Pero bien, a qué nos referimos cuando hablamos de carne roja y de carne procesada. Cuando hablamos de carne roja nos referimos al tejido muscular de los mamíferos, ternera, vaca, cerdo cordero, caballo o cabra. La carne procesada incluye toda aquella que ha sido sometida a un proceso de salazón, ahumado, curado, fermentación o cualquier otro destinado a su mejor conservación. Suelen tener mezcla de carnes y también vísceras y otros subproductos como la sangre.
Reducir el consumo de carne roja y de carne procesada no es algo nuevo, ya en año 2002 la OMS recomendó limitar su consumo por su elevado contenido en grasa y en sodio, principalmente en la carne procesada, para evitar enfermedades cardiovasculares y obesidad.
No se puede negar la evidencia, estamos hablando de un estudio serio que se ha llevado a cabo por el incremento del consumo de estos productos a nivel mundial. Como resulta obvio, la dosis hace al veneno. La carne roja es un alimento altamente nutritivo que no deberíamos eliminar de nuestra dieta siempre y cuando la consumamos con moderación. Las recomendaciones dietéticas al respecto son de dos raciones de carne roja a la semana. Con respecto a la carne procesada, su consumo debe ser más limitado y debería ser solo ocasional, no formar parte ni mucho menos de nuestra dieta diaria.
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