El proyecto de ley de Libertad Religiosa que cacareó el gobierno se va a quedar en el limbo a verlas venir. Es cosa de la aritmética parlamentaria, dicen, que lleva a no arriesgar.
Pura mentira, digo yo. Es simple y llana de cobardía política. La cobardía política de intentar siempre hacer leyes para quedar como el aceite encima del agua. Estoy seguro de que si el gobierno pretendiera hacer una buena ley donde los espacios del laicismo del estado quedaran perfectamente definidos, contaría con el apoyo de la izquierda parlamentaria.
Eso si, llama la atención como se dejan leyes en el cajón para no molestar en tanto se sigue con calculado paso de oca pasando por encima de los derechos de los trabajadores. Ahí no hay tanta prudencia ni tantas cuentas aritméticas. Como tienen más miedo a los mercados (aka Botín) son capaces de empequeñecer el estado del medio-estar, recortar sueldos, abaratar hasta el regalo el despido y empequeñecer las pensiones. Son opciones, dice Hugo.
Y yo, que de estas cosas aprendo mucho, también digo que a lo mejor a alguno se le abriría las carnes si los sindicatos se dejaran de florituras equidistantes y empezaran a recomendar el voto. A orientarlo hacia aquellos que se están quedando sólos en el parlamento defendiendo sus posiciones. A la derecha y a la iglesia le va chupiguay esta estrategia con este gobierno.
A lo mejor habrían más carpetazos.
Pd. Escribía esto oyendo una noticia en La Ser a cuenta de la fecha de las elecciones catalanas y me ha llamado la atención el acuerdo de que el día 7 de noviembre no podrían ser porque viene el papa a Barcelona.
Estupefacto quedo.
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