La película de “El Club de los Poetas Muertos” fue la que hizo famosa esta expresión: “Carpe Diem”. Se popularizó y empezó a formar parte de nuestro lenguaje diario y la decimos cuando queremos indicar que hay que vivir la vida, disfrutarla, dejarse llevar… vivir el momento. Carpe Diem también fue un grupo de música, no demasiado comercial, muchos no habréis oído hablar de él. Y Carpe Diem también es el nombre de un Club que alberga un restaurante en Barcelona.
CDCL Carpe Diem Club Loung y Carpe Diem Gastro. Un restaurante que basa su oferta gastronómica en sabores de cocina internacional. La cocina de Marruecos, la de Thailandia, o la de la India son las que mayoritariamente recoge con los platos más representativos de estos países. Pero además no deja de lado tampoco otros lugares a los que hace algún guiño en su carta como algún Ceviche y en la que tampoco puede faltar un pa amb tomàquet, algún arroz y un buen jamón ibérico.
Quizá son ganas de complicarse la vida porque esta diversidad comporta tener una carta con más de 80 platos. ¿Realmente son necesarios? Rotundamente no. Necesarios no lo son, es más bien todo un reto para dar servicio a todo el público que llega a este restaurante, tan internacional como su carta.
Cuando visito alguno de estos restaurantes y salgo satisfecha es cuando se me despierta la vena más reinvindicativa y pienso que hacemos mal en no contar con ellos como lo hacemos con otros. Igual que pasa cuando como fuera de Barcelona capital y pienso que tengo que hacerlo más a menudo. Así que hoy, vena reivindicativa despierta, os hablaré de este Club.
Seguro que muchos, igual que yo, habéis pasado infinidad de veces por delante pero no habéis entrado. Un pequeño cubo, con una puerta de entrada con estética árabe o hindú donde empiezan las escaleras que nos llevaran a la zona Lounge donde un ambiente mezcla de reproducciones de lo más típico de los países en los que basa su cocina: Jaimas, relieves en las paredes o pequeños rincones que parecen camas con dosel. El espacio amplio, muy amplio, lleno de cojines y con olor a incienso. Mi primer pensamiento fue: ¿aquí se come?… habrá quien si lo haga. A mi me resultaría algo incómodo
Por suerte al fondo, la terraza con mesas y también camas desde donde ya se contempla como a través de una gran ventana la playa de Barcelona ya tiene más similitud a un comedor.
Probamos una pequeña muestra para hacernos una idea de la renovación que ha sufrido haciendo más hincapié aún en la comida asiática. Empezaremos con hacer mención a los panes. Solo los encontraremos allí, ya que los hace Paco Roig quien también trabaja para los hermanos Adrià. Son únicos, ya que son por encargo para añadirle algunas especies que acompañen en equilibrio la comida. Los panecillos son todo un peligro.
Podemos encontrar entre los entrantes un tartar de atún acompañado de un guacamole con un toque especial. El tartar de atún era de muy buen producto y diferente. Para mi gusto, un exceso de salsa lo hacía difícil de comer, es posible que sea solo una falta de costumbre por haberlo tenido siempre delante con presentación en timbal. De sabor estaba muy bueno y junto a él sirven unas ligeras tortitas sin provocar que llegue a ser pesado.
Quizá la que más pesa es la Cocina Nipona. Y eso se nota en su surtido de Sashimi y Niguiris que suelen contener Toro, Salmón, Atún, Pez mantequilla, langostinos..
Es indiscutible que tienes que tener un muy buen producto para hacer este surtido. Aunque tampoco es garantía, es cierto, pero en este caso se ve. Se ve antes de catarlo. Por las vetas, uniformes y por los buenos cortes donde ya se intuye la calidad. El sabor confirma lo esperado. Un muy buen producto. Además todo con una presentación espectacular siguiendo la estética asiática, donde son grandes amantes de los adornos florales y vegetales. No podía ser de otra forma.
El arroz en su punto, no se desmontaba nada ante mi torpeza con los palillos. El pez mantequilla, con toda la polémica que corre, lo saboreé poco, no soy ninguna especialista en este pescado tan poco habitual que suele ser suplantado por otros, pero su textura y sabor eran muy especiales. No usé salsa de soja para comerlos. Estaban muy jugosos, en su punto y preferí disfrutar más del sabor auténtico. Buenos surtidos que satisfacen seguro.
Otro de los platos que empieza a ser un fijo en las cartas de cualquier japonés que se precie es el llamado Bacalao negro. Llamado, digo, porque no es bacalao, aunque es conocido así por su similitud en la textura. Realmente es Gindara y fue servido con un glaseado de miso. Para mi, uno de los mejores platos. Supongo que al estar más elaborado tiene más matices que los sashimis y niguiris. Me pareció exquisito. Si os gustan los platos de pescado, os lo recomiendo.
Pasamos a la carne y cambiamos también de país al degustar este Tikka Masala, uno de los platos más representativos de la cocina Hindú. Un pollo servido con verduras, almendra jengibre y un arroz basmati imprescindible en la cocina de India como acompañamiento y que tan adecuado es para mezclar con la salsa. Muy bueno y no excesivamente especiado ni picante, aunque, como casi todo, esto va a gustos.
Y volvemos a Japón para una pequeña degustación de uno de sus platos estrella: El Wagyu. Una muestra de esta deliciosa carne vacuna originaria de la zona de Kobe. Vuelta y vuelta a la plancha, para atemperar más que nada porque, para mi sería un delito hacerla más o añadirle ni tan solo aceite. Así, sin más, con la sal añadida a la piedra se deshacía en la boca. Extraordinaria.
Hay muchas más propuestas en su carta, imaginad, hasta llegar a 80. Cous Cous, Babaganoush, Goas, Chuletones de Nebraska, Falafel…todo un viaje por el mundo.
Los postres van a cargo de Nerina Ciordia, con formación en Espai Sucre. En Carpe Diem da rienda suelta a su imaginación con postres como el Thai Café: chocolate con sake, mascarpone y cardamomo y espuma de café con polvo de almendras caramelizadas, Oreo pasión Mousse de chocolate blanco, galletas oreo y crema de mango o fruta de la pasión o chocolates en diferentes texturas. El punto final placentero con la suficiente diversidad para no dejar a nadie indiferente.
Una carta de vinos internacional, más de 90 referencias de varios países, desde biodinámicos locales hasta vinos Australianos; un Brunch como cualquier local de moda que incluye los huevos Benedict (de Calaf, eso si), dulces, sandwiches o platos de su carta, o una ambientación de zoco árabe los domingos con música en directo completan su oferta. Los precios tienen una horquilla muy amplia, tanto como su carta, pudiendo comer por 20 o 30 Euros o darse un lujazo y dejarse 300 o más. Esto dependerá de cada uno, de cada momento. Hay que reconocer que Carpe Diem no es un restaurante para ir a diario, es un concepto diferente, más de Lounge donde se mezclan a cualquier hora copas, picoteos o comidas más copiosas pero en un ambiente diferente, de relax.
Algunos Barceloneses de cierta generación hemos descartado estos sitios por su ubicación, porque en su día no tenían un ambiente demasiado…¿apetecible? (seré cortés) o porque pensamos que su oferta va a ser paellador a 50 Euros. Los sigue habiendo, pero también puede ser ya hora de volver a recuperar de esta zona de Barcelona los que si valen la pena y no ignorarlos. Porque haber hay de todo, buenos restaurantes y no tan buenos, con precios asequibles y no tanto y con producto mediocre o tirando a excepcional. Los hay en la zona de la Villa Olímpica como también los hay en la zona de Horta o la de Sants y estos barrios siguen recibiendo nuestras visitas. Como decía antes, con la vena reivindicativa a flor de piel, no demos por perdidos ni pongamos a todos en el mismo saco sin conocer. Yo lo he hecho, e intento corregir el error. Estoy convencida que me aportará más de una sorpresa y espero que muy pocas decepciones. Hay que correr el riesgo!.