Carpe diem, por Saul Bellow

Publicado el 03 octubre 2011 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Editorial Galixia Gutenberg. 192 páginas. 1ª edición de 1956, ésta de 2006.Traducción de Benito Gómez Ibáñez.
Carpe diem, publicada en 1956, es la cuarta novela de Saul Bellow, al que le quedaban 8 años y otra novela (Herdenson, el rey de la lluvia, 1959) para alcanzar la fama y el gran éxito que le supuso Herzog en 1964.
Carpe diem es una novela corta, de unas 160 páginas -si descontamos el prólogo de la escritora Cynthia Ozick-, y, además, el cuerpo de edición que Galaxia Gutenberg emplea aquí es de 32 reglones por página frente a los 37 de Herzog.
La acción de Carpe diem transcurre en un solo día y son tres los personajes principales: Wilhelm de 44 años, que se encuentra sin trabajo y vive en el mismo hotel neoyorkino que su padre, el doctor Adler; el tercer personaje es el doctor Tamkin, un enigmático psicólogo, que además de atender psiquiátricamente a sus pacientes se dedica a invertir en bolsa. A pesar de algunos indicios que hacen del doctor Tamkin un personaje dudoso, Wilhelm ha confiando en él para invertir en acciones de manteca de cerdo los últimos 700 dólares que le quedan.
Wilhelm está separado de su mujer y tiene dos hijos. Sabe que si los resultados en la bolsa no le favorecen va a tener problemas con el cheque que debe pasar a su ex mujer. Desea pedir ayuda a su padre y éste se muestra implacable con él: considera que Wilhelm está en condiciones de trabajar y no quiere que su hijo sea una carga.
Al comenzar el libro pensé que los personajes no eran judíos, me parecía que Wilhelm era un norteamericano anglosajón; es descrito como un hombre alto, rubio, guapo aunque entrado en carnes; y su fracaso me parecía muy norteamericano o muy inocente o los dos cosas a la vez, ya que Wilhelm en su juventud dejó los estudios universitarios para irse a California y probar suerte como actor de cine, espoleado por el dudoso consejo de un cazatalentos de Nueva York. Wilhelm fracasó en Hollywood y, hasta no mucho tiempo antes de dar comienzo la novela, trabajaba como representante de ventas de una empresa de juguetes.Pero estaba en un error: la novela y sus personajes son profundamente judíos. La acción transcurre en el día anterior al Yom Kippur o día de la Expiación en la religión judía, y Wilhelm, el hombre fracasado, el culpable que no sabe ocuparse ni de sus hijos ni de sí mismo, intentará pedir ayuda al padre (el doctor Adler) que le rechazará (por no cumplir con los preceptos de su Ley) y buscará su futuro (el don de la Gracia) en el mesías que parece representar el doctor Tamkin, filósofo callejero y posible embaucador, con las consecuencias que cualquier lector de Franz Kafka, Henry Roth o Philip Roth puede imaginar.
El cierre de Carpe diem es realmente sobrecogedor.
En el prólogo, Cynthia Ozick, llama a Carpe Diem la novela sobre Broadway de Bellow, un espacio de Manhattan que abarca de la calle 70 a la 90, donde se concentran los teatros y los hoteles.
En cierto modo, Carpe diem anticipa más de uno de los temas que Saul Bellow va a desarrollar en Herzog, como la vida del hombre de entre 40 y 50 años en crisis de identidad, que se plantea los errores de su pasado, y que en gran medida parece verse con dificultades para avanzar porque está atado a una ex mujer –por el amor y la traición en el caso de Herzog, y por el dinero en Carpe diem-. Los pensamientos de los personajes de Bellow sobre sus ex mujeres han hecho que más de una vez se tache a este autor de machista, pero yo diría que, además de ser una obsesión personal de Bellow, que apunta a algún episodio de su vida, parece ser una forma de marcar el fracaso y la deriva de sus personajes, incapaces de disfrutar de su vida y de comenzar otra más satisfactoria. Una imposibilidad existencial que, en todo caso, siempre está narrada con humor.Tanto en Carpe diem como en Herzog la geografía física (en gran parte neoyorkina) se une de forma tangible a la mente de los personajes, que no dejan de salirse de la realidad mediante evocaciones de su pasado o de otras personas; esto último se desarrolla de forma más intensa en Herzog, mediante el recurso de las cartas no enviadas, que en Carpe diem.
Carpe diem es un buena novela, pero Herzog es una de las obras maestras del siglo XX, y creo que me hubiese gustado acercarme a estos libros en el orden inverso al que lo he hecho. Ir de menos a más me hubiese dejado un mejor recuerdo de esta novela corta; preveo que la evocación futura de sus detalles va a ser barrida en gran parte por el peso mental que me está dejando una creación tan intensa como es Herzog.
He vuelto a Juan José Saer, pero de aquí a navidades pienso seguir con estas cuidadas ediciones que esta haciendo Galaxia Gutenberg de los libros de Saul Bellow. Imagino que el próximo va a ser El legado de Humbolt.