"Y aquí... le cae un yunque"
Carl Stalling (1888-1974) ha trascendido el mero calificativo de musicalizador de caricaturas para instalarse como uno de los autores visionarios del siglo XX.
Atraído desde la infancia por la música, Stalling hizo suyo como único compañero a un destartalado piano de juguete, pero cuando a los cinco años vio el filme The Great Train Robbery, se desató su segunda pasión: las imágenes en movimiento. En 1910 fue contratado como pianista en un cine para que amenizara los intermedios y puntualizara las acciones que un público aún sorprendido descubría en la pantalla. Ese entrenamiento le permitió afrontar el reto de encajar la música en el lenguaje visual. Una década más tarde, en el Isis Theater en Kansas, ya dirigía su propia orquesta e improvisaba los acompañamientos a las comedias aún silentes. Allí conoció a Walt Disney, quien lo invitó a musicalizar varios cortos. En ellos, Stalling desarrolló una técnica que le permitió hacer la música incidental aún cuando el filme no estuviera concluido. Con prodigioso talento, el compositor recurría al guión de la caricatura y atendiendo a la secuencia de cada fotograma creaba en el piano el armazón básico de la partitura y de allí pasaba a la orquesta, con los arreglos de Milt Franklyn.
En 1936, Stalling arribó a los estudios de Warner Brothers para hacerse cargo de la dirección musical del departamento de animación. Con él comenzó a concretarse la época de oro de Warner, pues en unas oficinas que más parecían barracas, un equipo de orates —compuesto, entre otros, por Leon Schlesinger, Robert McKimson, Tex Avery, Chuck Jones y Mel Blanc— dio vida a personajes entrañables como El Pato Lucas, Bugs Bunny y Porky, alejándose del cartabón impuesto por Disney y dejando que la anarquía más contagiosa y admirable se instalara en el corazón del auditorio.
Durante 20 años de trabajo para Warner, Stalling elaboró más de 600 bandas sonoras para cortos de animación (un promedio de una partitura a la semana). Al respecto, él mismo señaló el 90 por ciento del material utilizado era original, mientras que el resto consistía de melodías populares, compuestas por Raymond Scott y Billy Rose. Pero también digno de encomio fue su trabajo de edición con música clásica de distintas épocas y regiones. Cualquier caricatura bajo su tutela, contiene en unos minutos obras de Johann Strauss, Tchaikovsky, Wagner, Rossini, Donizetti y Von Suppe, por no hablar de su ilimitada capacidad para incorporar valses, polkas, melodías hawaianas, canciones españolas, country, hillbilly, jazz y ritmos africanos.
La música de Carl Stalling yace en la memoria de muchos de nosotros y para activarla basta acercarse a cualquiera de los álbumes disponibles en el mercado (The Carl Stalling Project Volume 1 y Volume 2; Bugs Bunny On Broadway y That's All Folks! Cartoon Songs from Merrie Melodies & Looney Tunes) o, si se tiene sensibilidad avezada, a los discos de Naked City (proyecto de John Zorn) y Fântomas, hijos espirituales de ese hombre que, igual que Spike Jones, dirigía con la diestra y en la otra mano portaba un revólver... para motivos de efectos sonoros.