Carnavales sin tener agua

Publicado el 01 febrero 2016 por Elistmopty
SOCIEDAD

Gabriel J. Perea R.|01 feb 2016 - 00:48h

¿Qué es el Carnaval? Es una celebración que se inicia antes de la Cuaresma cristiana, marcada por el Miércoles de Ceniza. Tiene actividades como desfiles, disfraces y fiestas callejeras. Su principal característica es la de ser un periodo de permisividad.

En cada región se añaden características muy propias, como en el interior del país y ahora copiada en la ciudad capital: los conocidos culecos, que no son más que mojaderas con carros cisterna que arrojan agua a los espectadores.Esta particularidad solo es una tradición. Sin embargo, esta costumbre, que pareciera una gozadera inocente, hoy día se enfrenta una realidad de la que Panamá no está desconectada: no hay agua por la sequía. Resulta irracional derrochar miles de galones de agua, tomados de la fuente que sea, y arrojarlos a las calles, cuando en el resto del planeta la crisis por el vital líquido es desesperante.La sequía golpea a millones de personas. Inclusive en nuestro propio país hay sectores que no tienen agua potable. El encarecimiento de muchos alimentos, como la carne, es producto de la escasez de agua. Sin embargo, hay panameños que se aferran a una tradición sin sentido. Solo hay que observar a los que patrocinan los carros cisterna. Preguntémonos si alguno de ellos invierte en la búsqueda de la solución a los problemas de falta de agua potable de las misma comunidades donde se efectúan estos culecos. Ellos desaparecen inmediatamente se termina el Carnaval con las ganancias dejadas por los cuatro días de fiesta.Definitivamente no pueden prevalecer los intereses económicos sobre la razón, no podemos mostrarnos indiferentes en los medios de comunicación social, desperdiciando este recurso y ser catalogados como gente indolente ante las penurias de otros pueblos, en los que se mata por un poco de agua.La tradición debe morir y dar paso a la solidaridad con aquellos que no tienen el vital líquido, aunque sea solo por respeto. Los pueblos tienen que evolucionar de acuerdo a las realidades del tiempo en que existen, si no serán condenados por atrasados. La fiesta puede seguir celebrándose, es una época de desahogo y la oportunidad para que algunos lleven el sustento a sus hogares, pero aquellas costumbres que riñen contra toda lógica deben ser desterradas.Tal vez este clamor no sea escuchado, dado que no existen los estadistas que puedan tomar las decisiones que se requieren, así sea a un costo político inmediato. De seguir con este estilo de vida, no nos asombremos de salir en los noticieros como un país fantástico en el que un turista se baña en plena calle del interior, en los llamados culecos, pero al regresar a su hotel se encuentra con la realidad de no tener el líquido para sus necesidades y se asombre al saber que nadie le dijo que tenía que traer su propia agua, porque hay para los culecos, pero no para beber.


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