El otro día, al cambiar de canal en la televisión, vimos una imagen cuanto menos curiosa. Se trataba de, nada más y nada menos, una carrera de camellos. Las imágenes los mostraban en plena galopada, mientras el locutor que retransmitía el evento se emocionaba al narrar quién iba en cabeza, quién remontaba y quien perdía comba.
La primera vez que oí (más bien vi) mencionar este tipo de espectáculos fue en un reportaje que publicó el periódico El País hará como dos o tres años. En él, narraban cómo este tipo de carreras se celebraban desde tiempo atrás en los desiertos de la Península Arábiga (lo que hoy es Arabia Saudí, Kuwait, Yemen, Emiratos Árabes, Omán y algún otro que me dejo en el tintero). Eso sí, el artículo hacía especial hincapié en una cuestión peliaguda: la de los jinetes, que desde siempre habían sido niños pequeños, lo que en ocasiones provocaba que resultaran heridos (e incluso algunos muertos) en accidentes que ocurrían en la carrera.
La periodista contaba cómo los niños, que no tenían más de 10-12 años, eran los jinetes idóneos para este tipo de monturas, e incluso mencionaba el caso de pequeños que eran traídos desde otros países o regiones para que cabalgaran a los camellos, lo cual, vuelvo a repetir, es algo bastante peligroso.
Pues bien, hará cosa de dos meses, mientras estábamos con unos amigos en Wadi Rum, una zona desértica preciosa que se encuentra en el sur de Jordania, unos beduinos nos invitaron a asistir a la madrugada siguiente –se corre a esas horas para evitar las horas de más calor- a una carrera de camellos.
El mismo chaval que nos invitó nos explicó que, a raíz de los problemas que habían ocasionado los accidentes y las denuncias de diversas ONG y demás acerca del uso de niños como jinetes, una empresa había fabricado una máquina que se instalaba en la joroba del camello y que en un extremo llevaba instalada una fusta. Así, nos dijo que mientras los camellos galopan, la gente les acompaña en jeeps que ruedan a su par, y que en esos jeeps van los dueños de los camellos, los cuales con un “mando a distancia” van manejando la máquina. Cada vez que presionan el botón, la máquina mueve la fusta y golpea al camello, con lo cual es como si llevara al jinete encima.
En fin, cosas curiosas. Nuestros amigos, que si que fueron a la mañana siguiente, nos dijeron que el espectáculo era algo increíble, y lo que más nos sorprendió, que los camellos corren que se las pelan. El otro día por la televisión pudimos comprobar que así es. Allí estaban todos: los jeeps, los beduinos, el circuito y los camellos que corrían desbocados mientras la maquina les espoleaba a base de palos. Las tecnologías, que dan para todo.