22/01/2013 5:13:28
Está en la banda sonora de varias generaciones que acompañan con sus textos la emoción y el pesar. Su «Foto de familia» sintetiza las consecuencias de la emigración en Cuba; su «Guillermo Tell» emplaza el dogma de poderes universales; sus «Memorias» hacen crónica de una época de (des)ilusión; sus «Nubes» dan cuerpo a la libertad.
Carlos Varela, el gnomo de la generación trovadoresca de los 80, supo ganarse al público cantando de frente, nombrando el sentimiento de su tiempo y, desde esa narración cotidiana de los más complejos asuntos de la realidad en la Isla, alcanzar prestigio internacional.
Los 30 años de carrera desde su entrada al Movimiento de la Nueva Trova en 1980 evocan contradicciones, osadías y nostalgias. Van desde los conciertos en los parques con instrumentos prestados hasta los grandes espectáculos del Karl Marx en La Habana; las giras junto con Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina y Jackson Browne o la utilización de sus temas en el cine de Hollywood, como sucedió con la canción “Una palabra”, utilizada en la película Man on fire, de Tony Scott.
Para festejar sus andanzas musicales, Varela ofreció un concierto de más de tres horas el pasado 12 de enero de la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, en el cual recorrió temas de la mayoría de sus ocho discos y mostró, como es habitual, un dominio escénico indiscutible, tal vez heredado de sus estudios de teatro en el Instituto Superior de Arte. Pasada la euforia del show, el cantautor cedió a La Jiribilla algunas reflexiones sobre su trabajo y la vigencia que puede encontrar en los contextos actuales en que se desarrolla la música.
Dentro de la segunda generación del Movimiento de la Nueva Trova —en la que suele incluírsele junto con músicos como Santiago Feliú, Gerardo Alfonso o Frank Delgado—, Carlos Varela suele identificarse por sus textos ácidos e incisivos, así como por sus fuertes influencias del rock.
—¿Está conforme con esa catalogación? ¿Pensaba en una imagen así cuando comenzó su carrera?
—Bueno, realmente no me gustan las etiquetas. Entiendo que la prensa necesita catalogar o clasificar el estilo de un artista, pero eso siempre es relativo y tiende a confundir. Si bien es cierto que muchas de mis letras son incisivas, otras son más bien filosóficas.
«Aunque en mi música hay indudablemente una fuerte influencia del rock, lo cierto es que también me he nutrido de muchos otros géneros musicales, como el blues, el jazz, la trova tradicional, el pop, la música cubana, la llamada música culta o clásica y hasta de la música irlandesa.
—Probablemente sea el músico de su generación más reconocido a nivel internacional. ¿Cuánto ha repercutido esto en su estética?
—Cualquier reconocimiento que hemos logrado no es otra cosa que el resultado de mucho trabajo y esfuerzos en estos 30 años. De cualquier manera sentimos que aún nos queda muchísimo por hacer.
«Decidir vivir y desarrollar una carrera internacional desde Cuba es también una actitud, seas artista o no. Todo el mundo sabe que desde aquí te vas a enfrentar a muchos más obstáculos, pero eso no me desanima porque las piedras en el camino también te hacen crecer y volverte más creativo.
«Mi mánager (Carlos Iglesias) y yo hemos desarrollado desde hace muchos años estrategias para llegar a otros mercados usando las nuevas tecnologías, pero nadie dijo que es fácil.
«Algunos de mi generación colocaron muy bien sus trabajos en otros países, como el caso de Santi Feliú por Argentina y el Sur.
«El hecho de haber podido conocer una buena parte de este mundo a través de la música, me ha permitido ver las cosas con una visión más profunda, más universal. Al comienzo yo era como una especie de fotógrafo o cronista del entorno de mi ciudad. Luego, con los años, descubres que los sentimientos humanos son los mismos en cualquier parte. Las ciudades solo son telones de fondo. Que mis canciones se hayan vuelto más universales con los años no significa para nada que dejen de estar conectadas con la realidad de mi país y de mi generación.
«Canciones como “Graffiti de amor” o “El árbol de los pájaros dormidos” tienen lecturas universales pero son cubanas.
«Conocer el mundo te hace crecer, descubrir mejor quién eres y lo que significa tu país para ti y para el resto y eso siempre es un buen pasto para la creación».
—Nunca ha dejado de tocar regularmente para el público cubano. ¿Tocar en Cuba tiene alguna connotación especial?
—Tocar en Cuba es siempre muy especial para nosotros y para todo músico que nos visita. Para el público cubano cada una de estas canciones tiene múltiples lecturas, son relatos que tienen que ver con sus vidas, su medio y su historia. En nuestros shows en Cuba suceden verdaderas catarsis en el espectador que van más allá de la relación normal entre artista y público. Es algo que tiene más que ver con la comunicación, no solo de una idea, sino más bien de un sentimiento.
«Cuando sientes que el público está pendiente palabra por palabra de cada tema, que de pronto estalla en determinado verso, descubres que en Cuba la comunicación es mucho más emotiva y profunda.
«Cuando percibes ese misterioso silencio cómplice que te hace escuchar desde el escenario la respiración de la gente, entonces sientes que algo está pasando por sus almas y eso es una bendición que tiene el pueblo que vio nacer estas canciones.
—La emigración es un tema recurrente en sus canciones. ¿Cree que las nuevas legislaciones marquen un nuevo camino para este fenómeno en Cuba?
—La migración no es solo un fenómeno del pueblo cubano sino del mundo, pero, sin duda, no hay una sola familia cubana que no haya sido tocada por el conflicto de la migración. En el caso de Cuba la migración ha separado a muchas familias durante años y lo peor es que muchos se perdieron en el mar sin llegar a ningún puerto. Es una tragedia que he tratado en varios de mis temas.
«Siento que todos hemos recibido la noticia de estas nuevas legislaciones con mucho agrado. Poder viajar libremente no solo era un sueño de cada cubano, sino también un derecho. Que muchos se puedan reencontrar mañana con sus familiares y amigos es lo normal y lo más justo. Somos un pueblo con enormes valores humanos que necesita ese contacto frecuente con sus familiares y amigos.
«Que muchos puedan viajar servirá también para que los cubanos descubran por sí mismos que no somos el centro del universo y vean lo que es el verdadero mundo real y no el que cuentan los diarios y las televisiones. Conozco a muchos que por salir de Cuba se volvieron más cubanos, incluso, más patriotas.
«Espero que pronto otros países nos concedan a los cubanos de la Isla las visas más fácilmente y que pasemos a ser parte de la aldea global en igualdad de condiciones.
—Muchos de sus temas más reconocidos cuentan historias, pudiera decirse que son casi relatos cortos. ¿De dónde surgió esa manera de componer?
—Desde muy joven hice teatro y luego estudie cinco años en el Instituto Superior de Arte (ISA) y me gradué como actor. Estudiar teatro te enseña a observar, a contar relatos, a resumir, a dominar la dramaturgia de cada historia, de cada show y de tus discos. Me gusta contar historias urbanas sobre personajes reales e imaginarios, ya sean de mi barrio o que están en mi cabeza.
«El teatro ha sido una herramienta fundamental para desarrollar un estilo de trabajo e incluso para encontrar mi propia voz.
—En sus textos asoma toda una generación de cubanos. ¿Cómo describiría a esta generación?
—Mi generación creció en una Cuba muy diferente a la de hoy. Una Cuba donde éramos felices de otras maneras. Crecimos en un país donde daba la impresión que todos éramos iguales y que nos conformábamos con muy poco. Un país donde parecía que no hacía falta el dinero. Por otro lado, tuvimos la suerte de tener grandes maestros tanto en las escuelas como en la cultura. Maestros que nos enseñaron a pensar. Fue una generación que vivió la experiencia de perder familias, amigos y hermanos, lo mismo en la guerra de Angola que en el mar. Una generación que vio como en el 90 los mapas cambiaron de color mientras parecía que el muro de Berlín caería en pedazos sobre Cuba. Todo esto influyó en cada una de mis canciones.
«Los finales de los 80 fueron muy duros y de mucha presión para muchos artistas de mi generación, algunos fuimos incomprendidos y censurados, pero decidimos pelear. Otros decidieron abandonar Cuba para intentar desarrollar sus carreras en otras partes. A muchos les ha ido muy bien, pero otros tuvieron que dedicarse a otros oficios para poder sobrevivir.
«Creo que la canción “Memorias” tiene un verso que resume ese sentimiento de mi generación: “No tengo mucho más de lo que puedo hacer, Y a pesar de todo lucho.”
—Sus estudios de teatrología, ¿han influido en su concepción del espectáculo? ¿Cuánto le aportaron aquellos años en el ISA y cómo los recuerda hoy?
—Definitivamente mis estudios de actuación en el ISA definieron la concepción de mis show y la teatralidad interna de mis temas. La importancia de la luz, el sonido, la escenografía, la dramaturgia del espectáculo es algo que aprendí allí.
«Recuerdo al ISA con mucho cariño. Ir allí todos los días era para mí como ir a una isla mágica. Entraba a las 8:00 am. y muchas veces me quedaba hasta tarde en la noche. Era un espacio maravilloso de creación constante. El hecho de convivir a diario con pintores, músicos, actores, bailarines era algo que nos formó e influyó a todos.
«Podía empezar mi día haciendo yoga antes de entrar a las clases de teatro. A menudo podía ver a Gonzalo Rubalcaba descargando en un piano con Oriente López a la hora de almuerzo. Muchas veces me sentaba a componer una canción en una escalera o en algún rincón, para luego montarla con un cuarteto de cuerdas en la Facultad de Música. Disfrutaba mucho sentarme a discutir un libro con un grupo de pintores. Fueron años muy especiales para todos los que estudiamos allí en los 80. De allí salieron muchos de los más grandes actores, actrices, dramaturgos, pintores, bailarines y músicos de mi generación.
«Quiero hacer un concierto en el ISA este año para celebrar sus 36 años, es algo que les debo y que voy a hacer.
—¿Cuánto cree que le aportaron los nuevos arreglos de Aldo López-Gavilán a algunas de sus canciones antológicas?
—Mucho. Aldito tiene un talento extraordinario y una sensibilidad muy especial como pianista y como arreglista. Él y yo llevamos casi un año trabajando juntos, pero en un formato de trío y hacía tiempo que soñábamos con vestir estos temas con arreglos para cuerdas sin abandonar el sonido de la banda, así que nos dimos a la tarea de seleccionar los temas y nos pusimos a trabajar desde hace meses en cada arreglo.
—¿Qué mejor motivo que esta celebración de los 30 años para vestir elegante y darle oxígeno a varias de mis canciones con estos preciosos arreglos de Aldo López, interpretados maravillosamente por la Orquesta de Cámara de La Habana que dirige la maestra Daiana García?
—Esta idea era una verdadera tentación y como dijo una vez Oscar Wilde: “Para salir de una tentación solo necesitas caer en ella”. Le pusimos manos a la obra y nos entregamos en cuerpo y alma a la música.
«Varios cantautores han colaborado en otras ocasiones con orquestas de cuerdas, pero en nuestro caso se trataba de conseguir la combinación perfecta entre la orquesta y la banda tocando lo mismo temas de rock sinfónico como “Leñador sin Bosque” o “Foto de Familia” que baladas como “Monedas al aire” o “De vuelta a casa”. Además de los arreglos para cuerdas, también el público agradeció mucho los arreglos para trío de temas como “Una Palabra”, “No es el fin” y “El árbol de los pájaros dormidos” que estrenamos esa noche. Con Aldito y esta orquesta quiero grabar en algún momento muchos de los tantos temas instrumentales que he compuesto para cine y otros proyectos.
—Tras el concierto por los 30 años de carrera, a teatro lleno, con Aldo López-Gavilán al piano, la Orquesta de Cámara de La Habana y muchísimos viejos amigos. ¿Cuál fue el saldo final de un trabajo tan agotador? ¿Está conforme con el resultado?
—Estoy muy conforme con el resultado. Ha sido una suerte poderlo grabar y filmar con un equipo muy profesional de ingenieros y técnicos cubanos y canadienses. Fue algo agotador porque estuvimos preparando y ensayando mucho tiempo antes, pero el resultado superó nuestras expectativas.
«En realidad hicimos dos conciertos. El primero el miércoles 9 en el escenario del teatro con 300 personas alrededor, tipo teatro arena y donde cantaron todos los invitados, incluyendo a Luis Enrique, que no pudo estar en el concierto del sábado 12 porque ya tenía un compromiso anterior en Nicaragua.
«Este concierto del 9, que también se grabó y se filmó, nos sirvió además como preparación y prueba de fuego para el del sábado. Creo que tenemos un buen material en la mano, donde además de mi banda, la Orquesta de Cámara y los invitados de lujo como Jackson Browne cantando “Muros y Puertas” en inglés, Ivan Lins cantando “No es el fin” en portugués, la presencia de Eduardo Cabra, Diana Fuentes, Juan y Samuel Formell, X Alfonso, José Luis Cortés, Alexander Abreu, Isaac Delgado, hay un público que estuvo divino cantando y coreando cada tema durante tres horas.
—La canción de autor no es la que hoy gana los privilegios de la difusión y las disqueras. ¿Cuán complicado resulta insertarse en el mercado de la música sin hacer concesiones? ¿Cuál ha sido su experiencia es ese sentido?
—Hace mucho tiempo que resulta complicado insertarse en el mercado de la música y mucho más si vives en Cuba, pero eso nunca ha sido mi prioridad o mi meta.
«No me interesa ser un artista de éxito o de modas porque todas las modas siempre pasan. Me interesa más que mis canciones tengan cierto peso, que digan algo que me libere y que sean más que una bonita melodía para la radio. Tener relevancia es mucho más difícil que tener éxito.
«Los que me conocen saben que no he hecho concesiones y que aún estoy pagando el precio por eso.
—De todas sus canciones. ¿Existe una en particular por la que quisiera que lo recordasen?
—Mis canciones son mis hijos y a un padre no le puedes preguntar cuál es su hijo preferido.
—Luego de 30 años de carrera. ¿Cuál sería él o los momentos que más la marcaron?
—Creo que todos esos momentos están reflejados de una manera u otra en la canción “Siete”. Los finales de los 80 fueron años muy convulsos para mí y, a la vez, muy creativos. Creo que hay un antes y un después de aquel fatídico concierto en el cine 23 y 12 en noviembre del año 88 donde se me acusó y censuró por un tiempo. Luego vino el Chaplin de donde nació mi primer disco Jalisco Park. La muerte de mi padre en el 82 y la de mi madre en el 90. También los años duros del Período Especial donde compuse “Como los peces” a la luz de una vela. Todo lo que he vivido me ha marcado de muchas maneras, lo mismo que las ilusiones y desilusiones, los amores y desamores.
—¿Qué nuevos proyectos siguen a este concierto?
—Comenzamos una gira nacional el 28 de enero por varias provincias, y aunque esta vez viajo solo con la nueva banda queremos mostrar parte de lo que hicimos en el concierto en La Habana y de esta manera celebrar también mis primeros 30 años por el resto de la Isla.
—Detrás de todos estos años, ¿cómo le gustaría ser recordado, como músico, trovador, poeta?
—Creo que al final solo soy un contador de historias poseído por el hechizo de la música, que ha hecho algunas canciones que dicen más que sus palabras. Canciones con sentimientos que viajan mucho más lejos que las ideas y que están en la memoria y los corazones de la gente.
(Fuente: La Jiribilla/ Helen Hernández, Abel Sánchez)
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Etiquetas: Música, canciones, Carlos, Varela, Cuba, Nueva, Trova, Rock, trovadores, herejía