A principios del siglo veinte, dos presidentes, Teodoro Roosevelt y Woodrow Wilson, ejercieron una política intervencionista limitada al Caribe y a México. En Europa, tres primos (el Kaiser Guillermo II, el Zar Nicolás II y el rey Jorge V), nietos de la reina Victoria, se pelearon por razones diversas. Alemania e Inglaterra (así como Francia) tenían colonias de ultramar. Rusia tenía un vasto territorio. El imperio austrohúngaro dominaba los Balcanes y la Europa central. El imperio otomano se extendía de los Balcanes a Mesopotamia. ¿Cómo se repartiría, a favor de quién, el poder en Europa, Asia y Africa? ¿Qué derechos tendrían los países sometidos a uno o varios de estos centros imperiales?
Bastaría una chispa -Sarajevo y el asesinato del archiduque Franz Ferdinand- para incendiar a Europa en una guerra inútil, en la cual perecieron veintidós millones de seres y otros tantos resultaron heridos, sólo para satisfacer las rivalidades entre un pequeño grupo de familias...
La novedad de la guerra es que en 1917 los Estados Unidos, por primera vez en su historia, entraron a combatir en un conflicto europeo. El pretexto fue el hundimiento del vapor Lusitania por torpederos alemanes (y, acaso, la relación del Kaiser con México y el telegrama Zimmermann ofreciendo la devolución a México de Texas, Nuevo México y Arizona). Wilson ejerció, al terminar la guerra, una "diplomacia samaritana", como la llama Daniel Boorstin, que culminó en el Tratado de Versalles (1919) que desmembró a los imperios turco y austriaco, expulsó a Alemania de sus colonias e impuso al Reich condiciones humillantes: pérdida de territorio, onerosas reparaciones bélicas, prohibición de rearmarse.
Del resentimiento nacional contra Versalles surgió el nacional-socialismo de Hitler. El rearme de Alemania y las políticas antisemitas y antieslavas del Führer, condujeron a la Segunda Guerra Mundial, esta sí justificada pues se trataba de detener un expansionismo totalitario de barbarie incomparable. Los Estados Unidos entraron al conflicto después del ataque japonés a Pearl Harbor en 1941 y el presidente Franklin Roosevelt culminó una política que, en su dimensión latinoamericana, había renunciado al intervencionismo anterior a favor de una política de "buena vecindad" que lo mismo se llevaba con el gobierno revolucionario de Lázaro Cárdenas en México que con el Frente Popular de Izquierda en Chile que con el corporativismo brasileño de Getulio Vargas. ¿Y los dictadores tropicales?
-Somoza es un hijo de puta -dijo Roosevelt- pero es nuestro hijo de puta.
La política de buena vecindad fue continuada por el sucesor de Roosevelt, Harry S. Truman, en la post-guerra atómica, y fue brutalmente interrumpida por su sucesor, Dwight Eisenhower, derrocando al presidente democráticamente electo de Guatemala, Jacobo Arbenz, en nombre de "una gloriosa victoria" para la democracia, dijo el canciller Foster Dulles.
La era Roosevelt-Truman concluyó, encerrada en el refrigerador de la Guerra Fría. Las dictaduras antiguas del Caribe y Centroamérica fueron protegidas. Las nuevas dictaduras (Pinochet, Videla) fueron apoyadas. Les bastaba declararse "anti-comunista" para ganar el favor de Washington y la impunidad criminal. La revolución cubana había subrayado esta política: el comunismo a las puertas de los Estados Unidos. Cayó el gobierno de Goulart en Brasil sospechoso de filo-comunismo. Uruguay, Paraguay, Chile, Argentina sucumbieron a regímenes de tortura, asesinato y desaparición de personas.
Carter buscó un cambio. Clinton lo confirmó: la Guerra Fría había terminado. Pero los Estados Unidos, país maniqueo, necesitaba un enemigo. Hay que saber quién es el malo para ser, nosotros, el bueno. El fin de la Guerra Fría privó a Washington del contendiente soviético. ¿Dónde estaría ahora el indispensable enemigo?
Los ataques del 11 de Septiembre de 2001 dieron la respuesta. Los Estados Unidos se arrogaron el derecho al ataque preventivo. En ausencia de pruebas en contra de Irak, la falacia del "ataque preventivo" quedó comprobada. Saddam no tenía armas de destrucción masiva. Bush y Blair engañaron al mundo. Como no había armas, se alegó que Saddam conspiraba con terroristas. Como Sadam era, en realidad, enemigo de los terroristas, quedó claro que la invasión de Irak fue para beneficiar a las compañías asociadas al vicepresidente Dick Cheney, Bechtel-Halliburton.
No importaba y la Secretaria de Estado de Bush, Condoleezza Rice, lo dijo en todas sus letras:
-Los Estados Unidos actúan de acuerdo con sus propios intereses nacionales, no los de una ilusoria comunidad internacional.
Abu-Graib, Guantánamo: la tortura, la detención ilegal, pero también la restricción a los derechos de los ciudadanos norteamericanos. "Tómenlo o déjenlo" dijo Bush de su política, "con nosotros o contra nosotros. No tiene importancia".
Estas son las políticas que anteceden al Presidente Obama. ¿Qué ofrece éste en su lugar?
En su mensaje del 27 de mayo acerca de la Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Barack Obama rechazó las políticas de ataque preventivo, tortura y violación de derechos, de su antecesor George W. Bush.
Obama, en cambio, desplaza -sutilmente, con cautela- el papel global de los Estados Unidos. Indica que la nación norteamericana no puede, por sí sola, cargar con los problemas del nuevo siglo. "Nuestros adversarios", añade, "quisieran una América de poderes disminuidos por causa de la sobre-extensión".
Explícitamente, el jefe de Estado norteamericano incluye como co-partícipes del orden mundial a China, la India, Brasil y Rusia. "Estamos comprometidos con la ampliación del círculo de protagonistas responsables", añade en un vuelco a las realidades geopolíticas del siglo XXI que, de ninguna manera, le resta liderazgo a los Estados Unidos, sino que comparte responsabilidades y reconoce nuevas fuerzas. Hasta hace muy poco, Brasil, China y la India eran relegados al "tercer mundo". Ya no. Obama les da el sitio que merecen en el primer mundo.
Pero los Estados Unidos, para mantener su poder, habrían de hacerse cargo de la economía nacional, de la educación, de la energía, de la ciencia, y del cambio climático. La seguridad del país depende de ello y no se la da la defensa armada y mucho menos la ofensa militar, aunque Obama, si no menciona el uso de la fuerza preventiva, tampoco lo excluye. Simplemente, al contrario de Bush, le da prioridad a las opciones diplomáticas. "El uso de la fuerza es a veces necesario" indica Obama. "Pero antes debemos agotar las opciones pre-bélicas, pesar con cuidado los costos y los riesgos de la falta de acción".
Se puede alegar que la presencia norteamericana en Afganistán contradice estos propósitos, aunque la salida de territorio afgano de los Estados Unidos está prevista para el año entrante. Vaya dilema. El Gobierno débil y corrupto de Karzai es un peso de plomo. La realidad es que Afganistán le pertenece, no al Gobierno de Kabul, sino a los pastunes, los hazaras y otras confederaciones tribales, así como a la insurrección talibán asociada a los terroristas de Al-Qaeda. ¿Se puede romper esta asociación? ¿Se puede negociar con un talibán sin Al-Qaeda? ¿Se puede llegar a un acuerdo con las tribus? ¿Las tribus pueden más que el talibán?
Como en México hacia 1915 -con todas las diferencias- Afganistán ofrece caminos difíciles y contradictorios que ponen a prueba la capacidad diplomática y militar del Gobierno de Obama. No paso por alto este hecho, y traigo a cuenta una reciente conversación con un militar británico:
-Los ingleses nos hacemos amigos de la población. Los americanos ocupan al país y piensan en términos de alta estrategia, no de relación personal.
Si esto es cierto, entonces asume aún más importancia el hecho de incluir a Brasil, China, la India y Rusia en la gestión global de la diplomacia. O sea, ¿qué pueden hacer los países mencionados para aliviar el peso militar de los Estados Unidos en Afganistán, disminuir la amenaza de Irán y proteger a la sociedad civil iraní, neutralizar a los terroristas en Pakistán y encaminar al Gobierno de Islamabad a un régimen transparente de libertades sin malas compañías?
Obama le ofrece a Rusia "una relación estable, sustantiva y multidimensional". A China le pide desempeñar "un liderazgo responsable". No lo dice del todo, no lo puede decir, porque los Estados Unidos, acostumbrados a ser el número uno, con dificultad aceptan que ahora son sólo el país más fuerte de una nueva constelación de poder.
Me asombra, por lo demás, que los extremistas de la derecha norteamericana, descubran tan tarde al verdadero Barack Obama. Nada de lo que está haciendo el presidente es distinto de lo que ofreció al tomar el poder.
·Mantener el crédito para el crecimiento, pero someter a la Ley a la banca, disminuyendo ganancias excesivas.
·Democratizar las finanzas y canalizar más recursos a otros sectores de la economía.
·Poner al día los sistemas anticuados de relación financiera.
·Extender el tiempo de la educación preparatoria.
·Educar más a la fuerza de trabajo para competir mejor con China, Brasil, la India y Corea.
·Emplear mejor y más extensamente los recursos energéticos del país.
·Eliminar la distancia salarial entre hombres y mujeres.
·Mejor empleo, mejores salarios, mejor distribución de la riqueza.
·Reforma del sistema de salud pública.
·Cerrar la distancia entre el status quo y las necesidades del futuro.
Agrega Obama que sus críticos dicen que el país no puede digerir tanto en tan poco tiempo, y sus críticos opuestos dicen que ha hecho demasiado en poco tiempo.
Obama, el presidente tranquilo, simplemente responde que nada en el proceso político impide tomar hoy las decisiones difíciles que, de todos modos, se harán presentes dentro de diez o veinte años.
Notablemente, ya ha logrado dos metas que no alcanzaron sus antecesores. Primero, la reforma a favor de un sistema nacional de salud pública. Segundo, la reforma de las finanzas y la disminución del poder excesivo de la banca.
No deja de ser llamativo que, a la luz de semejantes éxitos en menos de dos años de gobierno, se critique a Obama, no por lo que hizo, sino por lo que aún no ha hecho. La tranquilidad, la ausencia de retórica de balcón de Barack Obama anuncia las reformas que aún faltan para que los Estados Unidos de América pierdan las ilusiones del siglo veinte y entren con pie firme al siglo veintiuno.
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* Carlos Fuentes es hijo de padres diplomáticos y es uno de los más prominentes narradores mexicanos modernos. Nació en Panamá, el 11 de noviembre de 1928. La repercusión que alcanzó con sus primeras novelas (La región más transparente, en 1959; y La muerte de Artemio Cruz, en 1962) lo proyectó como una de las figuras centrales de la novela latinoamericana. Carlos Fuentes es graduado en Derecho en la Universidad Autónoma de México y en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra (Suiza). Ha sido delegado de México ante los organismos internacionales con sede en Ginebra, en el Centro de Información de la ONU en México, en la Dirección de Difusion Cultural de la UNAM y en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
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Este artículo fue publicado en La Nación de Argentina.
Sugerencias: esta lectura del 5 de noviembre de 2008: A sanar las heridas y los miedos
Y esta otra, del 4 de noviembre de 2008: %C2%BFQuien%20nos%20saca%20de%20este%20l%C3%ADo?%C2%BFQuien%20nos%20saca%20de%20este%20l%C3%ADo?%C2%BFQuien%20nos%20saca%20de%20este%20l%C3%ADo?¿Quien nos saca de este lío?Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización