Reseña publicada en el marco de la segunda Semana de Cine Italiano.
Habrá que agradecerles a los programadores de la segunda Semana de Cine Italiano en Buenos Aires el tino de haber incluido a Mia madre entre los trece largometrajes seleccionados para el ciclo que –purtroppo– finaliza mañana miércoles. Por lo pronto, el nuevo film de Nanni Moretti cumple con las expectivas de los espectadores que seguimos de cerca la gestación y el alumbramiento de esta obra: desde el primer rumor de puesta en marcha hasta el estreno en Italia y la presentación en el 68° Festival de Cannes.
La película es la crónica serena de una despedida anunciada. La protagonista Margherita y su hermano Giovanni acompañan a su madre mientras está internada en un hospital y durante los últimos días de cuidados paliativos en casa. La vida y la muerte son piadosas con Ada, y por lo tanto con los suyos: además de los hijos, una nieta adolescente y un ex yerno.
Moretti recrea con mesura la antesala de la orfandad. Quizás eligió evitar el melodrama tras haberse hecho la misma pregunta que puso en boca de la protagonista -directora de cine como él- cuando le reprocha a un camarógrafo el encuadre elegido para una escena de represión policial: “No le gustará ponerse del lado de los que golpean, ¿no?”.
Nanni no sólo no golpea en absoluto, sino que nos ofrece refugio en la crónica secundaria del rodaje del nuevo largometraje de Margherita. A la vez que enriquecen el retrato de esta mujer de 40-y-tantos en plena crisis personal y profesional, los entretelones de la filmación nos rescatan de la angustia y la pena propias del duelo anticipado que experimentan los hermanos a cargo de Margherita (como su personaje) Buy y del propio director.
La nueva película de Nanni Moretti se estrenará en las salas comerciales de Buenos Aires. Falta confirmar la fecha.
El Barry Huggins que encarna John Turturro constituye una suerte de cable a tierra emocional. A través de este personaje se lucen el actor norteamericano y un Moretti siempre capaz de articular drama y comedia con encomiable destreza.
Irreductible a la experiencia personal que la habría inspirado, la película aborda otras cuestiones además de la sensación de amargura, desamparo e impotencia que provoca el saberse al borde de la orfandad. La caracterización de Ada (entrañable, el trabajo de Giulia Lazzarini) -sobre todo el detalle de que sea profesora, nada menos que de latín- parece invitar a una reflexión sobre la suerte que lo viejo (o lo que no es moderno ni de última generación) corre en nuestra sociedad occidental.
Algo de eso aparece en el comentario del empleador de Giovanni cuando éste le comunica su renuncia. También en la pregunta de la adolescente Livia sobre el (incomprensible) interés de seguir estudiando una lengua muerta.
Como el resto de la filmografía de Nanni, Mi madre también admite una lectura política. Por lo pronto, Ada, Margherita, Giovanni enfrentan a su manera el vacío existencial que la mayoría de los mortales (re)conocemos cada que vez que pensamos en la finitud propia y de nuestros seres queridos. Como los trabajadores okupas de la ficción que filma la protagonista, los tres personajes centrales de la película de Moretti también les ponen el pecho a una realidad adversa y a los fantasmas y ensoñaciones que los acechan.