Ayer, en la tarde noche de carnaval ojeaba una revista profesional de fotografía, el blanco y negro me atrae, me apasiona, no lo niego. La fotografía en blanco y negro gana en profundidad e impacto, algunos hablan de dramatismo y yo de neutralidad y contrariamente como algunos puedan creer gana en luz. Como analogía y aficionado a la fotografía pienso si no deberíamos ver la vida de vez en cuando en blanco y negro. En muchas ocasiones el color es como el carnaval, un disfraz que oculta y confunde lo que la mirada busca, lo objetivamente importante. Es como la deslumbrante cola del pavo real macho, aparentando algo que no es para deslumbrar a la hembra, cuantas veces vemos eso en la naturaleza. Lo mismo ocurre con el potpourri del carnaval religoso, que se disfraza de lo que no es entre variopintos colores, formas y disfraces deslumbrando al ingenuo que se maravilla de tanto “color” y dioses “verdaderos”.
Y si desean jugar un poco con la vista, lean el mismo texto “en colores”…, ya me contarán:
Ayer, en la tarde noche de carnaval ojeaba una revista profesional de fotografía, el blanco y negro me atrae, me apasiona, no lo niego. La fotografía en blanco y negro gana en profundidad e impacto, algunos hablan de dramatismo y yo de neutralidad y contrariamente como algunos puedan creer gana en luz. Como analogía y aficionado a la fotografía pienso si no deberíamos ver la vida de vez en cuando en blanco y negro. En muchas ocasiones el color es como el carnaval, un disfraz que oculta y confunde lo que la mirada busca, lo objetivamente importante. Es como la deslumbrante cola del pavo real macho, aparentando algo que no es para deslumbrar a la hembra, cuantas veces vemos eso en la naturaleza. Lo mismo ocurre con el potpourri del carnaval religoso, que se disfraza de lo que no es entre variopintos colores, formas y disfraces deslumbrando al ingenuo que se maravilla de tanto “color” y dioses “verdaderos“.