Hasta que llegó el momento en que sólo quedó una vieja, como en Foncebalón. El mentor de este episodio político-geográfico no precisa si era viuda, casada o soltera, sólo que pasaba ya de ochenta, que usaba corpiño y basquiña negra, refajo de colorcilla, tocas blancas y calcetas y de calzado escarpines y albarcas, además de mantera, dengue y justillo.La anciana asiste desolada al espectáculo de la despoblación. En este punto podemos entretenernos con una serie de términos que ahora mismo nos acompañan. Si por norma general nadie vuelve a los pueblos, si apenas se celebran bodas o los nacimientos son escasos, y si las personas por ley de vida o de destino van muriendo, a la vuelta de unos años, muchos pueblo habrán desaparecido, salvo que una política diferente o un fenómeno de repoblación que ahora mismo no se contempla, vengan a cambiar esta condena. Apoyada en fuerte palo -dice el cantar- se dirige hacia Verdeña, rememorando lo que atrás deja, y lo que fuera el pueblo donde viviera tantos años. Pasa el Pisuerga, junto al Prado del Esgovio y después de rezar en la ermita de Santa Ana sigue camino hacia las Concejadas. Matías Barrio y Mier [1] describió con todo lujo de detalles los lugares por los que pasaba: Venta Morena, Vallabar, Quintana, Peña Horadada, Matillalera, Pozalgato..., algunos posiblemente desconocidos hoy por sus actuales moradores. Verdeña es un precioso pueblo de la Castillería, donde la reciben con la hospitalidad que caracteriza a estas gentes, hasta que, cansada de sopas de centeno a la cazuela, torreznos y arvejas blancas, emprende el camino de Estalaya donde por miedo, por recelo es rechazada. Sube el Vallegón, llega a Rabanal y después de contemplar picos y peñas, pueblos y vegas, entra por fin en Cervera un día de mercado. Hace unos años, un vecino de Camasobres me contaba una curiosa anécdota. Dice que una mujer del pueblo acudió a una boda que se celebraba en Aguilar, y al entrar en la villa exclamó: ¡Dios mío!, ¡Qué grandísimu es el mundu, que llega hasta Aguilar y más allá! ... Lo mismo dicen que le ocurrió a la vieja, al ver la animación y el bullicio reinante en Cervera de Pisuerga. Sea como fuere, lo cierto es que después de mucho andar, le abrieron una puerta y con miras a heredar lo que parecía ser patrimonio de la vieja, esta pactó con la Juslicia ciertas condiciones a cambio del hospedaje. Lo que Verdeña había dado por amor, Cervera lo entregaba por el interés.
La leyenda nos mete un poco en el camino de las desavenencias para explicar la existencia de numerosa fauna y flora, toponimia y descripciones que aún hoy día permanecen ignoradas por la gran mayoría. ¿Envenenaron a la vieja? ¿Le indujeron a mandar el terreno a Cervera, castigando sin un palmo a Estalaya por su torpeza? Aunque, dicen que a Estalaya fueron a parar las campanas de su iglesia y a Verdeña las pilas de agua bendita.
Tal vez no fuera abuso, salgamos un momento de la historia. Cervera de Pisuerga sigue teniendo hoy en Carracedo su cabaña y restos de una mina de mármol donde trabajaron los hombres del contorno. Costumbres que fueron, lugares que pisamos, viejas cuentas en las que ya se mencionaba el asunto ese de la despoblación que ahora mismo nos ocupa.
[1] @Froilán de Lózar es autor de una extensa biografía sobre Matías Barrio y Mier, publicada en 2008 por la Institución Tello Téllez de Meneses. Allí se explican esta y otras leyendas.14 Junio 1993Artículo publicado en el Norte de Castilla, el 14 Junio de 1993
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