Entrevista realizada por Hans Alejandro Herrera
Difícil ubicar en un solo lugar o en un solo personaje a Carlos Carlín, actor, cómico y showman peruano con más de 20 años de trayectoria. Pero ¿qué hay detrás de este personaje público? ¿Cuál es su historia dentro y fuera del escenario? Carlín, quien ahora presenta el late-night Wantan Night en Plus TV, nos convoca en una cafetería para esta entrevista y, entre otras muchas cosas, nos cuenta de sus comienzos en el teatro, de su experiencia en Pataclaun (que un día como hoy emitió su primer programa hace 20 años) y de la censura que sufrió su programa El 4to de Juan, durante el último gobierno fujimorista. Más que un personaje de la televisión y de las tablas, una persona tal como es, siempre el mismo.
Carlos, ¿en qué andas?
Descansando. Estoy haciendo un programa de televisión a las 11 de la noche que se llama Wantan Night que es básicamente de conversaciones. Y descansando del teatro, del que no paraba hace bastantes años. Básicamente descansando si es que eso es posible. Porque mi cabeza siempre está dando mil vueltas.
¿Se puede descansar cuando se trabaja para la tv?
Yo soy nocturno. Entonces a mí el horario de la noche no me preocupa. Estoy despierto hasta las tres y media de la mañana, no tengo ningún rollo. Al contrario, no hay seres humanos. Entonces, eso a mí me da felicidad.
¿Vas a volver al teatro próximamente?
El próximo año. En febrero, voy hacer una comedia de pareja. Y después haré nuevamente Toc*Toc, una comedia francesa muy exitosa. Creo que esta es la séptima temporada que hacemos.
¿A qué se debe el éxito de Toc*Toc?
Por un lado, tiene un guion que está matemáticamente escrito para comedia. Por otro lado, es por el tema que trata, los TOC: Trastornos Obsesivos Compulsivos. Entonces todo el mundo se identifica con el TOC de alguno de los personajes. Todos de alguna manera tenemos un TOC. Cuando termina la obra, la gente que nos espera fuera te dice: yo tengo este TOC, yo tuve este otro o yo conozco a tal que lo tiene. Hay una necesidad de reconocerse que también hace que funcione la obra.
¿No te cansa cuando una obra se repone tantas veces?
Mi personaje en Toc*Toc lo heredé. Lo hizo Renzo Schuller durante las dos primeras temporadas. Y conforme he ido haciéndolo, he ido metiéndole más cosas mías. Entonces, siempre es novedoso.
Y qué nos puedes contar de tu papel como Todopoderoso en la comedia Un acto de Dios.
No lo sé... Hace poco me contrato una pareja arequipeña para que case a sus padres después de cincuenta años. Me fui a Arequipa a casar a los padres, como Dios. Era una familia muy simpática y el papá era un inglés no creyente y le parecía interesante que este impostor de Dios peruano los case.
¿Cuánto tiempo has estado trabajando en teatro?
Desde el año 92. Creo que son 25 años. He trabajado con todos aquí. Roberto Ángeles fue mi maestro. Luego he trabajado mucho con Rocío Tovar y también con Carlos Fisher, con quien he hecho obras como La jaula de las locas y Toc*Toc. Fisher es un director con el que me río mucho. Para mí es muy importante reírme para trabajar. Si yo me río con alguien, entonces va bien. Para el drama o la comedia.
¿Cómo llegaste a los escenarios?
Mi primer papel fue en La metamorfosis de Kafka. En la obra original aparecía la hermana de Gregor Samsa y Roberto Ángeles la cambió por un hermano. Yo interpretaba al hermano. Y curiosamente fue en clown. Kafka en clown, todo los personajes menos Gregor. Fue uno de los montajes más alucinados de Roberto porque él siempre fue muy inglés, muy clásico en sus propuestas. Miguel Iza hacía de Gregor. Al final de la obra, él trataba de escaparse desnudo por la pared y nosotros lo matábamos con globos de agua.
¿Cómo surge esta vocación?
Llegué al teatro porque todos en mi casa hacen algo de arte. Mi hermana es bailadora de flamenco y tiene una escuela (Alma gitana, Lourdes carlín) y mi hermano dibuja. Además, en casa siempre nos llevaban al teatro. Para lo que sea, para ver ballet, ópera, títeres... Hasta que a los trece años que vi una obra que se llamó Marité, escrita por Rafo León y Pedro Larco, que hablaba sobre Lima. Si bien yo había visto grandes producciones de teatro antes, como las que hacía Cattone, esta obra fue diferente. Ver sobre el escenario una historia que trataba sobre el Perú a mí me rayó. Solamente había visto comedias y fue clarísimo: esto quiero hacer.
A las siguientes obras que hizo ese mismo grupo de teatro (Teatro Libre de Barranco) me invitaron a ir. Preguntaron: Quién baila marinera, y respondía que yo. No importaba lo que tuviera que hacer, yo siempre me ofrecía voluntario. Cuando llegué a casa para contarlo mis padres me dijeron: no. Termina primero tus estudios, termina una carrera y de ahí ya vemos si haces teatro o no. Entonces me molesté con el teatro. No vi teatro desde los catorce hasta los diecinueve años. A pesar de que vivía en Barranco y tenía todo el teatro a mi alcance. Conocía a los actores y todo, por mi familia. Pero no vi, no quería. Hasta que entré a trabajar en el rodaje de una película (Reportaje a la muerte) preparando los sanguches y jalando los cables porque no tenía plata. Con esa plata pagué mi primer taller de teatro.
¿Cómo fue tu incursión en la televisión?
Antes de ponerme delante de la cámara, yo ya trabajaba en televisión porque era asistente de producción. Fue así que me pagué mi primer taller de teatro. Paralelamente al teatro voy metiéndome en la televisión. Ya como actor oficial me invitan a estar en Los de arriba y los de abajo, que fue una telenovela muy popular, un clásico de la época. Era la primera telenovela que abordaba temas sociales. La mayoría del elenco eran actores que venían del teatro. Y esa telenovela fue un éxito. Después de aquello ya no paré.
Y entonces llegó Pataclaun…
Yo no le tenía fe a Pataclaun cuando recién empezó. Yo venía de hacer Hamlet, donde interpreta a Horacio y bueno, lo de Pataclaun era distinto… Wendy Ramos y yo éramos amigos, y fue ella quien me invitó al primer montaje en el canal 4. Enseguida me gustó mucho su humor absurdo. En principio, nos contrataron para hacer una temporada de 25 capítulos. El estreno de la serie fue un domingo a las 7 de la noche. Yo estaba en Surco con unos amigos en una cevichería de medio pelo y le pedí a la dueña que pusiera la televisión. Recuerdo que la señora miraba raro el programa y pensé: Esto va ser una desgracia. Al día siguiente, nos contaron que habíamos hecho 30 puntos y nosotros no éramos conscientes, solo nos vacilábamos. Pataclaun duró 90 capítulos, dos temporadas de 45.
¿Qué sucedió cuando explotó la fama?
Eran otras épocas. Entonces no existían las redes sociales y no estábamos conscientes de que tan populares éramos. Éramos conscientes cuando salíamos de Lima. Cuando íbamos a grabar capítulos a Arequipa, Cuzco, Iquitos, Tarapoto... En esos lugares no podíamos ni salir. Teníamos que tener seguridad.
Y de allí el programa propio, El 4to de Juan. Un programa muy crítico al régimen fujimorista y que duró muy poco en antena.
Paralelamente a Pataclaun ocurría toda la coyuntura política de los noventas y con mi amigo Lorenzo Castro nos planteábamos que había que hacer algo, había muchas cosas que decir, y se nos ocurrió este formato de programa que se llamó El 4to de Juan. Decidimos presentarlo al canal y me dicen: Perfecto, pero que lo dirija July Naters. La presentación se hizo en cines, cosa que antes no se había hecho jamás. En la cabecera del programa le alargábamos la nariz a Montesinos como un pinocho y a Fujimori le pintábamos la boca con lápiz de labios. Quedó lo de Fujimori, pero lo de Montesinos desapareció. Alguien decidió quitarlo del montaje, pero nosotros no fuimos. Eso era lo alucinante, y sucedía continuamente. Yo dejaba las ediciones listas del programa a las 8 de la noche y cuando llegaba al día siguiente alguien las había cambiado. Luego la gente empezó a gritarnos vendidos por la calle, porque se sentía que el programa lo manejaba el gobierno.
Además tuvisteis problemas también con los cambios repentinos de horario.
Sí, nos movían los horarios de manera que los televidentes no podían saber nunca a qué hora exactamente empezaba el programa y los anunciantes simplemente se fueron. Finalmente, el gerente del canal se reunió con nosotros y nos dijo: Si le tiras del saco a tu papá, tarde o temprano te va a caer un cocacho. Pero si a nosotros nos han contratado para eso, le respondimos. El programa desapareció el siguiente domingo. Adiós a mi proyecto personal.
¿Cómo ves ahora todo aquello?
Por aquel entonces yo estaba más de cara que nunca a la política. Tenía el estímulo y la energía de la juventud. Ahora tengo el escepticismo y la cosa cansina de la lucidez, de la realidad. Ahora soy consciente que no eres dueño de nada. Eres un títere.
Después de aquello te fuiste un tiempo del Perú y luego volviste, y hasta llegaste a conocer a tu némesis: Alan García.
Conocí a Alan García porque fui novio de su hija. El día que me lo presentan Alan me dice: Yo a usted no lo conozco, pero parece que usted me tiene muy presente.
¡Touché!
Exacto. Alan es un tipo con el que puedes conversar de todo. Yo no soy la justicia y el suyo fue un gobierno de mierda, ¿no? Pero es una persona con la que me puedo divertir y conversar de teatro. Que un políticio como él sepa qué obras están poniendo en el país, es una cosa de locos.
¿Es difícil el teatro en el Perú?
En cualquier lado creo. La apuesta por la cultura sin subvención es complicada. De todas formas no creo que el Estado peruano tenga que subvencionar el arte. El arte alimenta el espíritu, pero no da de comer. Ahora nuestro país tiene otras prioridades. Es un tema complicado.