
en aquella fiesta.
Nos quedamos preparando brasas
en el patio de la casita nueva.
Nos quedamos un treinta de diciembre
con un evatest con dos rayitas.
Esos éramos nosotros.
Ese era el hombre con espalda
de padre
y pecho de amante
y manos de sembrar
que yo quería.
El que sabía cantar.
El que jamás
se hubiera detenido.
[Escribir es mi única osadía]
Escribir es mi única osadía:
bien vale dorar una cebolla,un pedacito de cebolla morada,desteñirlo en la mantecapara olerlo.
La soledad es mi única osadía:
bien vale estirar el mantelsobre la mesapreparar el plato azuly los cubiertos
y masticar mirando la ventana.
Carina Sedevich. Incombustible. Alción Editora, 2013.