En ocasiones hacemos las cosas al revés de como deberían hacerse si entendemos el rigor cronológico como una regla a seguir de modo fiel. Unas veces esto ocurre porque no utilizamos ese criterio más que como una cierta guía que sirva de orientación a la hora de presentar a algunos músicos aunque siempre es secundario. En otros casos, como el que nos ocupa, es un hecho que tiene que ver con el momento en que accedemos a un artista en particular.
Hoy estamos ante una de estas situaciones. Conocimos la música de Carlos Izquierdo hace relativamente poco tiempo y lo hicimos con su segundo disco, “Ciel de Lucioles”. Como solemos hacer cuando una música nos llega de una forma especial, quisimos saber más de Carlos y comprobamos que había un disco publicado anteriormente con el que no dudamos en hacernos enseguida. “Ciel de Lucioles” ya tuvo su espacio en el blog y es ahora el turno de “Campo Cero”. Desde el momento de su concepción este es ya un disco especial. Carlos quiso acercar su música a la naturaleza pero en un sentido literal. Cuando lo más sencillo habría sido recurrir a efectos de sonido añadidos en el estudio con posterioridad, nuestro artista decidió sacar el piano al bosque y grabar allí, en directo, con los micrófonos abiertos a cualquier sonido que allí se produjera. Puede parecer absurdo pero lo cierto es que la decisión fue de lo más afortunada: en muchas ocasiones los sonidos añadidos en estudio distraen al oyente reduciendo su atención hacia la propia música. Por algún motivo, cuando escuchamos aquí a la propia naturaleza en tiempo real, transcurriendo junto a las notas del piano de Carlos, lejos de diluir nuestra apreciación del sonido, la magnifican de un modo casi mágico. Podemos afirmar que, al igual que “Ciel de Lucioles” era un disco para piano y violín, “Campo Cero” lo es para piano y naturaleza ocupando esta última un plano sutil, delicado y muchas veces inapreciable. Tras varias escuchas del disco se puede llegar a ignorar pero estamos seguros de que, de no estar ahí, lo notaríamos enseguida.
El disco fue grabado en el verano de 2013 con la ayuda de Nacho Córdoba en la producción. Se publicó en su momento en formato digital y en el pasado mes de diciembre apareció por fin en CD a través del sello Luscinia Discos.
Carlos Izquierdo
“A veces palabra” - Con una sencillez pasmosa comienzan a sonar las primeras notas del disco que ya nos preparan para algo diferente. Tras una serie de repeticiones con variaciones muy leves, entramos en una segunda parte más reflexiva en la que reconocemos a un artista de gran sensibilidad y lleno de inspiración. El ciclo tiene lugar una segunda vez de forma abreviada para concluir así esta primera composición.
“Olas e impulsos” - De un modo similar transcurren los primeros instantes de la siguiente pieza que, sin embargo, va acelerándose poco a poco al mismo tiempo que la melodía gana en solidez. Las formas y ritmos emparentados con el vals nos recuerdan a artistas que caminan por terrenos similares como nuestro admirado Roger Eno lo que habla muy bien de la impresión que nos causa la música de Carlos.
“Puentes espiral” - Un punto obsesivo se revela en el insistente pulso que gobierna este tema, heredero quizá del primer Mertens al que nuestro músico sabe añadir una melodía insistente con la resolución de quien no duda de lo acertado de sus convicciones. Una composición fantástica ante la que poco más podemos añadir.
“Los afanes curiosos” - Los amplios silencios que ocupan el espacio entre notas en los primeros instantes de la pieza juegan un papel tan importantes como la propia música y nos sitúan en el estado de ánimo preciso para disfrutar de la melodía que se despliega a continuación en la que reconocemos gestos y actitudes comunes con otros artistas habituales en el blog como Tiersen y, en menor medida, Einaudi.
“Lugares comunes” - Una virtud no siempre apreciada en su justa medida en músicos como Carlos es la austeridad. No es fácil renunciar a la posibilidad de incorporar más notas, de “demostrar” al oyente de qué se es capaz y la tendencia natural para lograrlo es la de buscar la dificultad. Gran error en el que Carlos Izquierdo no cae. Como ocurre con los grandes conversadores, la mayoría lo son, no sólo por lo que dicen sino por cómo escuchan a su interlocutor. En este caso, evidentemente, no hay interacción entre músico y oyente pero sí se nos ofrece ese espacio en el que poder saborear con deleite todos y cada uno de los matices de la interpretación.
“El bosque alado” - Es posible que sea esta la pieza más impresionista del disco, aquella en la que la herencia de Satie y otros músicos similares se abre paso con mayor nitidez. Es uno de los cortes más breves del disco pero también de los más bellos y concisos en el que la fuerza de la música vale por mil imágenes.
“Lo posible” - Hay una nueva generación de compositores minimalistas en cuyo estilo encajaría muy bien este tema que comparte muchas de las características de la música de Jeroen Van Veen aunque también de autores más veteranos como Harold Budd. Se trata de una pieza en la que repetición, unida a un ritmo extremadamente lento, consigue detener el tiempo por unos instantes como en esos anuncios de televisión en los que la acción queda congelada y sólo uno de los elementos presentes sigue actuando con normalidad hasta construir un paisaje irreal del que no es posible despegar la atención.
“De tacto preciso” - En cierto modo, encontramos en esta pieza una relación directa con la primera del disco, una despedida que se confunde con un saludo, un momento que no quieres que llegue pero al que una vez ahí, no quieres renunciar en modo alguno. Ese es el temor que nos invade cuando pulsamos la tecla “play” del reproductor: llegar al final del disco.
Afortunadamente, siempre tenemos la opción, llegados al punto al que nos referimos un poco más arriba, de volver a iniciar la escucha del disco en la seguridad de que, por mucho que se trate de la misma grabación, algo habrá cambiado; matices que nos pasaron inadvertidos antes se revelarán ahora evidentes y así cada vez que disfrutamos de este magnífico trabajo. Precisamente esa es una de las características de la buena música: su capacidad para sorprender al oyente incluso tras varias escuchas. Carlos lo logra en “Campo Cero” como también lo hacía en “Ciel de Lucioles”, discos ambos que os recomendamos muy especialmente y que pueden disfrutarse en el canal de youtube del propio artista. Ambos trabajos están disponibles en la web de Luscinia Discos.
Os dejamos con Carlos tocando en directo uno de los cortes del disco: